Dice Sarkozy que si los directivos son buenos es normal que ganen mucho dinero. Nadie cuestiona que ganen mucho. Lo que algunos censuramos desde una óptica de responsabilidad social de las empresas es que el abanico salarial se haya disparado a proporciones estratosféricas.
Lo que sigue siendo incomprensible, innecesario y absolutamente injusto es que en una empresa la desproporción salarial entre sus empleados sea, como lo es en demasiadas compañías multinacionales, de 1 a 1000. La lógica salarial del mundo hasta hace muy pocos años establecía como proporcionados y razonables abanicos de 1 a 10 ó 1 a 20. Podemos admitir que el fichaje de “ejecutivos milagrosos” transforman los resultados de las empresas y merecen abanicos de 1 a 100. Pero es evidente, que nada ni nadie puede justificar salarios multimillonarios que ofenden a la ética y a la dignidad humana.
Pero lo que es peor, no es el abanico. Lo que es peor, es que además, en muchos casos esos ingresos se producen sin ninguna correspondencia a los resultados como por ejemplo los contratos blindados y los ingresos extrasalariales (fondos de pensiones, etc....), ajenos a resultados y en muchos casos percibidos paralelamente a sonoros fracasos empresariales.
Por último, en la escala de las denuncias que estas prácticas merecen desde una óptica responsable, hay que situar en la cúspide de la pirámide a los incentivos tóxicos de los directivos, es decir, a las bonificaciones sobre resultados financieros objetivamente contrarios a la sostenibilidad de las empresas. Digo sostenibilidad en un sentido amplio, incluyendo la sostenibilidad estratégica y económica de las empresas cuando los incentivos priman operaciones financieras de descapitalización de las empresas, contrarias a la apuesta tecnológica e innovadora del producto o cuando dichos estímulos atentan directamente a la sostenibilidad del núcleo mismo del negocio (hipotecas sub-prime, inversiones especulativas, etc.)
Es por todo ello que suscribo totalmente algunas de las medidas y de las invectivas del Presidente Obama a este círculo. Llamar “sinvergüenzas” a los directivos de Wall-street que se han embolsado casi 15 mil millones de dólares en el año 2008 como bonus, después de haber provocado la crisis financiera internacional más importante de la historia, es una manera suave de calificar esos comportamientos.
Establecer un tope de 500.000 dólares anuales a los directivos de bancos y compañías que reciben ayudas públicas, es una medida de justicia elemental para que los ciudadanos que están sufriendo la crisis, acepten su generosa contribución a dichas empresas.
Todo ello es, en definitiva, nueva muestra de un nuevo tiempo en el que la política toma las riendas de la economía, el Estado reafirma su papel frente al mercado, y se empiezan a establecer nuevos mecanismos de intervención, regulación, supervisión, etc. sobre una actividad y unos comportamientos desbocados por la codicia.
Diario Responsable 06/02/2009