9 de julio de 2022

Lec­tu­ras ne­ce­sa­rias de la vio­len­cia vas­ca.

Por qué otro libro sobre la violencia vasca? La propia editorial se pregunta de esta manera en la contraportada de ‘Lecturas de la violencia vasca. Un pasado presente’ del que son editores Luis Castells y Fernando Molina (Libros de la Catarata). Y se responde que «todavía no se ha escrito lo suficiente y sobre todo, no se ha aprendido lo necesario, de ese terrible pasado que no puede estar más presente».

Se me ocurren varias razones más para justificar esta iniciativa que aporta análisis y testimonios dirigidos a recordarnos, no tanto los hechos, como sus responsables, y no tanto lo que pasó como las responsabilidades colectivas sobre una tragedia demasiado larga y demasiado dolorosa. El simple hecho de llamar ‘vasca’ a la violencia que sufrimos, dice mucho del intento.

Todas las colaboraciones buscan confrontar lo que pasó con las actitudes que directa o indirectamente hicieron posible tanto horror. Desde la invención de un pasado utópico en el que basar su violencia a la construcción del relato nacional a base de matar. Desde la cómoda equidistancia ante las violencias, a la cobardía del silencio colectivo. Desde la justificación moral de una lucha, comprendida aunque se tildara de equivocada, hasta la utilización malvada de su chantaje a la democracia. Desde la justificación de los asesinatos con el ‘algo habrá hecho’, hasta la falta de piedad y de compasión con las víctimas.

Hay mucha necesidad de escribir, leer, filmar y narrar, contando la verdad sobre lo ocurrido para golpear la desmemoria y para preguntar abiertamente: ¿cómo fue posible? Pero la memoria es puñetera y volverá y nos reclamará justicia y verdad. Por eso, estas miradas inéditas sobre nuestra violencia son bienvenidas. Son necesarias. Porque la gente joven no sabe. Porque muchos olvidan. Porque circulan relatos falsarios que hay que combatir. Porque se lo debemos a las víctimas a las que maltratamos con una frialdad social, una falta de compasión humana y una cobardía colectiva que merecen ser recordadas.

Hay dos corrientes de fondo a lo largo de los nueve capítulos del libro, bastante comunes a los diferentes análisis y testimonios que nos ofrecen sus autores. El reproche moral a la violencia de ETA, la condena de su terrorismo, se hace desde esferas radicalmente vasquistas. No se trata de un discurso político partidario. No es la voz del Estado. No se corresponde con las líneas editoriales o con las múltiples condenas oficiales e institucionales. No se excluyen tampoco las censuras y condenas rotundas a los abusos policiales, a las torturas y a la violencia contraterrorista al margen de la ley.

Preguntas y autocríticas

Es el testimonio de una periodista de ETB, Ana Aizpiri, que nació en un caserío de Elgoibar y que pregunta una y otra vez, en un medio hostil, por qué mataron a su hermano. Es la autocrítica de una fonóloga y escritora vasca, miembro de Euskaltzaindia, Lourdes Oñederra, que se pregunta por qué el mundo del euskera fue tan proclive a entender y justificar el terrorismo y tan insensible con los asesinatos. Estremece recordar cómo se movilizaban contra el cierre judicial de un periódico, al tiempo que callaban cuando se asesinó a Joseba Pagaza. Un mundo que se extraña cuando un bertsolari se atreve a citar un asesinato en uno de sus versos al que ese mismo mundo le pregunta extrañado a qué viene esa cita y es criticado por ello. Es la descripción del mundo abertzale que apoya a ETA en el País Vasco francés con base en oportunismos y desconocimientos de lo que ocurre a pocos metros, con la violencia de sus protegidos. Es el testimonio de Imanol Zubero contando la génesis de Gesto por la Paz cuando jóvenes cristianos enfrentan la violencia desde la radicalidad moral de que nunca hay razones para matar al semejante.

La otra idea, muy explícita en las aportaciones de los dos historiadores y editores del libro, Luis Castells y Fernando Molina, se refiere a las conexiones entre nacionalismo y ETA o si se quiere entre violencia y relato nacionalista. Este fue siempre un tema vidrioso porque el nacionalismo ha puesto mucho empeño en desligar la causa nacionalista del terrorismo (recordemos el empeño que tenían los burukides en calificar a ETA como una organización marxista-leninista). Lo cierto es que se trata de una ecuación incuestionable porque la causa nacionalista, «un pasado inventado», en palabras de Fernando Molina, fue alfa y omega de ETA desde el principio de los tiempos. Hasta el punto de que ese fue su santo y seña en todas sus acciones y en todas sus escisiones, incluidas las de los tiempos actuales en sus juventudes. De estos capítulos surgen ideas y debates actuales: ¿es Euskadi hoy más nacionalista de lo que habría sido si no hubiera existido ETA? Es una ucronía especulativa que ya había tratado Ruiz Soroa y que ofrece opiniones tan libres como contradictorias.

Lourdes Pérez nos describe interesantes perspectivas sobre la relación de la Prensa con el terrorismo y nos recuerda la naturalidad con la que asumimos el lenguaje etarra en nuestra manera de describir las acciones violentas y la importancia del nombre de las cosas en la percepción social de las mismas. Luis Rodríguez Aizpiolea repasa sus propias crónicas de los años ochenta para justificar su optimista pronóstico sobre el final de la violencia a finales de los ochenta, una vez producido el acuerdo de Ajuria Enea y después de la ruptura de las negociaciones de Argel por parte de ETA. Un pronóstico atrevido pero acertado, porque, ciertamente, a finales de aquella década maldita, se pusieron las bases de un proceso que nos traería la paz. Es verdad que, desgraciadamente, veinte años más tarde.

Nueve artículos de máximo interés también a efectos de analizar aspectos poco investigados en la historia de la violencia vasca como por ejemplo el papel de la mujer en el mundo de ETA, cosa que hace desde varios diferentes planos Izaskun Sáez de la Fuente. Nueve artículos que bien podrían haber sido diez si los editores del libro hubieran incluido un capítulo sobre el final de ETA. Final que bien merece un epílogo feliz sobre la extraordinaria victoria de nuestra democracia sobre nuestra violencia vasca.
 
Publicado en El Correo, 9 Julio 2022