Es tiempo de buenos deseos. Con más o menos afecto, protocolaria o sinceramente, nos hemos deseado lo mejor para este nuevo año que comienza, como si realmente las oportunidades fueran a llegar por el simple paso de una hoja del calendario, olvidando, en una especie de liturgia comúnmente aceptada, que la vida es un transcurrir continuo, ajeno a las celebraciones que cabalgan entre finales de diciembre y principios de enero.
Efectivamente, la mayoría de las cosas que configuran nuestro hábitat exterior, la economía, la política, nuestro trabajo, los servicios públicos, nuestra carrera formativa y profesional, nuestra ciudad, no dependen de la simple adición de una unidad al número de nuestro año.
Sin embargo, no es menos cierto que en los meses de este año que comienza ocurrirán acontecimientos que indefectiblemente tienen que producirse y que abren una ventana al cambio o a la superación de situaciones que deseamos mejorar. Es por eso que se hacen previsiones sobre esos aconteceres, preñadas de buenos deseos, casi siempre optimistas e interesadas y ya veremos si acertadas.
El presidente del Gobierno, por ejemplo, ha reiterado su conocida confianza en la economía española pronosticando una recuperación del crecimiento y del empleo para la segunda mitad del año. Sin duda en 2009 llegará el verano y con él un periodo tradicionalmente expansivo de nuestra economía, generador de contratación laboral y consumo. Es también seguro que para entonces la ingente cantidad de dinero que hemos puesto al servicio de la inversión en obras públicas (setecientos mil millones aproximadamente) habrá amortiguado en parte el agujero tremendo que se ha producido en el empleo del sector de la construcción (creará un millón de empleos).
Es posible -aunque no seguro- que las medidas financieras que ha previsto el Gobierno para facilitar la liquidez y el funcionamiento normal del crédito hayan dado ya resultados y el dinero circule de nuevo por las arterias de nuestra economía. Es también probable que hayan terminado los 'cracks' financieros que hacen temblar el mundo del capital y que la confianza económica general empiece a recuperarse. Pero ¿es todo ello suficiente como para aventurar la recuperación en el segundo semestre? La objetividad de la crítica exige, sin embargo, dos atenuantes. De una parte, Zapatero habla de «esperanza razonable», no de certidumbres futuras, y de otra, cabe situar su proverbial optimismo en esta materia, casi, como una obligación del gobernante ante el catastrofismo de algunos -en particular el primer partido de la oposición- y como señal de confianza hacia los ciudadanos para que crean en su país, en su Estado, en sus empresas, y para que recuperen la confianza en sus iniciativas, inversiones, consumo, etcétera, cuando pase lo peor de la crisis, que el presidente sitúa en los primeros meses de 2009.
Otro buen ejemplo de mensaje interesado nos lo ha dado Ibarretxe reiterando su confianza en un gobierno nacionalista. El 1 de marzo habrá elecciones autonómicas. Pero de ahí hasta asegurar que el tripartito es el «cauce central» para gobernar en Euskadi hay una distancia infinita en la que de nuevo el lehendakari confunde deseos con realidad. Probablemente el mismo y gran error del PNV y del nacionalismo vasco de estos últimos diez años: confundir su deseo o su proyecto nacionalista con el de la totalidad de la población vasca y tratar de imponer a la pluralidad identitaria y territorial de Euskadi una arquitectura política esencialmente nacionalista.
Aventurar quién ganará es tontería Pero no lo es anunciar que nunca como en esta ocasión hay una oportunidad de cambio político profundo en el país. Dicen los sondeos que PNV y PSE están empatados. Yo lo creo, y también creo que puede ganar cualquiera de los dos. Lo que sí parece seguro es que el lehendakari no podrá repetir gobierno nacionalista. ¿Y entonces ...? Todo está abierto. Patxi López puede ser lehendakari y, salvando las distancias, eso en Euskadi puede ser como el cambio del 20 de enero en EE UU. El mundo seguirá girando, es verdad, la crisis golpeará el empleo y la vida de millones de personas, sin duda. La agenda de los problemas se agolpará en la mesa del despacho oval, y del nuevo lehendakari, desde luego Pero una ventana de oportunidades se habrá abierto de par en par para hacer país de otra manera. Para buscar la paz con otra estrategia. Para ofrecerle al país otra alternativa, otras personas, otros dirigentes. Para construir nuestra comunidad con otros principios y con otros objetivos.
Los buenos deseos incluyen siempre la desaparición de la violencia. Aunque lo hagamos de manera mecánica, todos nos deseamos paz como expresión del anhelo más común y más sentido de los vascos. Pero me temo que es otro deseo incumplido. La solidaria y generosa petición de la familia Uria para que Inaxio sea la última victima de ETA será desgraciadamente desoída por quienes lo mataron y todos sabemos que nuestro horizonte político y sobre todo humano está atravesado por este riesgo cruel. ETA volvió a la violencia a finales de 2006. Desde entonces libramos un nuevo pulso entre democracia y totalitarismo que quizás sea el último, pero que será largo y que nos ocupará también este año que empieza.
Han ocurrido estos últimos días dos cosas interesantes que prueban ese mensaje ambivalente en el que se mueven los pronósticos más objetivos sobre nuestra particular tragedia. La primera es la información con la que la propia banda pretendía justificarse, una vez más, al anunciar cuatro de sus miembros que ingresaban en ETA. En realidad ya estaban en ella porque eran huidos y se fueron porque habían cometido delitos. Su fantasmagórica aparición en una foto de un periódico amigo era una patética operación de propaganda y proselitismo enarbolando su vieja y falsa bandera: que para defender sus ideas era necesario empuñar las armas.
Esta burda manipulación de la realidad no habría debido ser pública si no fuera porque algunos se prestan a este ejercicio de enaltecimiento del terrorismo. Pero, en fin, no se la creen ni ellos. Por eso hacen estos ridículos montajes que sólo los más fanáticos y los más indocumentados pueden creer.
En sentido contrario, sólo unos días después, unas 150 personas se reunían para apoyar a los familiares de cuatro presos de ETA que leyeron un nueva carta de este colectivo reclamando el cese de la violencia y apostando por la creación de un polo soberanísta y por la defensa, en definitiva, de sus ideales a través de la política, en lo que parece el más serio signo de división surgido en esa organización en los últimos años.
Todos sabemos además, que estas reflexiones asaltan el bastión fundamentalista de ETA desde todos los frentes: dirigentes de la izquierda abertzale, votantes, familiares, organizaciones afines, amigos internacionales, etcétera. Quizás por eso, precisamente, expulsan del colectivo a la disidencia (incluso eliminando sus imágenes de esas macrofotos con cientos de presos en las que certifican su derrota). Seguro que por eso, también buscan gestos como el de la foto de los huidos que comentábamos más arriba. Ése es el sentimiento ambivalente del que les hablaba. Por eso es tan coherente como realista decir que desgraciadamente la violencia de ETA seguirá, aunque al hacerlo acentuara su caótico final.
El hecho de que ETA ofrezca «ridículos montajes» como el de los cuatro miembros que entraban en la banda y los apoyos a los presos que reclaman el cese de la violencia prueban, según el autor, que «es tan coherente como realista decir que la violencia seguirá aunque al hacerlo acentuará su caótico final»
El Correo 3/01/2009