1 de julio de 2022

La centralidad como estandarte.

No es lo mismo el centro político que la centralidad social. Un partido político de centro es lo que quiso ser Ciudadanos y no fue. Rivera lo echó a perder pactando con el PP en todas las comunidades autónomas y rechazando un gobierno con el PSOE, cuando juntos hacían la mayoría. Ocupar la centralidad social es otra cosa. Es ocupar un espacio interpartidista en los diferentes planos en los que se mueve el cuerpo social. Es referenciarse ante el electorado como un proyecto con vocación de mayoría, con la aspiración de representar posiciones de equilibrio y de pacto en los temas políticos y sociales del país. Ocupar la centralidad social exige moderar tus propias posiciones partidistas, asumir el pluralismo y buscar el pacto aunque no lo necesites. La centralidad social exige respeto a la separación de poderes y trabajar por el fortalecimiento institucional. Huir de los extremos y del bloquismo. Gobernar con la mano tendida, si estás en el Gobierno, y hacer una oposición útil si las urnas te han colocado en la oposición.

Normalmente la centralidad da mayorías políticas porque te convierte en la opción útil frente a los riesgos extremos del arco parlamentario. Representa la opción más fiable en tiempos de tormentas y de turbulencias políticas o económicas o geopolíticas, como las que vivimos ahora. Euskadi vivió tiempos de tensiones políticas internas muy graves cuando el PNV rompió el Pacto de Ajuria Enea y acordó la tregua de Estella en 1998. Durante varios años la polarización entre el plan Ibarretxe y el PP (en el poder hasta 2004) fue enorme. ¿Quién ganó? El PSE, cuya centralidad le llevó a presidir el Gobierno Vasco en 2009. Un buen ejemplo de centralidad social es la que expresan los gobiernos PNV-PSE en la Euskadi de hoy. 

Las elecciones de Andalucía han mostrado también algo de esto. El candidato popular ocupó la centralidad social de una región, siendo enormemente cuidadoso al no cuestionar los principales signos de las políticas sociales del PSOE, y reforzó su perfil identitario andaluz aprovechando la institucionalidad y la dialéctica contra el Gobierno central, tan provechosa políticamente cuando se trata de ejecutivos de distinto signo ideológico. Esa centralidad la ha capitalizado al convertirse en voto útil contra la presencia de Vox en su Gabinete, atrayendo apoyos de espacios políticos frontera, precisamente para evitarla. 

Ahora, aprovechando el viento a favor del resultado andaluz, el PP de Feijóo se nos presenta como el centro moderado y pactista y pretende ubicarse en esa centralidad social que le lleve a La Moncloa. La pregunta es si eso es posible. 

La primera condición para ello es que ese espacio no esté ocupado. La política española está polarizada y extremada en los discursos y en el debate parlamentario. No nos ayuda culparnos o culpar a los otros. Lo relevante es que la polarización y el extremismo en la cúspide de la política y de los partidos no son simétricos en la sociedad. Justo al contrario, la sociedad estima y prima los discursos y las estrategias de pacto y desea los consensos necesarios para afrontar los difíciles momentos que vivimos. Mucho más después de la guerra y de sus graves consecuencias macroeconómicas. 

¿Puede el PP ocupar ese espacio? Puede, pero no le corresponde. Su oposición al Gobierno ha sido arrasadora. Su negativa a pactar el Consejo General del Poder Judicial es anticonstitucional, casi antisistémica. Su comportamiento en Ocupar la centralidad social exige moderar posiciones partidistas y buscar el pacto aun sin necesitarlo Europa, con la pandemia y con la guerra, es todo menos leal. Es bastante incongruente con lo ocurrido durante estos tres años que pretenda ocupar ahora esa centralidad social como estandarte de su estrategia hacia La Moncloa. 

Al Gobierno le corresponde ese combate, ocupando ese espacio, evitando que el PP absorba todo el electorado de Ciudadanos y se convierta en el voto útil frente a Vox, como ha ocurrido en Andalucía.

 Tres consejos al Ejecutivo: 

  1. Sobran los discursos frentistas y las múltiples agresiones entre bloques políticos. Esa estrategia se ha demostrado equivocada en las tres últimas elecciones autonómicas.
  2.  Hay que insistir en un gran pacto de rentas como la mejor terapia contra la inflación y ante los riesgos de estancamiento económico. Lo que viene es duro y será largo. Es el momento de tender la mano a los empresarios y a los sindicatos y de poner a prueba la voluntad de colaboración del PP. 
  3. Seguir avanzando la política social del Gobierno, que es notable y requiere profundizar en los sectores más golpeados por la inflación y los costes energéticos y alimentarios. 

No hay nada escrito todavía y hay tiempo de convertir la política social en centralidad social.

 

Publicado en El Correo y El Diario Vasco, 1 Julio 2022