Ramón Jáuregui Atondo (S-D).
Señor Presidente, querría expresar, en primer lugar, que yo estoy alarmado por este debate, porque lo que debería ser un día de celebración para Europa está resultando ser un debate en el que se ha llegado a cuestionar la intervención del Presidente del Parlamento felicitándose por los resultados.
Ha habido más de diez intervenciones contrarias abiertamente, no ya a Europa —lo cual puede ser legítimo—, sino inclusive al propio resultado democrático del referéndum en Irlanda.
Yo creo que es hora, es momento de decir en esta Cámara que aquí, donde reside la soberanía popular de la ciudadanía europea, nueve de cada diez ciudadanos aquí representados están a favor de Europa, que hay una corriente de fondo de los grandes partidos democráticos de Europa a favor de Europa. Y es también conveniente decir y recordar a sus Señorías que el Tratado de Lisboa es una condición necesaria para hacer más Europa, para hacer una Europa más unida y más fuerte, pero no es una condición suficiente, desgraciadamente.
Yo querría dirigirme a todas sus Señorías para expresarles que, si hace 60 años los padres fundadores pensaron probablemente que Europa era la necesidad de construir un espacio común de paz después de la tragedia de la guerra, después de la pretensión de imposición de ideas o de hegemonías políticas de unos sobre otros en Europa, hoy Europa se justifica de otra manera. Hoy estamos ante el inicio de una gobernanza del mundo y, o estamos ahí, o no estamos. El debate es un debate shakesperiano, es ser o no ser para Europa.
Hace muy pocos días he tenido la oportunidad de hablar con gente que estuvo en Pittsburgh, y la reflexión que me trasladaban era que el mundo no mira a Europa, mira a Asia. Europa tiene que estar unida y ser fuerte para hacerse presente en las mesas de la gobernanza del mundo. Y si no estamos ahí, no seremos, no pintaremos, no tendremos capacidad de influencia. Por eso, Lisboa es un camino, pero hay que recorrerlo.
Señor Presidente, querría expresar, en primer lugar, que yo estoy alarmado por este debate, porque lo que debería ser un día de celebración para Europa está resultando ser un debate en el que se ha llegado a cuestionar la intervención del Presidente del Parlamento felicitándose por los resultados.
Ha habido más de diez intervenciones contrarias abiertamente, no ya a Europa —lo cual puede ser legítimo—, sino inclusive al propio resultado democrático del referéndum en Irlanda.
Yo creo que es hora, es momento de decir en esta Cámara que aquí, donde reside la soberanía popular de la ciudadanía europea, nueve de cada diez ciudadanos aquí representados están a favor de Europa, que hay una corriente de fondo de los grandes partidos democráticos de Europa a favor de Europa. Y es también conveniente decir y recordar a sus Señorías que el Tratado de Lisboa es una condición necesaria para hacer más Europa, para hacer una Europa más unida y más fuerte, pero no es una condición suficiente, desgraciadamente.
Yo querría dirigirme a todas sus Señorías para expresarles que, si hace 60 años los padres fundadores pensaron probablemente que Europa era la necesidad de construir un espacio común de paz después de la tragedia de la guerra, después de la pretensión de imposición de ideas o de hegemonías políticas de unos sobre otros en Europa, hoy Europa se justifica de otra manera. Hoy estamos ante el inicio de una gobernanza del mundo y, o estamos ahí, o no estamos. El debate es un debate shakesperiano, es ser o no ser para Europa.
Hace muy pocos días he tenido la oportunidad de hablar con gente que estuvo en Pittsburgh, y la reflexión que me trasladaban era que el mundo no mira a Europa, mira a Asia. Europa tiene que estar unida y ser fuerte para hacerse presente en las mesas de la gobernanza del mundo. Y si no estamos ahí, no seremos, no pintaremos, no tendremos capacidad de influencia. Por eso, Lisboa es un camino, pero hay que recorrerlo.