27 de febrero de 2012

Nada será igual (27/02/2012)


Hay momentos en la historia en los que todo empuja al cambio. A veces, el cambio viene de un descubrimiento tecnológico: la máquina de vapor a finales del siglo XVIII, o el motor eléctrico, a finales del siglo XIX, impulsaron la llamada Revolución Industrial. A veces, el cambio surge de un ideal cultural como lo fueron en diferentes momentos históricos el Renacimiento o la Ilustración. Otras veces, las grandes transformaciones surgieron como consecuencia de grandes hecatombes económicas o humanas: Roosevelt pilotó el ‘new deal’ en EE UU después de la gran depresión y los europeos construimos Europa, o la más avanzada arquitectura social del Estado del bienestar, sobre las ruinas de la gran guerra, a mediados del último siglo.

Pocas veces, sin embargo, las fuerzas que impulsan el cambio han sido tan variadas y convergentes como las que están teniendo lugar en estos años. La revolución tecnológica en todos los ámbitos del conocimiento es incomparable con cualquier otra en la historia. Internet es sólo el comienzo de un mundo que hoy no podemos predecir. La globalización económica, productiva y financiera está configurando un nuevo espacio planetario para todo y una nueva geoestrategia económica, política y militar. El desplazamiento económico hacia Asia alumbra un nuevo reparto del poder y del progreso en el mundo. La caída del muro y la crisis financiera del capitalismo veinte años después nos arrastran a una redefinición ideológica cuyos perfiles sólo se intuyen todavía. A todo ello se unen fenómenos sociales profundamente transformadores: la revolución feminista, las migraciones masivas, el envejecimiento de Occidente o la concentración de la vida en ciudades y en las grandes conurbaciones.

La enorme crisis que estamos sufriendo es también expresión de estos cambios profundos que estamos viviendo y que no somos capaces de ordenar, de controlar y de dominar, generando estas sensaciones de desasosiego y de incertidumbre que tenemos todos, en Madrid y en Lima, en Frankfurt y en Pekín. La gente está preocupada porque percibe que no gestionamos los cambios. En Europa –más que en ningún otro lugar del mundo– esa incertidumbre es ya angustiosa.

La principal responsabilidad de este estado de cosas nos corresponde a los dirigentes sociales. Ya seamos dirigentes políticos, mediáticos, empresariales, o de otros muchos ámbitos. Pero no sólo. A la sociedad le corresponde también ponerse en pie, comprender los cambios y adaptarse a sus consecuencias, ser conscientes de que no valen viejas respuestas a nuevas preguntas. Entender los nuevos parámetros en los que se dilucida el futuro y aceptar esos nuevos escenarios. Cambiar nuestros esquemas, mentales y culturales, económicos y vitales, será necesario para sobrevivir y para superar esta crisis infinita, esta tormenta perfecta que estamos viviendo en Europa y en España, más en particular.

Cambiar quiere decir muchas cosas. Aceptar que la renta y la riqueza que creíamos tener, no es recuperable a medio plazo. Saber que tenemos que hacer un esfuerzo de competitividad personal en capacitación técnica, en dominios polivalentes, en idiomas extranjeros, en nuestra excelencia laboral. Cambiar es mirar al mundo como el campo de juego de nuestra actividad profesional, incluso de nuestro espacio vital, superando un chauvinismo localista, nefasto para los tiempos que corren. Cambiar es redimensionar nuestros servicios públicos a nuestras contribuciones fiscales y equilibrar ingresos y gastos a lo que verdaderamente podemos, no a lo que teníamos o a lo que creíamos poder.

Cambiar es asumir que todo tenemos que hacerlo mejor. Que la rutina nos arruina. Que hay que hacer las mismas cosas innovando, mejor y de otra manera. Que hay que hacer nuevas cosas. Siempre, mirando al mundo. Cambiar es comprender el trabajo y la empresa de otra manera, transformando la cultura del antagonismo social en comunidad de intereses, en corresponsabilidad y coparticipación. Cambiar es asentar valores de solidaridad e igualdad de oportunidades en una sociedad socialmente vertebrada, como espacio social, equilibrado, justo y sostenible.

Estamos viviendo un torrente de cambios y a veces la sociedad los mira como si no fueran con nosotros. Como si estuviéramos viendo un documental fantástico que describe una realidad ajena. Seguimos cómodamente sentados en nuestra butaca, sin comprender que son nuestras propias coordenadas las que se están alterando, un poco como los humanos de hace siglos, que al ver salir el Sol creían que era el astro rey el que giraba sobre la Tierra, hasta que llegaron Copérnico y Galileo para demostrarles que no, que era la Tierra la que giraba sobre su propio eje.

Algo parecido nos pasa ahora a los europeos. O somos capaces de hacer frente a los problemas de financiación de nuestras deudas soberanas, de gobernanza económica-monetaria, de envejecimiento acelerado, de dependencia energética, de falta de competitividad en la globalización, de calidad de nuestras universidades y de inversión en I+D+I, de desempleo masivo, etc., o podemos acabar siendo el más bello destino turístico del mundo. Hay que cambiar, porque las salidas a la situación que vivimos exigen cambios profundos en casi todo. Somos los líderes sociales quienes tenemos que pilotar estos cambios y vertebrar a la sociedad hacia la superación de estos retos formidables. Pero no será posible hacerlo si no generamos un cambio de actitudes y aptitudes sociales hacia el cambio cultural que nos exige el nuevo tiempo. Hay que cambiar porque, mañana, nada será igual.

Publicado en el Correo, 27/2/2012

Jornada "Democracia y constitucionalismo: 200 años después de Cádiz"



En la Sala Campoamor, del Senado de Madrid, se ha celebrado la Jornada de debate "Democracia y constitucionalismo: 200 años después de Cádiz" organizada por la Asociación de Periodistas Parlamentarios.

Resumen de la intervención:

El desarrollo del Estado autonómico arrastra dos problemas pendientes de solución, que son la financiación de las comunidades, insuficiente para las competencias que ejercen, y la extensión del autogobierno de forma idéntica en todas las autonomías, cuando dos de ellas, Cataluña y el País Vasco, plantean políticamente una realidad diferente.

Reformas Pendientes de las Comunidades Autónomas.

Sobre las reforma pendientes el modelo territorial y de reparto competencial es irreversible, pero persiste un problema en torno al título VIII a pesar del buen funcionamiento en las tres décadas de democracia. Y la causa es doble. Por un lado, la falta de financiación suficiente para las competencias que las comunidades han asumido.
Eso está explotando en Cataluña. En aquella Comunidad se está poniendo sobre la mesa un modelo de financiación similar al vasco o al navarro al partir de un cálculo que no se hace en el régimen general: cuánto se recauda en la comunidad y cuánto queda de eso para el Gobierno autonómico.
Además de resolver este problema económico, persiste otro, también importante y también en torno a Cataluña además de al País Vasco.
En ambas comunidades existe una realidad política que puja hacia un modelo de descentralización política mayor del actual, dada la realidad nacionalista que existe en ambos casos. Si se avanza en esta línea y se extiende a todas las regiones el Estado se quedará cada vez más flaco.
Lo que fue una virtud al redactar la Constitución de 1978, la extensión de las características de las llamadas comunidades históricas al resto de autonomías, hoy es un problema que es necesario afrontar. El sistema es irreversible, el sistema español será autonómico o no será, pero tiene elementos de dificultad que tenemos que abordar como parte de la realidad política española.

Reformas pendientes de la actual Constitución.

Es necesario defender las bases sobre las que se asienta la Constitución de 1978, así como el marco de convivencia que se consiguió: instauración de un estado social y de derecho, el reconocimiento del autogobierno o la consolidación del sistema de partidos políticos, que son, los que permiten que la democracia se articule.
No es posible articular la democracia tal y como la conocemos fuera de los partidos políticos. No lo es, aunque el sistema es perfeccionable.

Sobre las reformas pendientes si no se afrontan es por falta de consenso suficiente.
La Carta Magna se ha reformado en dos ocasiones, para adaptarla al tratado de Maastricht y para establecer el límite de déficit, pero los asuntos pendientes son de otro calado y al abrirles la puerta, las formaciones nacionalistas y minoritarias exigen también abordar otras reclamaciones, como el derecho de autodeterminación, la instauración de la república o cambios en la ley electoral.

Son necesarias otras modificaciones además de las cuatro que el Gobierno se planteó en la anterior legislatura (igualdad de sexos en la sucesión al trono, la denominación de las CCAA, la incorporación de España a la UE y reforma del Senado).

Sería necesario por ejemplo que el derecho a la salud figurase como un derecho fundamental, equiparado al derecho a la educación, y no como un principio orientador del Estado; también es necesario quitar prevalencia a la Iglesia católica y equiparar a todas las religiones; así como es necesario eliminar la pena de muerte en el único caso posible, el estado de guerra, y también reconocer mejor los derechos de las personas con discapacidad.

 




22 de febrero de 2012

Acuerdo Parlamentario sobre la gestión del final de ETA.

Acuerdo Parlamentario sobre la gestión del final de ETA.

1.- Constata que el anuncio del cese definitivo de la actividad terrorista de ETA producido el pasado 20 de octubre ha sido la consecuencia de la movilización de la sociedad contra el terrorismo por las libertades, la unidad de las fuerzas políticas, la labor ejemplar de las víctimas del terrorismo, la firmeza del Estado de Derecho en la aplicación de la ley, la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad y la cooperación internacional, todo lo cual constituye la mejor evidencia de la victoria de la democracia sobre la organización terrorista ETA.


2.- Insta al Gobierno a mantener el diálogo con el Gobierno vasco, con el Gobierno de Navarra y con las fuerzas democráticas, promoviendo la máxima unidad de acción para:

a) exigir a ETA su disolución definitiva e incondicional.

b) reforzar el compromiso con las victimas del terrorismo para salvaguardar la memoria y la verdad, defender la dignidad y hacer justicia a todas las personas que han sufrido la violencia terrorista.

c) favorecer los esfuerzos hacia una convivencia social construida sobre los principios y valores en que se sustenta el Estado de Derecho.


3.- Insta al Gobierno a velar por el cumplimiento estricto de la ley y la persecución, en su caso, de cualquier conducta contraria al ordenamiento jurídico, con especial atención a la defensa de los principios democráticos, los derechos y libertades fundamentales y la convivencia pacífica de los ciudadanos.

Rueda de Prensa ofrecida en el Congreso de los Diputados tras el Acuerdo.