20 de mayo de 2017

Un partido necesario.


No habrá ruptura en el PSOE. Cualquiera que sea el resultado del domingo 21, permaneceremos unidos al servicio de quien sea elegido, cada uno en su puesto. Hay mucha épica histórica y mucha vida personal entregada a estas siglas en todos nosotros como para destruirlas.

Esa es la condición necesaria para el futuro. Pero el Congreso de junio debería definir las condiciones para asegurarlo. La primera es comprender el mundo en el que vivimos y la sociedad a la que nos dirigimos. Una economía globalizada y una sociedad digital en la que muy pronto el trabajo, las migraciones, las ciudades, la comunicación y tantas cosas más, no se parecerán casi nada a nuestras concepciones del siglo XX. El PSOE por ello debe ser un partido innovador, moderno, a la altura de la sociedad urbana y joven del siglo XXI. Eso implica valentía en las proposiciones. Ya no basta defender retóricamente el modelo de bienestar o el empleo seguro. Hay que mojarse y explicar cómo inyectar un punto más de PIB a la educación y otro a la sanidad española o cómo garantizar las pensiones si el déficit del sistema es de 15.000 millones de euros al año. Hay que reconocer que nuestros votantes clásicos desaparecen o que, por primera vez en la historia, se sienten tentados por opciones extremas en la izquierda y en la derecha.

Hay que tener la valentía de explicar que muchas de nuestras causas, las que siguen latiendo en nuestros corazones, tienen únicamente solución en una globalización demasiado injusta y desregulada todavía, con mesas de decisión demasiado débiles o inexistentes en la mundialización de la política.

Un partido socialista moderno debe exponer su agenda programática para regular una globalización inevitable y necesaria. La agenda global por el cambio climático; el combate a los paraísos fiscales y al fraude fiscal masivo; la extensión de los Derechos Humanos y la implicación de las empresas y de los países en su cumplimiento; los tratados de libre comercio que protejan a sectores económicos vulnerables y extiendan al mundo estándares laborales, medioambientales dignos; la cooperación internacional y los acuerdos internacionales en materia de migraciones; la regulación y la fiscalidad de los movimientos de capital y las finanzas globales. Entre otras muchas cosas.

El PSOE interviene y regula el mercado, pero cree en él como motor del crecimiento. Nos preocupa el incremento de la desigualdad y el empeoramiento de las condiciones de trabajo y de vida del precariado. Pero eso no nos lleva a formulaciones panfletarias o a retoricas antiguas sino a nuevas soluciones redistributivas y fiscales que influyen en el abanico salarial o que crean nuevas figuras impositivas a la riqueza y al patrimonio.

El PSOE nunca fue una izquierda testimonial sino reformista. Somos más un partido de propuestas que de protestas. Somos la izquierda útil, protagonista de las grandes conquistas sociales y democráticas en la historia de España y debe seguir siendo el partido de mayorías capaz de ganar la confianza de un centro izquierda social ampliamente mayoritario en nuestro país.

Aceptar que la izquierda española se ha fragmentado sociológicamente no quiere decir que tengamos que competir con Podemos, mucho menos en su territorio. Benoît Hamon lo hizo en Francia contra Jean-Luc Mélenchon y su Francia Insumisa y su electorado se fue al centro (Macron) y a la extrema izquierda. Los socialistas franceses pasaron del 28% al 6,4%.

La legislatura española acaba de empezar. El PSOE puede liderar la oposición y hacer una oposición útil. En muchísimas ocasiones seremos implacables con el PP y su gobierno. Obtendremos victorias parlamentarias liderando el No a un gobierno en minoría. Pero, solo, con el “No”, no construiremos una alternativa. Yo creo que el PSOE es un partido de pactos y de país. Ambas cosas son necesarias en una España que sufre serios problemas de pobreza y una desigualdad enorme por la devaluación social a la que nos ha sometido el Partido Popular y ante los problemas territoriales y democráticos más graves de nuestra historia democrática. Todas nuestras propuestas de solución al modelo político y territorial necesitan del consenso en el nuevo panorama partidario español. Las reformas constitucionales que defendemos reclaman una cultura del pacto semejante a la de la Transición. Solo un partido que tiende su mano para construir, para reformar y solucionar la crucial encrucijada española, podrá ser percibido como un partido necesario.

Un votante alemán de Renania explicaba el pasado domingo que él quería “seguridad y progreso”. Nuestro drama en España es que desde hace unos años, el paradigma del progreso ha sufrido una brusca ruptura. Escuchar ese sentimiento popular, no es populismo. Pero generar la confianza ciudadana en que el PSOE les proporcione fiabilidad, solvencia, capacidad para gobernar la complejidad del nuevo mundo “con seguridad y en progreso”, es nuestro reto.

Yo no creo que el futuro político de España o de Europa se construya sobre dos opciones políticas, una a la derecha y otra en los extremos de la izquierda o de la derecha. Creo que la opción socialdemócrata seguirá siendo la fuerza del centro izquierda que más se parece a los ciudadanos y que más quiere la mayoría. Por eso compañeros, no desistáis, somos necesarios.

Publicado para Voz Pópuli, 20-05-2017