26 de septiembre de 2022

La propuesta alemana para el futuro de la Unión Europea.

He escuchado muchas veces críticas a la ampliación europea en 2004 a los países del Este aludiendo a las dificultades de gestión que sufrió la Unión Europea al sumar diez nuevos Estados y hacerse por ello demasiado grande y compleja. Siempre respondía a estas fáciles e injustas acusaciones diciendo que esos países eran Europa antes que nosotros. Que Europa es Praga, Cracovia, Budapest, como lo es Viena, Roma o París. Que era obligada la ampliación al Este por razones tanto de solidaridad como por razones geopolíticas. Que renunciar a la República Checa o a Polonia y Hungría, incluso a los tres países bálticos, era amputar a Europa su propio corazón. 

Algo de esto vino a decir el canciller Scholz al recordar que la Universidad de Praga, con sus cerca de 7 siglos de historia, era una de las fuentes del Renacimiento y por tanto del “humus” cultural y cívico sobre el que se asientan nuestros valores de hoy. No fue casualidad que fuera allí, en su universidad, donde el canciller quisiera pronunciar su solemne discurso europeísta, aprovechando también que la República Checa preside este segundo semestre la Unión Europea. 

Fue importante que el canciller imitara a Macron en sus grandes discursos sobre Europa, porque Alemania, quizás huyendo de la pomposidad semántica y retórica del francés, tiene mucho que decir sobre el futuro de Europa y porque sus propuestas suelen ser más pragmáticas, más “a ras de suelo”, respondiendo a los grandes interrogantes de la Europa de hoy. Eligió Centroeuropa y una de las universidades con más historia para hablar del futuro de Europa en medio de la tormenta bélica, energética, económica y geopolítica de un mundo hostil. 

La primera gran aportación de Scholz se refiere a la dimensión geopolítica de la Unión. Lo cierto es que, antes de la invasión rusa a Ucrania, Borrell ya nos propuso esta dimensión imprescindible en un mundo globalizado cuando nos planteó “la brújula estratégica” en un documento que, nunca más acertadamente, comenzaba diciendo: “Europa está en riesgo...” Pues bien, esta referencia a una Europa más geopolítica tiene tres consecuencias inmediatas en opinión del canciller alemán: 


- Nuestra seguridad. El brutal ataque a Ucrania es también un ataque a la seguridad de Europa. “Para contrarrestar este ataque, debemos desarrollar nuestra propia fuerza: como países independientes, en la alianza con nuestros socios trasatlánticos, pero también como Unión Europea.” Son sus propias palabras. 

- La adhesión a Europa de Ucrania, Moldavia, Georgia y los 6 países de los Balcanes Occidentales se ha convertido en prioridad política para la Unión Europea. Conscientes de que el cumplimiento de las exigencias políticas, económicas y democráticas para la adhesión de esos países será larga, el canciller se sumó a la propuesta de Macron de crear una Comunidad Política Europea con todos ellos. En el fondo se trata de marcar el territorio frente a otras potencias, ofreciendo a esos países un horizonte cierto de futura integración. En el camino, la Comunidad Política abordará conjuntamente múltiples planos de la realidad común: clima, conectividad física y tecnológica, energía, seguridad, etcétera. 

- Una Europa fuerte y soberana que actúa conjuntamente en el mundo especialmente ante la bipolaridad EEUU- China en el Asia Pacífico y en nuevas asociaciones con Asia, África y América Latina. Desgraciadamente, no hay más concreciones en una materia que reclama mucha mayor atención en nuestra política exterior, especialmente mirando a nuestros intereses en América Latina. 

A partir de estas bases geopolíticas, Scholz propuso cuatro grandes orientaciones respecto al futuro de Europa: 

1ª Abordar reformas institucionales 

En concreto, el canciller señaló que hay que plantear urgentemente una transición gradual a las votaciones por mayoría en política exterior y en otros ámbitos, incluida la política fiscal. Esta es una de las reivindicaciones más compartidas y estratégicas en toda la Unión Europea. Muy especialmente sentida en el Parlamento Europeo. También la Conferencia sobre el futuro de Europa la ha planteado de manera unánime. En política exterior, desde luego, es una necesidad imperiosa. No podemos esperar a las reuniones de los ministros de exteriores cada 15 días y a la unanimidad, que nos impiden estar en la escena internacional con una voz unida y fuerte en el momento preciso. Lo mismo ocurre con otros temas que son abiertamente torpedeados por un derecho de veto inadmisible por un solo país. En el ámbito fiscal en particular, la falta de armonización y la competencia desleal y ventajista de unos Estados sobre otros, en un mercado único, es lacerante. La unanimidad es el arma de quienes no quieren perder sus ventajosas e insolidarias posiciones para competir “a la baja” en el desordenado mapa fiscal europeo. 

2ª Reforzar la soberanía Europea 

Aquí Scholz enlaza de nuevo con uno de los ejes de la reciente presidencia francesa: Europa debe ser lo más autónoma posible en todos los campos, desde la energía a la agricultura, desde los chips a los medicamentos. Es una reflexión que invadió Europa a raíz de la pandemia y del colapso del comercio internacional, antes de la guerra en Ucrania. Pero las muestras de nuestras múltiples dependencias se vieron y se vivieron dramáticamente en los comienzos de la pandemia, cuando descubrimos que no teníamos productores de mascarillas o de respiradores, incluso de paracetamol. Se acentuaron después con la falta de complementos a nuestras cadenas de montaje de automóviles, y se convirtieron en alarmantes anuncios cuando determinados elementos básicos empezaron a faltar o encarecerse exageradamente por suministros interrumpidos o por demandas mundiales que cuestionaban la estabilidad de su provisión. 

La soberanía no es solo asegurar suministros. La llamada autonomía estratégica tiene múltiples aplicaciones a la competencia global que enfrentan los productores europeos. Necesitamos ser líderes mundiales en sectores estratégicos: desde el automóvil a la aeronáutica, desde el cambio climático a la energía renovable, desde la interconectividad a la digitalización. Pero para eso necesitamos una política industrial europea y un equilibrio razonable en las reglas de la competencia que permitan generar empresas europeas capaces de ser líderes mundiales en sus sectores respectivos. 

El canciller alemán aprovechó esta demanda para reclamar “una mejor sinergia en nuestras capacidades de Defensa”. La cumbre de la OTAN, en junio pasado en Madrid, ya constató la necesidad de reforzar la seguridad europea reforzando la OTAN. Pero muchos pensamos que eso no es incompatible con la Europa de la defensa, es decir, con el reforzamiento y la integración de las fuerzas europeas en un sistema defensivo propio. La búsqueda de esa vía paralela no será fácil y no estará exenta de conflictos, pero si queremos tener voz y peso en la escena internacional necesitamos dotarnos de fuerzas operativas rápidas y de una articulación sinérgica de nuestras políticas de defensa. Scholz fue muy concreto en estos objetivos señalando la necesidad de crear estructuras europeas de Defensa, dirigidas por un Consejo de Ministros europeo de Defensa y una organización conjunta de armamento que acometa la armonización de nuestras armas. Por supuesto, el área de la ciberseguridad y del espacio se suman, con más urgencia si cabe, a estos objetivos. 

3ª La superación de viejos conflictos con nuevas soluciones 

Fue valiente el canciller al reconocer que hay dos grandes brechas en el seno de la Unión que desde hace más de una década nos dividen. La política económica financiera y la inmigración. Cómo no reconocer que la Unión estuvo fracturada por la división Norte-Sur en la crisis financiera de 2008 a 2012 y que lo sigue estando entre el Este y el Oeste en materia de inmigración. Sin embargo, sus propuestas para una mejor gestión de la inmigración aprovechando la capacidad de reacción mostrada con los millones de refugiados ucranianos es bastante voluntarista. No hay acuerdo entre los 27 para establecer acuerdos con los países de origen y regularizar y redistribuir sus inmigrantes. 

Es por supuesto un camino correcto, pero me temo que no lo lograremos si no imponemos por mayoría esa política y si no se acepta por parte de todos el reparto de cuotas de esa inmigración regulada que tanto necesitamos. 

Tampoco soy optimista sobre los avances en nuestra política de asilo, aunque la experiencia ucraniana haya sido notablemente mejor que la que tuvimos con Siria. Todos sabemos que eran “nuestros refugiados”. 

Respecto a la política fiscal y económica, es preciso reconocer que se han dado pasos gigantescos con el SURE y el NEXT GENERATION, y con la flexibilidad de la política fiscal en general después de la pandemia. Alemania ha sido actor principal en esas decisiones corrigiendo, en mi opinión acertadamente, sus errores en la gestión de la crisis financiera del 2008 a 2012. Pero quedan graves interrogantes para un horizonte cada vez más adverso y habrá que tomar difíciles decisiones con los niveles de deuda, con el euro y su implantación general a toda la Unión y, por supuesto, con la aprobación del nuevo Plan de Estabilidad y Crecimiento para los próximos años.

4ª Los valores de Europa. El Estado de Derecho 

Nacimos por la paz y la libertad. Construimos durante la segunda mitad del siglo pasado el espacio con más protección social y dignidad humana del mundo. La cohesión social y el estado del bienestar son nuestras mejores conquistas. La democracia, el Estado Social y de Derecho, los Derechos Humanos, están en el corazón de nuestros sistemas políticos. Estos son nuestros valores, ese es nuestro patrimonio. Pues bien, ya es hora de que reconozcamos que esos marcos de convivencia están en peligro y que no son mayoritarios en el mundo. Que las democracias crecen difícilmente y que las autocracias avanzan, incluso en el seno de nuestras propias sociedades democráticas, junto a ideologías y tentaciones totalitarias que se alimentan de las redes y de la sociedad de la información. 

Europa, frente a esos peligros y a esas tendencias, está llamada a reforzar sus compromisos y sus políticas en defensa de sus valores y principios, en defensa de lo que somos y de lo que queremos ser. 

Scholz lanza un poderoso alegato en favor de nuestros valores, mirando al interior de la Unión y exigiendo rigor y firmeza contra las violaciones y las vulneraciones de esos códigos democráticos. Quizás le faltó extender su mirada también al entorno y al resto de países de nuestra vecindad para imprimir ese compromiso a toda la política exterior de la Unión. 

La conclusión del discurso del canciller fue un exigente interrogante para todos: ¿cuándo si no es ahora?, ¿quién si no soy yo? Son las perentorias preguntas que podríamos hacernos todos los europeos. Todos y cada uno de nosotros al comprobar que, quizás como nunca en los 70 años de nuestra historia, estamos amenazados por múltiples desafíos que no podemos afrontar desde cada uno de nuestros Estados-Nación. Todos somos muy pequeños, como suele decirse en Bruselas. Incluso unidos somos muy poco en un mundo hostil a nuestros valores e intereses. La conclusión es más y mejor integración, es una Europa más geopolítica y democrática que nunca.

BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE YUSTE Nº 19. Septiembre 2022