Intencionadamente coloco los interrogantes sobre una afirmación común en nuestras conversaciones sobre las relaciones entre América Latina y Europa. Casi un lugar común. Lo hago porque las coincidencias en valores no son suficientes para obtener convergencias estratégicas y geopolíticas en un mundo cada vez más adverso y complejo.
No basta con tener una misma concepción de la libertad, del Estado de derecho, de la dignidad humana o de la protección social para construir alianzas sobre temas en los que el interés nacional supera esas coincidencias. No basta aspirar a un mismo orden internacional, a unas mismas organizaciones supranacionales para la gobernanza de la globalización, si previamente no se negocia y se dialoga sobre los conflictos que atraviesan el tablero multinacional.
Viene esto a cuento de la retórica con que Europa –y España desde luego– enfoca mu- chas veces nuestras relaciones con América Latina, sin comprender que desde el otro lado del Atlántico, sus intereses y sus posiciones geopolíticas responden a razones propias y a objetivos que, a veces, no compartimos, no comprendemos o, peor, desconocemos.
Voces europeas se enfadan, por ejemplo, ante algunas abstenciones latinoamericanas en la resolución de condena a Rusia por su invasión a Ucrania en Naciones Unidas, sin haber hecho previamente nada, ni dialogado con nadie antes de esas votaciones. Las posiciones comunes en las mesas globales tienen que ser negociadas previamente con los países amigos con quienes compartimos “valores comunes”. Tenemos que ser conscientes de que el Sur Global no acepta ubicarse en nuestro bloque occidental, frente al otro polo, porque las relaciones económicas y comerciales de muchos de ellos dependen más de China que de Estados Unidos. Tenemos que ser conscientes que hay un ”virus anticolonial” que circula en determinados discursos políticos de la América Latina actual y que eso requiere delicadas aproximaciones culturales y políticas. Tenemos que ser conscientes de que China y Rusia utilizan determinados países de América Latina para moverse hábilmente en su influencia geopolítica en la región.
Estuve a finales de abril en el Parlamento Europeo para explicar a la Comisión de Comercio Internacional la importancia de los acuerdos UE-LATAM y, en especial, para recordarle la enorme trascendencia de los futuros acuerdos con México y Mercosur. Les dije muy claramente que Europa ha perdido presencia económica y política en América Latina, que China aumenta exponencialmente su comercio e inversiones allí y que nuestros rivales geopolíticos, Rusia y China, influyen cada vez más en ese tablero. Les dije que hay algo peor que el hecho de que la señal de América Latina no se vea en el radar de la política exterior europea, y es que América Latina también deje de emitir señales hacia nosotros y dirija sus miradas hacia el Pacífico. Les dije que si no firmamos con Mercosur, Brasil y Uruguay lo harán con China individualmente. Les dije que se olvidaran de liderar la transición ecológica si todo el litio del triángulo bendecido por este nuevo mineral (Chile, Bolivia y Argentina) acaba en manos del líder mundial de baterías (China). Les dije que no es posible expandir en el mundo nuestro modelo regulatorio ético de la digitalización si nuestras compañías no desarrollan la transformación digital en América.
Todo parece indicar que hay conciencia europea de todas estas grandes transformaciones de nuestro mundo y de la importancia de América Latina para Europa ante un mundo tan hostil a nuestros intereses. Es muy difícil encontrar en el mundo un espacio geopolítico más afín a Europa que el latinoamericano. De hecho, la Comisión está trabajando seriamente en la preparación de las Cumbres que tendrán lugar a lo largo del semestre de Presidencia española de la UE: la Cumbre empresarial y la Cumbre UE- Celac (julio, Bruselas) y la Cumbre de ministros de Economía (septiembre, Santiago de Compostela).
Como resumen, estos podrían ser tres importantes logros en estos meses trascendentales para nuestras relaciones con América Latina:Celebrar la Cumbre empresarial y la Cumbre política de Jefes de Estado y de Gobierno UE-CELAC con la más alta participación y con resoluciones concretas de avances, como base de una recuperación política para nuestra alianza estratégica.
Elaborar un plan de inversiones en infraestructuras físicas y tecnológicas para América Latina que permita a Europa recuperar presencia e influencia económica en la región a través del Plan Global Gateway. Es importantísimo que dotemos a este plan de apoyo financiero para que nuestras grandes empresas puedan ganar los grandes concursos públicos en materia digital y ecológica.
Aprobar los acuerdos comerciales y de inversión con México y Mercosur como base de una recuperación sólida de nuestras relaciones económicas con la región. Ambos representan dos tercios de la economía de toda América Latina.
Para conseguirlo, hay que moverse bien y gestionar las relaciones con América Latina no sobre la base retórica de nuestra convergencia en valores sino sobre intereses concretos y apuestas comprometidas de inversión y comercio europeo en América Latina.
Revista UNO, Julio 2023