En los prolegómenos de una sentencia importante, conviene reiterar la petición de respeto a la Justicia. Es demasiado importante ese poder, en cualquier democracia, pero quizás más todavía en la nuestra, como para que sigamos desprestigiándola con nuestra agresiva y tensa política partidaria. Los jueces y su organización judicial no son ajenos a los problemas de la Justicia y a su percepción ciudadana, pero la política está judicializando muchas materias que deberíamos resolver en nuestro ámbito y, sobre todo, está impregnando de partidismo a los jueces y a sus resoluciones
Así, por ejemplo, la Sala Segunda del Tribunal Supremo que dictará sentencia en el 'caso De Juana' sabe de antemano que la opinión política y mediática ya está posicionada con actitudes antagónicas, cualquiera que sea su fallo y al margen de sus consideraciones jurídicas. Todos tenemos opinión sobre este caso, más o menos fundada en Derecho, y nadie oculta la trascendencia política de un asunto envenenado por las pasiones que suscita y por las consecuencias que se le suponen.
Hay que empezar por afirmar que De Juana cumplió condena por sus numerosos y horrendos crímenes. Pero ya no cabe argumentar que la pena cumplida fue corta. Simplemente la cumplió con arreglo a la ley y ese hecho no puede influir en buscarle ahora otros delitos o en castigar éstos -si los hubiese- con penas compensatorias de aquellos. Cuando se supo que quedaba en libertad, hace ahora casi dos años, una ola de alarma social empujó a la Fiscalía a barajar peticiones de pena inauditas por sus agresivos artículos en un periódico.
Su condena a doce años por la Audiencia Nacional, por amenazas con agravante de reincidencia, es discutible jurídicamente. A muchos penalistas les parece que el Supremo corregirá esa condena porque no se dan los elementos objetivos y subjetivos de ese tipo penal. Comparto ese criterio y, es más, deseo abiertamente que se enmiende esa sentencia hacia una sanción penal claramente más leve. Si así fuera, cabe pensar que se altere la condición personal de este preso, por simple aplicación del reglamento penitenciario.
Una parte de la opinión pública, estimulada por el PP y sus aliados mediáticos, quiere que De Juana se pudra o se muera en la cárcel. Hace tiempo que sabemos su apuesta a favor del 'cuanto peor, mejor'. Abiertamente, quiero manifestarme contra esta actitud vengativa que anima esos sentimientos, poco congruentes con el Estado de Derecho que, tan reiterada como retóricamente, proclaman.
Espero la sentencia con expectación y esperanza y, con toda franqueza lo digo, deseo una solución razonable y jurídicamente más ajustada a este caso. No es sólo por las convicciones jurídicas que he expresado. Es también porque tengo derecho a decir que no quiero volver a tiempos pasados en los que acontecimientos indeseados o incontrolados realimentaban el victimismo y la épica violenta de muchos jóvenes. Hemos avanzado mucho desde entonces como para que volvamos a rodar por la montaña y tener que empezar otra vez a subir, como Sísifo, la piedra de la paz a la cima de nuestro particular calvario.