Leyendo estos días pasados un informe
que el gobierno socialista de Francia había solicitado a Louis Gallois, uno de
los grandes y más reconocidos directivos de empresa del país vecino, sobre las
medidas a adoptar para mejorar la competitividad de la industria francesa, me
sorprendió ver esta recomendación: “Continuar las investigaciones para la
explotación del gas de pizarra (Gaz de Shiste) y proponer a Alemania y otros
socios europeos un programa al efecto”.
Curiosamente, la iniciativa surge en
Francia, el país con más Centrales Nucleares del mundo y con el precio de la
energía más competitivo de Europa. Pues bien, a pesar de no ser Francia un país
demasiado dependiente de energía externa, y de tenerla barata, ellos sí se han
tomado en serio este asunto que, en otros lares, hemos despachado con un
ecológico desprecio.
Al parecer hay bastante gas de pizarra
en nuestro subsuelo. La tecnología para sacarlo es discutida por los efectos
que pudieran producir el agua y sus componentes químicos inyectados a presión
para pulverizar las pizarras. El tema es, desde luego, técnicamente complejo y
no me siento con autoridad como para emitir una opinión. Lo que me sorprende es
que aquí ya lo hayamos decidido y rechazado. El PNV de Urkullu en la campaña de
hace unos meses, ya dijo “Fracking ez”.
Pero resulta que de energía andamos
fatal. No la tenemos, la importamos y es muy cara. Resulta que los americanos,
que han desarrollado la tecnología para la explotación de este gas, tienen más
de cuarenta mil pozos de explotación de un gas 2,5 veces más barato que el que
importamos nosotros y exportan gas a medio mundo. Resulta que la UE,
efectivamente, ha comprobado que, al parecer, en toda la costa atlántica puede
haber mucho de este gas pizarroso, y se han puesto a realizar estudios para determinar
la conveniencia de su explotación y para evaluar sus riesgos.
Confieso que no tengo opinión formada,
pero me niego a dejarme arrastrar por la pancarta o por el slogan electoral. Me
niego a creer que nosotros somos más ecologistas que otros y a reírnos de los
americanos y de los franceses -por cierto mucho más ricos que nosotros y mucho
menos necesitados de importar energía-, como si fueran unos desalmados
depredadores de nuestro ecosistema. Simplemente quiero saber y decidir con
conocimiento de causa y con una pormenorizada relación de ventajas e
inconvenientes. El pueblo debe saber, se dice habitualmente. Pues eso, hagamos
los debates en serio y en profundidad.
Pasa lo mismo con las renovables. El día
31 de diciembre oí en una radio a un ecologista defender la apuesta por la
energía solar en España, con el simplista argumento de que tenemos mucho sol.
Pero claro, olvidaba decir que las primas a las energías renovables que pagamos
los españoles, encarecen enormemente el precio de nuestra energía y que eso
perjudica la competitividad de nuestro país y puede acabar expulsando de España
a algunos sectores industriales especialmente intensivos en el consumo de
energías, como la industria del acero, entre otras muchas. Y olvidaba decir
también que, como consecuencia de la apuesta renovable que hemos hecho en los
últimos quince años, hemos acumulado un déficit de tarifa de cerca de 30.000
Millones de Euros que gravan las cuentas públicas del Estado, es decir, de
todos nosotros.
Naturalmente, estamos orgullosos de haber desarrollado tecnología e industrias renovables estos años y, en mi opinión, deberíamos seguir haciéndolo, pero con un mejor equilibrio y unas primas más reducidas y sostenibles. Algo de esto se ha pretendido con la nueva Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética, cargando nuevos impuestos a las compañías eléctricas a las que se les ha impuesto una nueva tasa a la generación actual de energía, lo que, de paso, ha cerrado Garoña. Porque, efectivamente, la famosa Central Nuclear no la han cerrado los ecologistas, ni las manifestaciones, ni las resoluciones del Parlamento vasco, ni el gobierno Zapatero, que dictaminó su cierre en verano de 2013. No, la Central Nuclear de Garoña ha cerrado, en parte por vieja, desde luego, pero lo que le ha dado la puntilla es la nueva tasa que le ha impuesto el gobierno del PP. ¡Quién lo iba a decir!.
Ciertamente, la apuesta por las renovables me parece una de las grandes decisiones estratégicas de un país. Discrepo, desde luego, de la moratoria absoluta que ha impuesto el gobierno del PP y del parón brutal que ha dado a la industria y a la generación de toda clase de energía renovable en España. Pero también esa apuesta requiere estudiar con detenimiento los costes y sus pagadores. El debate energético, en definitiva y en todos sus múltiples planos, me parece uno de esos temas claves en nuestro futuro.
Viene todo esto a cuento, de la simpleza con que, a veces, abordamos -y decidimos- cuestiones de enorme envergadura y trascendencia, sin que la ciudadanía pueda evaluar objetiva y seriamente, las consecuencias de decisiones trascendentes a través de debates engañosos por su simplificación
Publicado para El Correo, 17/01/2013.