9 de noviembre de 2009

Mirando tras el muro


La foto de Khol, Bush (padre) y Gorbachov, veinte años después de la histórica caída del Muro de Berlín, nos permite una mirada retrospectiva cargada de enseñanzas.


La primera y más relevante: detrás no había nada. La gran batalla ideológica entre comunismo y capitalismo, que se libraba desde hacía cincuenta años entre modelos económicos y de sociedad, quedaba resuelta al descubrirse que la economía estatalizada y planificada resultaba ineficiente e incapaz de competir y de progresar. La patética obsolescencia de las fábricas alemanas del Este, que habían pertenecido a empresas alemanas comunes antes de la Guerra, y su manifiesto retraso con respecto a sus antiguas hermanas de la Alemania occidental, es la mejor prueba de lo que vimos en los viejos países de influencia de la URSS.

Gran parte de la Guerra Fría estuvo sostenida sobre una mentira: el sistema comunista no llegaba ni de lejos a la potencia económica, al dinamismo industrial, al poderío militar del llamado mundo occidental. Salvo excepciones en la batalla espacial y el armamento nuclear, las joyas de la corona soviética que hacían posible precisamente esa guerra fría. El doloroso y costosísimo proceso de modernización del entramado industrial y de infraestructuras físicas que ha tenido que realizar el Este, es la mejor prueba de un atraso que no parecía tal, hasta que la caída del Muro nos mostró una realidad achatarrada.

La segunda enseñanza es estrictamente política. La libertad nunca debe ser sacrificada en el altar de los fines. Por nobles que puedan ser o parecer los objetivos que se persiguen, la violencia en primer lugar y la dictadura en segundo, nunca deben ser utilizadas en el juego político. Viene a cuento una anécdota, muy recordada en el PSOE, sobre un supuesto diálogo entre un dirigente socialista español, nada menos que D. Fernando de los Ríos, enviado a Moscú años después del triunfo de la Revolución de Octubre en la URSS, para informar después a los dirigentes socialistas españoles de la época, sobre las expectativas del régimen comunista.

En un diálogo, idealizado después en nuestras filas, se cuenta que D. Fernando preguntó al mismísimo Lenin dónde quedaba la libertad en su Revolución. “¿Libertad para qué?”, dicen que respondió el líder soviético. “Libertad para ser libres”, fue la respuesta del socialista español, dando con ella santo y seña a una de las grandes diferencias ideológicas entre socialdemocracia y comunismo.

Gorbachov
Tercera y ya que hablamos de líderes soviéticos. Un relevante lugar en esta historia lo ocupa un malogrado dirigente político. Gorbachov fue clave en la caída del Muro. Si no hubiera sido por la valentía y la inteligencia del creador de la glasnost (transparencia) primero y de la perestroika (reestructuración), después, la implosión del comunismo hubiera podido ser de mil peligrosas maneras. Desmontar el estado policial, eliminar la censura de prensa, restaurar las libertades individuales y políticas, reconocer los errores cometidos por el partido y por el Estado soviético... ¡Qué fácil de decir y que difícil de hacer! Luego, cuando se presentó a las elecciones presidenciales de 1996, fracasó.

Es cierto que la crisis económica y el intento de golpe de 1991 le lastraron, pero, además, ya se sabe, los pueblos a veces son así, como bien habría podido decir Winston Churchill después de la Segunda Gran Guerra en 1946, cuando el pueblo británico le dio la espalda a pesar de su indudable protagonismo y liderazgo en la resistencia británica al nazismo y en la victoria de los aliados.

Por último, no quisiera acabar estos comentarios sobre el Veinte aniversario de la caída del Muro de Berlín sin rendir homenaje a la causa por la que tanta gente sufrió y murió. Es verdad que el comunismo fracasó. Pero, como bien nos recordaba Norberto Bobbio aquellos años, nadie debería olvidar que la causa por la que lucharon sigue latiendo en el corazón de la gente. Una aspiración de justicia social, de igualdad de oportunidades ante la vida al margen de la condición social o personal, una exigencia de dignidad laboral, de protección ante las eventualidades de la vida, una serie de Derechos Humanos inherentes a las personas por el mero hecho de serlo, todo eso y mucho más, sigue moviendo los impulsos de millones de personas.

La enseñanza por eso, en este caso, es no confundir la derrota del comunismo con la desaparición de sus causas, que siguen reclamando a la política, y a la izquierda más en particular, nuevas respuestas a viejas demandas sociales. Todo ello sin olvidar, además, que fueron los comunistas quienes acreditaron durante los años del fascismo en Europa una militancia heroica contra él y una resistencia política al nazismo alemán que pagaron con veinticinco millones de muertos, casi la mitad de todos los fallecidos en la Segunda Guerra mundial.

Expansión, 9/11/09