Bruselas es desde ayer el escenario de la discusión sobre el Acuerdo entre la UE y el Reino Unido que dará luz verde a la convocatoria del Referéndum británico, probablemente en junio, para quedarse o irse de la Unión Europea.
La negociación de Tusk con Cameron ha terminado en un acuerdo que no gusta al federalismo europeo y que quizás, no contente a los británicos antieuropeos. Quienes queremos más Europa, más integración comunitaria, más coordinación y lealtad en la lucha contra el fraude fiscal, más policía europea frente al terrorismo internacional, más política solidaria de asilo e inmigración, mejor convergencia económica de la zona euro…quienes estamos, en definitiva, por una Europa que avanza y no retrocede en el sentido histórico de su integración, no podemos estar contentos.
No nos gustan esas retóricas declaraciones que relativizan la integración política de la Unión, ni ese maniqueísmo anti inmigratorio que rezuma la demanda británica de suspender sus ayudas sociales a quienes vayan al Reino Unido a buscarse la vida. No son éstas nuestras ideas sobre Europa, ni son éstas las respuestas que merecen las múltiples crisis que padecemos en Europa. Al contrario, estamos en la dirección opuesta y en valores de integración y cooperación federal.
Pero, como en otras muchas ocasiones en las que hay que elegir entre lo malo y lo peor, la victoria del 'no' a Europa en junio en Reino Unido, sería letal para una Europa gravemente amenazada por un neonacionalismo destructor y un populismo irresponsable. Ergo, al Consejo Europeo le corresponde dar la mano a Cameron y ponerle así al frente de una campaña que, junto a laboristas, sindicatos, empresas, City, medios de comunicación, etc., sea capaz de vencer ese sentimiento británico no europeo que tanto nos molesta y superar las encuestas, hasta obtener una mayoría que despeje esta gravísima incógnita europea.
Digo gravísima, no solo por los conocidos argumentos económicos y geoestratégicos que todo el mundo conoce sobre los daños que sufriríamos todos, los británicos y los europeos si Reino Unido se va de Europa, lo es mucho más, por la significación histórica de un país que deja la Unión, abriendo la puerta de salida a otros.
Cuando los vientos antieuropeos son tan fuertes en Francia, Holanda, Dinamarca, Polonia…Cuando en el Parlamento Europeo tenemos que razonar día tras día contra casi cien eurodiputados que no quieren Europa. Cuando la fragmentación nacional es más evidente que nunca en el fracaso de nuestra política de inmigración, o en la descoordinación policial o en las dificultades de colaboración interestatal en la lucha contra el fraude y la elusión fiscal. Cuando Europa sufre esta tentación neonacionalista en Hungría, Polonia, Francia…y el euroescepticismo avanza tan desgraciadamente. Cuando todo esto ocurre, lo último que podemos hacer es facilitar el No británico a una Europa que da su espalda a su singularidad.
La propuesta de Tusk no es perfecta, claro, como no lo son los resultados de las negociaciones antagónicas. Hubiéramos preferido evitar una disposición que afecta a la ciudadanía europea y a la igualdad de derechos de los europeos. Pero, en general, las disposiciones sobre gobernanza económica, competitividad y soberanía, son más retóricas/simbólicas, que cambios legales decisivos. En favor del acuerdo hay que destacar además que no hay reforma de tratados; que las reformas adoptadas afectan a todos los países por igual (es decir, no hay excepciones nacionales ni nuevos opt-outs) y que por supuesto, las reformas legales solo se abordarán después del Referéndum, es decir, solo si el Reino Unido se queda.
Naturalmente, habrá fuerzas que censuren el acuerdo UE-Reino Unido. Es muy cómodo y muy fácil el testimonialismo. Es muy frecuente escuchar reproches a los “privilegios” británicos en la Unión Europea y, claro, es más popular oponerse a algunas concesiones de la propuesta Tusk. Pero, quienes se sitúan en esas posiciones, tienen que asumir el riesgo de la derrota europea en el referéndum británico y defender después la Europa resultante.
No está de más recordar aquí la derrota de la Constitución Europea en Francia y Holanda en 2005, porque no era suficientemente europea o suficientemente progresista. Resultado: No hubo Constitución. Aquí pasa lo mismo. Defender ahora una Europa perfecta e íntegra que rechaza las demandas británicas, puede llevarnos a una Europa disminuida, con menos influencia geopolítica en el mundo, seriamente limitada en muchos de sus pilares (defensivo, exterior, comercial, etc.) y sin derechos sociales para los europeos que vivan en el Reino Unido. Peor aún, una Europa que inicia un camino no de ampliación, sino de reducción de sus Estados-Miembros.
No, el pragmatismo no es una posición tan cómoda como el populismo pero, ¿Qué habría sido de Europa sin él? ¿Cómo se resolvieron todos los problemas que ha ido superando la Unión a lo largo de su historia, sino a través de acuerdos pragmáticos?
El País, 19/02/2016