18 de octubre de 2022

Políticas (y políticos) incompetentes.

La política es una ciencia cada vez más compleja y el conjunto de factores que influyen en la toma de decisiones se hace crecientemente contradictorio. Gobernar es cada vez más difícil. Todo lo que ocurre en el mundo nos afecta. Todo sucede a gran velocidad (la viruela tardó tres siglos en expandirse por el mundo; el sida, treinta años; la covid, tres meses; y un virus informático, tres horas). La pandemia ha mostrado nuestra vulnerabilidad, porque otras zoonosis son posibles. La guerra ha vuelto a nuestras vidas y se ha hecho dramáticamente presente en nuestros horizontes. Todo puede ocurrir. Algunos ejemplos lo acreditan.

Hace unos pocos años, Alemania decidió prolongar la vida de sus centrales nucleares, pero un tsunami destruyó la de Fukushima provocando una catástrofe inesperada. Berlín decidió entonces corregir su política energética y lo hizo cerrando todas las plantas atómicas del país y apostando por el suministro de gas ruso, extendiendo un nuevo gasoducto, el Nord Stream 2, y quedando así en manos de un suministrador dudoso. Nadie censuró a Merkel por aquellas decisiones, salvo Estados Unidos, y sin embargo hoy todo el mundo considera que fueron erróneas. Es muy fácil decirlo ahora, ciertamente, pero la evaluación a posteriori nos permite asumir enseñanzas necesarias para el futuro.

En los primeros años de la segunda década de este siglo, Reino Unido convocó un referéndum para decidir si se iba de la UE. Fue un movimiento oportunista de David Cameron al trasladar a su pueblo una decisión que su partido no era capaz de tomar y que él sabia peligrosa y arriesgada. Trabajó para que los ciudadanos votaran por quedarse y negoció con la Unión Europea un nuevo y más ventajoso estatus para su país en su seno. Pero perdió y se marchó. Desde 2016 hasta hoy, un rosario de decisiones políticas británicas han convertido la cuarta economía del mundo en un país no fiable e impredecible, al borde del ‘crash’ financiero.

La «revolución fiscal» que anunció la señora Truss encaja como un guante en eso que llamamos políticas erróneas y políticos incompetentes. Han sido los mercados financieros los que han reaccionado asustados ante los riesgos de unas medidas cargadas de estúpida ideología que reducían la presión fiscal a las rentas más altas y que, ademas de su impacto en la inequidad social, podían aumentar gravemente la deuda pública en un contexto de subida de los tipos de interés y amenazas de inflación. Para salvar su Gobierno recién creado y para salvarse ella misma, Truss ha tenido que destituir a su ministro de Economía y rectificar su plan fiscal de la A a la Z.

Pero, antes de eso, el Banco de Inglaterra, requerido por los fondos de pensiones y en abierta oposición a las medidas de Truss, ha tenido que inyectar 65.000 millones de libras para salvar la solvencia del país y recuperar el valor de su moneda frente al dólar. Todo ello, después de una nota supercrítica y de la excepcional intervención del Fondo Monetario Internacional. Ha sido alucinante y la credibilidad del Gabinete Truss está por los suelos a los pocos días de suceder al inefable Boris Johnson.

Ya son años de politicas incompetentes las que dirigen el país desde que se celebró el referéndum. Hoy han sido los mercados los que han estado al borde del desastre, pero es que el Brexit puede acabar con Reino Unido convertido en una Inglaterra debilitada y disminuida si finalmente pierde Escocia e Irlanda del Norte.

Podríamos seguir poniendo buenos ejemplos de políticas equivocadas en algunos paises latinoamericanos, pero me permitirán una mirada más introspectiva a proposito del debate fiscal en España. Un país con un déficit estructural de entre tres y cuatro puntos de PIB cada año, que recauda entre cuatro y seis puntos menos de PIB que sus socios europeos en impuestos, en plena escalada del gasto social para atender las situaciones vulnerables que crean la subida de la energía y la inflación y cuando más necesaria es la inversión pública para reactivar una economía en un contexto de recesión, se lanza a una batalla simplista y demagógica por bajar la fiscalidad en la renta. Uno de los dos grandes impuestos recaudatorios, que junto al IVA genera más del 70% del ingreso fiscal de nuestro país. Algunos olvidan demasiado rápido las dolorosas lecciones de la crisis de 2008 a 2014, cuando los mercados, los bonos y las agencias de rating tomaron el control de nuestras políticas.

La toma de decisiones políticas exige múltiples conocimientos y sosegadas evaluaciones, en un contexto en el que la economía global y la geopolítica influyen cada vez más. La pandemia y la guerra nos lo están demostrando todos los días y algunas experiencias, no tan lejanas, nos exigen no equivocarnos.

Publicado en El correo, el 18-10-2022