El acuerdo finalmente suscrito entre Mercosur y la Unión Europea no es solo el segundo mayor acuerdo comercial del mundo, detrás del acuerdo con China y muy superior al T-MEC de Estados Unidos con México y Canadá. No es solo el establecimiento de un gran mercado para las exportaciones respectivas de Mercosur y de la Unión Europea. No se trata solo de eliminar barreras comerciales, de facilitar a las empresas la venta de bienes y servicios, de establecer reglas seguras para las inversiones. Es mucho más.
Es mucho más porque frente a las amenazas de Trump de imponer múltiples y elevadas tasas comerciales al resto del mundo, este acuerdo, por el contrario, proclama las bondades de un comercio mutuo liberalizado de aranceles. Es mucho más porque supera esa concepción ramplona y cutre de las balanzas comerciales entre países y establece una sana competencia por los mercados respectivos. Es mucho más porque el acuerdo se ha producido en un contexto geopolítico de conflictos bélicos, de guerras comerciales y de batallas tecnológicas intercontinentales, como si de pronto, todos los parámetros de una globalización ordenada hubieran implosionado y el mundo se encomendara a la competencia salvaje. Es mucho más porque este acuerdo, en este contexto, ha sido como un grito de esperanza en el diálogo, un significativo gesto hacia el acuerdo, un sonoro movimiento internacional hacia la cooperación y la paz.
Para la Unión Europea, el acuerdo con Mercosur completa nuestro marco comercial con toda América Latina, porque estos importantísimos países, que agrupan a casi 300 millones de personas, estaban excluidos de nuestra red de acuerdos con el continente. Con el acuerdo Unión Europea -Mercosur, Europa tiene un marco de reglas justas y acordadas con todos los países de América Latina para regular sus exportaciones e importaciones e inversiones respectivas, que se suma a los acuerdos con Centroamérica, México, Comunidad Andina y Chile,. aprobados muchos años antes.
Pero conviene recordar que el plano comercial es solo uno de los contenidos de este tipo de acuerdos. Se trata de acuerdos de asociación política y de cooperación que explican la naturaleza estratégica de nuestras relaciones, desde que en 1999 se pusieron las bases de esta relación política preferencial en la primera cumbre UE-CELAC, celebrada en Río de Janeiro. La última de esas cumbres entre jefes Estado y de Gobierno de los 33 países de América Latina y el Caribe y los 27 de la Unión Europea se celebró el pasado julio de 2023 y la próxima se celebrará a finales de 2025 en Colombia.
Europa y América Latina tenemos muchas razones para establecer esta alianza. Conviene recordar que más de seis millones de europeos viven en América Latina y el Caribe y más de siete millones de Latinoamericanos viven actualmente en Europa (y quizás sean diez millones en unos pocos años). En los primeros años de este siglo, la inversión europea en América Latina fue de tal nivel que mucha de la modernidad productiva de muchos países latinoamericanos se debió a las enormes inversiones que modernizaron sus viejos servicios públicos y establecieron unas bases productivas propias del siglo XXI. Por último, América Latina y Europa compartimos grandes causas comunes en la organización internacional y tenemos una idea común sobre la ordenación de la gobernanza económica.
Además, queremos construir juntos los modelos de transición ecológica digital y social que configuran el mundo del siglo XXI. América Latina y Europa tenemos una misma idea de la lucha contra el cambio climático y de la la ética regulatoria que debe acompañar a la digitalización tecnológica. Una misma idea, que se extiende también al contrato social que debe configurar nuestros modelos democráticos, en base a Estados Sociales y de Derecho que aseguren libertades y cohesión social. Estas son las razones que explican nuestra asociación estratégica.
A todo esto responde también la agenda Global Gateway que aprobó la cumbre de Bruselas antes citada. Europa está comprometida con la inversión en América Latina y con la implementación de esta agenda Global Gateway, que en sí misma, encierra los proyectos más importantes de inversión para modernizar la economía latinoamericana y para incrementar poderosamente su productividad en los próximos diez años. Este acuerdo Mercosur-UE, es el marco ideal para desarrollar estas inversiones a las que Europa quiere dar una nueva impronta. Queremos que las empresas europeas, mediante esas inversiones, asuman compromisos con el desarrollo de los países en los que operan, transfieran tecnología para añadir valor y trasladen así las mejores condiciones sociolaborales y medioambientales para los trabajadores y para el país. Esa” etiqueta social” que distingue Europa de otros competidores internacionales implica una concepción cooperativa y no extractivista de la inversión europea en América Latina.
No puedo ocultar que el acuerdo tiene que pasar dos importantes filtros democráticos en Europa: el Consejo, que integra a las representaciones permanentes de los Veintisiete Estados miembros y el Parlamento Europeo, en el que diferentes fuerzas políticas pueden ser sensibles a fuertes opiniones públicas contrarias al mismo.
No desprecio esas opiniones, pero ,con todo respeto, digo que son parciales y están manipuladas por prejuicios y malas o confusas informaciones. Con este acuerdo ganamos todos. El proteccionismo no nos salvará de nada y la competencia en igualdad de exigencias y condiciones nos hará mejores a todos.
Desde la Fundación Euroamérica, con España y en Europa, trabajaremos por conseguir la aprobación de este acuerdo y así seguiremos trabajando por hacer mejores y más ricas nuestras relaciones con América Latina. Para terminar quiero expresar un sincero ¡Bravo, Europa! ¡Bravo, Mercosur!
Publicado en El País, Edición América. 16/12/2024