I. INTRODUCCIÓN
En el corazón de esta utopía que encabeza este artículo, late precisamente una aspiración de justicia social y de dignidad laboral tan vieja como el mundo. Hoy puede llamarse, más pomposamente, sostenibilidad y añadir así esa exigencia de que nuestras actividades económicas y productivas en general, no menoscaben los recursos existentes y respeten el futuro de las próximas generaciones. Pero cuando apelamos a una “nueva empresa en una nueva sociedad”, estamos reconociendo, en el fondo dos cosas: que las actuales no cumplen esas exigencias o esas aspiraciones y que, sin embargo, es posible que, en una “nueva” concepción de la empresa y de la sociedad, pudieran llegar a cumplirlas.
Esta es mi aproximación al poliédrico tema de la Responsabilidad Social de las Empresas. La de quien quiere ver a la RSE como una herramienta de avance social, como una feliz oportunidad de que las empresas, en la búsqueda de su competitividad, incorporen a su estrategia niveles de excelencia en las relaciones con sus empleados, con el medioambiente y con sus entornos sociales e institucionales más próximos. Es así como se produce una extraordinaria convergencia entre los que se acercan a la RSE porque saben que es una herramienta imprescindible de innovación y modernidad de la gestión empresarial en una economía competitiva global y los que lo hacemos creyendo además, que la RSE puede ser una formidable palanca de cambio social para que puedan avanzar la democracia cívica, la cohesión social, la dignidad laboral y las bases sostenibles de nuestro ecosistema.
II. ORÍGENES Y CONCEPTO
Pero, antes de tan pretenciosas intenciones, debiéramos hacernos algunas preguntas: ¿Qué es la RSE? ¿A qué responde? ¿Cuáles son las fuerzas que la impulsan? ¿Cuáles son sus carencias y obstáculos? ¿Cuál será su futuro? ¿Será simplemente una cuestión pasajera? ¿Es una moda? ¿Es una técnica de gestión? ¿Corresponde a un nuevo invento de un gurú de la gestión empresarial o responde a fuerzas más estructurales y por tanto de mayor proyección?
Aunque de la RSE hemos empezado a hablar en serio sólo hace cinco o seis años, las ideas que relacionan empresa y sociedad, son tan viejas como el mercado. Por eso, en las teorías sobre los orígenes del concepto, hay quien se remite a principios del siglo XX. En EEUU ya en 1.929 el presidente Hoover encargó la elaboración de un informe sobre “las disfunciones entre el crecimiento económico y el desarrollo social”, y en los años cincuenta y sesenta, algunos sociólogos comenzaron a destacar el enorme poder y la consiguiente responsabilidad de los grandes emporios industriales que se estaban creando en el contexto económico virtuoso de los treinta años de la posguerra mundial. En 1.973 un economista y sociólogo norteamericano, Daniel Bell, publicó: “The coming of Post Industrial Society”, destacando entre sus ideas centrales que “la responsabilidad social de las empresas se convertirá en el eje del debate en los próximos años”. Esta opinión nunca fue pacífica. Desde el principio de los tiempos de la libre empresa se ha dicho que el objetivo esencial y único de la empresa es obtener un beneficio y, dicho en términos financieros actuales, elevar el precio de la acción. Baste citar a Milton Friedman, precursor de los neoconservadores de hoy, señalando que el directivo sólo tiene una responsabilidad, y ésta lo es para con sus patronos. “Esa responsabilidad consiste en dirigir el negocio de acuerdo con los deseos de aquellos que, generalmente se reducirán a ganar tanto dinero como sea posible, siempre que se respeten las reglas básicas de la sociedad, tanto las prescritas por la ley como por la costumbre moral”.
Dos autores norteamericanos, expertos en el management, contestaron en su día a Friedman. Kenneth Andrews consideraba la RSE un compromiso inteligente y objetivo y la sitúa como el cuarto componente de la estrategia empresarial junto a las oportunidades de mercado, las competencias corporativas y los recursos y valores internos. Peter Drucker, en 1.993, señalaba que las reglas básicas para obtener una actuación responsable, se pueden resumir en tres: “En primer lugar, quien dirige una empresa debe subordinar sus acciones a un estándar de conducta ética, refrendando su propio interés y autoridad siempre que el ejercicio de ambos pueda causar daño al bien común o a la libertad de los individuos. En segundo lugar, el directivo, frente a cada decisión, debe preguntarse cuál sería la reacción pública si todas las empresas actuaran de la misma manera. Y, en tercer lugar, al ser cada uno responsable de los impactos que causa intencionadamente o no en el entorno, el directivo tiene el deber de identificarlos anticipadamente y si no se pueden considerar plenamente conformes con el tipo de actividad por la que la sociedad y los clientes quieren pagar, se puede considerar como impactos sociales no deseables y, por tanto, se tiene la responsabilidad de evitarlos”.
Doménech Melé, investigadora del IESE ha publicado recientemente en la revista “EKONOMIAZ” del Gobierno Vasco, una revisión crítica de las principales teorías de la RSE, concebida ésta desde cuatro planos diferentes. Una primera destaca la idea de la Responsabilidad Social “al considerar que la empresa en su actuación en la sociedad produce no sólo efectos económicos, sino también sociales. Desde esta perspectiva, se habla de actuación social de la empresa para significar el comportamiento empresarial orientado a producir menos daño y unos resultados más beneficiosos para la gente y la sociedad.” La RSE se ve aquí como una inversión para crear reputación empresarial de la que se esperan ciertos retornos a medio o largo plazo.
Un segundo enfoque es el clásico de la “teoría del valor” para el accionista. Realmente, esta teoría niega el sentido y la filosofía misma de la RSE pues para sus defensores, la empresa no tiene más responsabilidad social que la de maximizar el valor de la acción. Cualquier otra actuación social sólo será aceptable si contribuye a ese objetivo económico.
La tercera, según Doménech Melé, es la teoría de los grupos implicados. Según ella, “es la empresa y en su nombre los directivos y quienes la gobiernan, quienes tienen responsabilidades hacia todos los grupos constituyentes de la empresa, y no sólo hacia los accionistas (stakeholders). Entre estos grupos de implicados se encuentran los empleados, los accionistas, los clientes y consumidores, los proveedores y la comunidad local. En algunos casos, también pueden considerarse grupos implicados algunas organizaciones cívicas, medios de comunicación y otros grupos sociales”.
Por último, la autora citada alude a la teoría de la “ciudadanía empresarial”. Como fundamento de la RSE, esta teoría viene a reclamar las exigencias de la ciudadanía para las empresas “se considera que la empresa es parte de la sociedad y ha de participar en la vida social contribuyendo en alguna medida y voluntariamente al desarrollo y bienestar de la sociedad más allá de la creación de riqueza”.
Pero además del debate teórico sobre los orígenes y fundamentos de la RSE, lo cierto es que esta nueva concepción de la empresa ha cobrado extraordinaria extraordinaria fuerza no sólo como factor de estrategia empresarial moderna en una economía globalizada y financiera, sino también como nuevo elemento de reflexión ideológico en el contexto de los cambios sociales y políticos que se están produciendo desde la caída del muro, a finales de los 80 del siglo pasado.
Es esta convergencia de factores económicos e ideológicos la que produce una combinación de impulsos a la RSE. Los unos proceden de una exigencia de calidad y excelencia en todos los planos de la estrategia empresarial. Algo así como un plus de exigencia en el proceso productivo y en la concepción integral de la empresa en relación con todos sus grupos de interés, desde los trabajadores hasta los proveedores, pasando por clientes, instituciones y entorno social. Y de otro, toda una serie de implicaciones y relaciones con el entramado social en el que habita la empresa, surgidas de ese nuevo rol que desempeñan las empresas en la nueva sociedad. Un papel cada vez más relevante, revaluado por la importancia y las repercusiones de sus decisiones empresariales y por su enorme influencia en la política y en la sociedad. Un papel más decisivo en la vida de los ciudadanos por la enorme trascendencia de las grandes corporaciones en las políticas de los países. Un papel, revaluado también como consecuencia de la nueva legitimación que el emprendedor y el empresario han adquirido en la nueva sociedad. Todo este conjunto de cambios, es el que está transformando la percepción social de la empresa en el siglo XXI, superando la vieja dicotomía entre capital y trabajo, y los antagonismos de la vieja lucha de clases, produciendo a su vez un conjunto de nuevas exigencias a las empresas para con la sociedad.
La RSE debe ser concebida desde una dimensión rigurosa e integral. Doy por sentado que una concepción así de la RSE nada tiene que ver con la vieja filantropía social ni con el paternalismo empresarial más propios de Finales del siglo XIX. La RSE de la que hablamos es una cultura integral y estratégica, yo diría que incluso una concepción cultural de la empresa y de su papel para con la sociedad. No se trata de una moda. Mucho menos de una simple estrategia comercial. La RSE no son acciones puntuales de acción social, por importantes que éstas sean. Una política de integración de la discapacidad o de cooperación al desarrollo en un país en el que opera la empresa o una importante actividad de voluntariado de todo el personal son acciones puntuales de política social, pero no constituyen una política integral de RSE. La RSE es todo eso y mucho más. Es una cultura empresarial que responde a un concepto de responsabilidad para con la sociedad, de ciudadanía corporativa y de responsabilidad ética, desde unos valores que inspiran el sentido de la empresa y sus fines.
Michael E. Porter y Mark R. Kramer mostraban en un reciente trabajo publicado la Harwad Business Review la unión entre la generación de capacidades distintivas en materia de responsabilidad social corporativa y el desarrollo de las correspondientes ventajas competitivas subsiguientes. Los autores proponen un nuevo modo de contemplar la relación entre la empresa y la sociedad que no trate el éxito empresarial y el bienestar social como un juego de suma nula y cuestionan la metodología que emplean las empresas para reflejar sus avances en su asimilación de las demandas sociales. Proponen un nuevo marco que sea empleado para identificar las consecuencias sociales de sus acciones y descubrir las oportunidades y nuevas formas de generar beneficios para la sociedad y para si mismas, fortaleciendo el contexto competitivo en el que operan, así como la forma de determinar que iniciativas de RSE deberían abordar y la vía para encontrar el modo mas eficaz de hacerlo.
Porter y Kramer defienden que la RSE supone algo más que la gestión de los riesgos o la defensa de la reputación mediante campañas publicitarias y actuaciones cosméticas frente al activismo. Muestran la RSE como una oportunidad de generar ventajas competitivas. “La interdependencia entre las empresas y la sociedad puede ser analizada con las mismas herramientas que se emplean para determinar la posición competitiva y el desarrollo de estrategias en las empresas”. Se trata de herramientas que permiten a las empresas organizar su agenda de RSE. Las empresas han de entender las ramificaciones sociales de la cadena de valor, pero también deben comprender las dimensiones sociales de la organización en un contexto competitivo y los vínculos existentes desde el exterior de la empresa hacia su interior”. (Fuente: Harvard Business Review 2006, resumen publicado en “Los nuevos desafíos de la RSC” Informe 2007 Fundación Alternativas).
La UE ha definido a la RSE como la contribución empresarial al desarrollo sostenible. Efectivamente, en una sociedad cada vez más consciente de la insostenibilidad del actual modelo de producción y consumo, uno de los actores protagonistas en el camino del desarrollo sostenible es la empresa, como ciudadano corporativo que ejerce un poder e influencia más que significativos sobre su entorno físico, político, económico y social. En consecuencia, las nuevas sensibilidades sociales exigen a las empresas de un modo creciente que asuman su responsabilidad: responsabilidad ante los accionistas y los clientes, pero también ante los empleados, los proveedores, el medio físico o las comunidades en las que opera.
La definición española de RSE ha sido elaborada por consenso en el Foro de Expertos que a lo largo de los años 2006 y 2007 ha venido trabajando para dar sus orientaciones al desarrollo español de la RSE. Dice así: “La Responsabilidad Social de la Empresa es, además del cumplimiento estricto de las obligaciones legales vigentes, la integración voluntaria en su gobierno y su gestión, en su estrategia políticas y procedimientos, de las preocupaciones sociales, laborales, medio ambientales y de respeto de las derechos humanos que surgen de la relación y el dialogo transparentes con sus grupos de interés, responsabilizándose así de las consecuencias y los impactos que se derivan de sus acciones. Una empresa es socialmente responsable cuando responde satisfactoriamente a las expectativas que sobre su funcionamiento tienen los distintos grupos de interés”.
Después de varios años de trabajo en el impulso político a este importante tema, creo que la responsabilidad social de las empresas es la búsqueda de una relación armoniosa y conciliada con todos los grupos de interés. Una relación honrada y transparente con accionistas, trabajadores, proveedores, clientes, comunidad y entorno ecológico. Incorpora una idea de pacto entre empresa y sociedad que inspira una estrategia responsable en la gestión económica, productiva y de recursos humanos. La RSE, así concebida, es una práctica voluntaria, superadora de los mínimos exigidos por las leyes, que busca la excelencia en sus comportamientos internos y externos, que asegura el buen gobierno hacia sus accionistas. Que promueve la defensa activa de los derechos humanos, establece condiciones laborales dignas para sus trabajadores y respeta el medio ambiente.
III. INICIATIVAS INTERNACIONALES
Diversas organizaciones supranacionales han tomado la RSE como un instrumento útil para el fomento y la consecución de grandes objetivos humanitarios y sostenibles.
a) El Desarrollo Sostenible
Ya en 1972, La Conferencia de la ONU sobre el Ambiente Humano, publicó mediante declaración consensuada, el reconocimiento de los impactos adversos que la humanidad ocasionaba en su entorno natural. La publicación de 1987, del Informe Brundtland “Nuestro Futuro Común”, informe de la Comisión Mundial sobre Medioambiente y Desarrollo, creada por las Naciones Unidas y presidida por Gro Brundtland, la primer ministro de Noruega definió el Desarrollo Sostenible como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. En el citado Informe Brundtland, también fue recogido el concepto de Empresa Responsable y Sostenible por John Elkington y su relación con la consecución del llamado triple objetivo (triple bottom line): ser económicamente viable, ser socialmente beneficiosa y ser ambientalmente sostenible.
En 1988, se creó el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) por iniciativa de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Este Grupo presentó en 1991 un primer informe de evaluación en el que se reflejaban las opiniones de 400 científicos. En él se afirmaba que el calentamiento atmosférico era real y se pedía a la comunidad internacional que tomara medidas para evitarlo.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en junio de 1992. Las conclusiones presentadas por IPPCC alentaron a los 173 gobiernos asistentes para organizar La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) dio a lugar Declaración de Río y estableció una agenda para el sector público en el siglo XXI (Agenda 21).
En marzo de 1997 durante el foro Río+5 (Brasil), fue redactado el Borrador de Referencia de la Carta de la Tierra y constituida su Comisión y Secretaría para el proceso de debate y consulta que fue ampliamente realizado con carácter universal.
b) Objetivos de Desarrollo del Milenio
Los Jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en la sede de Naciones Unidas en Nueva York en septiembre de 2000 aprobaron la Declaración mediante la que fueron definidos 8 objetivos, para lograr el desarrollo económico, social y ambiental en el planeta, uno de los cuales es “Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente”.
Del 26 de agosto al 4 de septiembre de 2002, en Johannesburgo, tuvo lugar
la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible (Río+10) en donde fue formulado, entre otras cosas, que el sector público y privado deberían trabajar asociadamente en la búsqueda de la sostenibilidad.
c) El Pacto Mundial (Global Compact)
En la reunión del Foro Económico Mundial de 1999, en Davos, el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, propuso este Pacto con el fin de conseguir la incorporación de los distintos agentes sociales (empresas, sindicatos y organizaciones sin ánimo de lucro), en todo el Planeta, a un modelo de actuación que propicie el progreso económico, social y ambiental, armonizando desarrollo y medio ambiente.
La adhesión al Pacto supone asumir diez principios básicos y universales, referidos a la promoción y el respeto de los derechos humanos, los derechos laborales, el trabajo infantil, la protección del medio ambiente y el principio contra la corrupción añadido posteriormente. Tanto por la universalidad de los principios que promueve como por la globalidad de su ámbito territorial de aplicación, se trata de un Pacto, como su nombre indica, verdaderamente mundial. Se presentó en España en el mes de abril de 2002 y desde entonces se han adherido a él numerosas organizaciones españolas.
d) OCDE. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico agrupa a 30 países miembros comprometidos en promover la democracia y la economía de mercado a los que se han adherido otros 70 países, incorporándose a los debates internos organizaciones del Tercer Sector para que se tengan en cuenta sus puntos de vista y recomendaciones.
Los acuerdos, decisiones y recomendaciones de la OCDE en materia de RSE, medio ambiente y cohesión social son:
• Convenio de lucha contra la corrupción
• Principio de “Quien Contamina Paga”
• Principios de Buen Gobierno Empresarial
• Líneas Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales y Procedimientos de Puesta en Practica
• Revisión de las Directrices de la OCDE y los Puntos Nacionales de Contacto. OCDE Watch (2005).
e) Unión Europea
LIBRO VERDE- “Fomentar un Marco Europeo para la Responsabilidad Social de las Empresas”. COM(2001). 18/7/2001
La Comisión definió la RSE como “La integración voluntaria por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores”
Los acuerdos de la UE en esta materia más importantes, han sido:
• Comunicación de la Comisión” La responsabilidad Social de la Empresas una Contribución Empresarial al Desarrollo Sostenible” COM (2002). 2/7/2002. La comisión reconoce la necesidad de adoptar la RSE como elemento muy importante para la gestión empresarial y como herramienta de adaptación a la globalización, mejorar la imagen y el prestigio y la productividad de la empresa.
• Creación del Foro Multilateral Europeo sobre RS “Promover la transparencia y la convergencia de las practicas y los instrumentos de responsabilidad social” Este foro fue presidido por la propia Comisión.
• Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo y al Comité Económico y Social Europeo Bruselas, 22.3.2006. "Poner en práctica la asociación para el crecimiento y el empleo: Hacer de Europa un polo de excelencia de la responsabilidad social de las empresas"
• Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo al Consejo y al Comité Económico y Social 20/12/2006. Fue aprobado por el Parlamento en Marzo del 2007.
• Creación de una Alianza Europea para la RSE. Queda configura como la cobertura política para las iniciativas de la RSE, tanto desde las grandes empresas como de las PYME y sus interlocutores.
Diario Responsable, 30/05/2008