Dos evidencias: Pedro Sánchez ha
ganado con claridad y el proceso de primarias en el PSOE ha sido un ejemplo de
democracia directa y orden democrático. El desenlace ha sido limpio y la
participación muy alta. Quienes creímos que era necesario renovar la dirección del
partido tras la gestión pasada, nos equivocamos.
El sentimiento de la militancia
contra la abstención en la investidura de Rajoy era más fuerte de lo que pensábamos
y el contexto de corrupción del PP de las últimas semanas hizo el resto. Sin
duda, hubo y hay más razones en la victoria de Pedro que tienen que ver con el
debate ideológico de la izquierda y con la estrategia política futura del PSOE
que también han influido decisivamente en su triunfo y que configuran el futuro
para nosotros y para el país.
La primera condición de ese
futuro es que mantengamos la unidad interna. Eso requiere que todos, principalmente
quienes apoyamos a Patxi o a Susana, nos pongamos a disposición y ‘a la orden’,
y aceptemos colaborar con la dirección en los lugares y con las
responsabilidades que esta decida. La unidad exige también que la nueva
Ejecutiva integre a todos y evite sectarismos vengativos que prolongarían las
heridas abiertas en este proceso.
La segunda tarea es hacer un buen
congreso. Los delegados, esta vez en el ejercicio de un modelo de democracia representativa,
deberían confirmar las coordenadas principales del programa del nuevo
secretario general y aprobar unas resoluciones ideológicamente coherentes con
él. A su vez, su Ejecutiva deberá ser de integración y así ser apoyada por una
amplia mayoría del Congreso.
Ahí empezará una nueva etapa. La
definición de la estrategia política de oposición será el siguiente test. El
origen de la investidura y los mensajes de la campaña de las primarias
comprometen a la nueva dirección del PSOE a endurecer su discurso y a rechazar
los pactos con el Gobierno.Esto es lo que a priori cabe
suponer, teniendo en cuenta que el sentimiento contra la abstención ha sido
determinante en la nueva mayoría del PSOE y por supuesto en el discurso del
nuevo secretario general. Pero, ¿Cómo hacer esto compatible
con la ‘oposición útil’ que también se ha prometido? Es sabido que la utilidad viene
de los pactos que consigas y de las conquistas que obtengas en esos pactos. A
veces, los pactos suman oposición para vencer al Gobierno impidiendo sus
planes. Pero la mayoría de las veces, los pactos se hacen con el Gobierno para
arrancarle políticas o decisiones que solo él puede adoptar. Una buena muestra
de esa utilidad fueron, por ejemplo, los pactos sobre el salario mínimo, la
retirada de la Lomce o la aplicación de las sentencias europeas sobre las
cláusulas suelo que protagonizó el PSOE estos meses pasados. Más recientemente,
el PNV, con su pacto de los Presupuestos y el Cupo, es otro buen ejemplo de
‘oposición útil’.
Pero, una oposición ‘sin
concesiones’ nos llevará a una pugna con Podemos en la que, me temo, ellos siempre
serán más llamativos y tendrán menos límites que nosotros. Esa estrategia tiene
el riesgo de que la ingobernabilidad provoque un adelanto electoral cuyos
resultados nadie conoce. En esa línea, los socialistas debemos tener en cuenta
un análisis imprescindible. ¿Son los 180.000 electores del PSOE el mejor
reflejo de los 10 millones de votos a los que debemos aspirar? La experiencia
francesa demuestra que no es así, y estoy seguro que la dirección del PSOE lo
sabe y evitará esa peligrosa confusión.
El nuevo secretario general y
probable candidato a la presidencia del Gobierno debe forjar una alternativa ganadora
a la derecha. Tiene formas y formación para ello. Es moderno, urbano,
cosmopolita.Tiene ambición y representa un
cambio generacional interno evidente sobre el PSOE del pasado.Pero necesitará ganarse la
confianza de millones de españoles que no votaron el domingo. Necesitará generar
solvencia y fiabilidad en la gestión de una España compleja, con la crisis
territorial más grave de su historia moderna. Necesitará ser percibido como un
líder capaz de gobernar una economía globalizada que asegure el crecimiento
económico como condición de creación de empleo y de redistribución social. A la
salida de un colegio electoral en el Lander de Renania hace quince días
preguntaron a un votante por qué había votado a Angela Merkel. «Me da seguridad
y progreso», dijo. Ofrecer estas dos palabras mágicas en el siglo de la incertidumbre
es la gran asignatura pendiente de la socialdemocracia.
Las otras ya las tenemos
acreditadas.
Pedro Sánchez quiere ser –como es natural– presidente del Gobierno
y lo logrará si convierte al PSOE en una izquierda útil, no testimonial. En el
testimonio y en la protesta, hay otra izquierda. Somos la propuesta, la
responsabilidad, el pacto. Somos un partido del país – el que más se parece a
España, solíamos decir– y nos ofrecemos a la gente como un partido a su servicio,
fiables, solventes, serios, responsables. Para ser más concreto, no ganaremos las
elecciones prometiendo derogar la reforma laboral del PP, sino describiendo cómo
queremos el empleo del futuro. No basta con decir que defenderemos la sanidad
pública, sino que debemos explicar cómo y de dónde inyectamos un punto de PIB a
la joya de la corona del estado de bienestar. No ganaremos la confianza de los pensionistas
si no explicamos el origen fiscal de los 10.000 millones de euros que faltan
cada año para cuadrar su presupuesto. Y así podríamos seguir con nuestra
propuesta de reforma constitucional cuya única posibilidad de materialización
exigirá pactos de estado con el resto de fuerzas. Son solo algunos ejemplos de
un proyecto reformista y realista que debe caracterizar nuestra oferta
política.
No se trata de ganar las batallas
retóricas de la izquierda. Ya no bastan las proclamas sociales, sino las soluciones
reales a un mundo nuevo, que nos plantea cada día nuevos retos ideológicos a
las viejas coordenadas del siglo pasado entre izquierda y derecha.Por supuesto, hay izquierda, pero
o es nueva o quedará superada por una sociedad y unos electores que poco tienen
que ver con los que nos votaban el siglo pasado. Es una izquierda moderna,
valiente, que tiene respuestas a la nueva sociedad laboral, a las migraciones
masivas de este siglo, a la concentración urbana en las ciudades, al
envejecimiento, a la seguridad social del futuro, a los nuevos retos bioéticos,
al comercio internacional, a la seguridad cibernética… a tantas cosas. Esa es mi visión
un poco apresurada y muy preocupada para el nuevo PSOE.
Desde la distancia biológica y
geográfica de quien solo quiere lo mejor para él y para mi país.
Publicado en El Correo, 23/05/2017