A comienzos de la crisis del covid-19, Europa reaccionó tarde y mal. Italia recibió ayuda de China y Rusia, ante una Europa ausente. Las imágenes de los camiones rusos entrando en Italia resultaban tan expresivas como humillantes. Las fronteras nacionales se cerraron desordenada y descoordinadamente, poniendo Schengen en el congelador. Cada Estado Miembro, buscó la provisión de material sanitario dónde y cómo pudo, a veces, en abierta competencia entre ellos, sin que la Union hiciera nada al respecto. Había un grave sentimiento de que Europa, no funcionaba, peor aún, parecía no existir. De nuevo, el catastrofismo europeísta, tan presente cada vez que una crisis ataca a la Unión, se extendió entre medios y expertos, poniendo en cuestión, incluso, el futuro de la Unión.
El latigazo inicial de la pandemia y la torpe reacción de Bruselas, alarmaron a propios y extraños. Las cancillerías se pusieron las pilas. Francia y Alemania asumieron, como siempre, la tarea de conciliar intereses antagónicos de países divergentes respecto a las soluciones. La Comisión se puso a trabajar sobre las respuestas inmediatas y sobre la colaboración de un plan de reconstrucción. El Banco Central sacó la artillería financiera que ya había ensayado Draghi con su famoso “....el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créame, será suficiente”. La Sra. Lagarde, a pesar de la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, repitió la contundencia de su voluntad: “Continuaremos haciendo lo que sea necesario, sin inmutarnos” De manera que, desde el primer momento acudió al rescate de las emisiones de deuda nacionales, evitando primas de riesgo elevadas y permitiendo a los Estados Miembros una capacidad fiscal ilimitada para atender las primeras urgencias de la pandemia: Avales a las empresas, desempleo a los parados, ayudas al sector sanitario, prestaciones sociales a los desamparados, etcétera.
La segunda gran reacción europea fue la articulación de tres sistemas financieros complementarios: El MEDE, que dispuso de hasta 240.000 millones de euros sin condicionalidad en préstamos, el Sure con hasta 100.000 millones de euros para abordar el desempleo europeo y el Banco Europeo de Inversiones (BEI) que abrió líneas de crédito de hasta 200.000 millones de euros para empresas europeas.
Pero quedaba lo principal. Un plan de reconstrucción europeo, un sistema global de ayudas que permitiera recuperar economías bloqueadas por la pandemia y que reequilibrara la capacidad fiscal de los estados para hacer frente a los efectos de la pandemia. La iniciativa franco-alemana, tomando como base algunas propuestas hechas por España e Italia ha sido recogido por la Comisión en un proyecto denominada " Next generation Europe" por valor de 750.000 Millones de euros, en un ambicioso programa, lleno de afortunadas novedades. Veamos cuáles son estas.
El latigazo inicial de la pandemia y la torpe reacción de Bruselas, alarmaron a propios y extraños. Las cancillerías se pusieron las pilas. Francia y Alemania asumieron, como siempre, la tarea de conciliar intereses antagónicos de países divergentes respecto a las soluciones. La Comisión se puso a trabajar sobre las respuestas inmediatas y sobre la colaboración de un plan de reconstrucción. El Banco Central sacó la artillería financiera que ya había ensayado Draghi con su famoso “....el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créame, será suficiente”. La Sra. Lagarde, a pesar de la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, repitió la contundencia de su voluntad: “Continuaremos haciendo lo que sea necesario, sin inmutarnos” De manera que, desde el primer momento acudió al rescate de las emisiones de deuda nacionales, evitando primas de riesgo elevadas y permitiendo a los Estados Miembros una capacidad fiscal ilimitada para atender las primeras urgencias de la pandemia: Avales a las empresas, desempleo a los parados, ayudas al sector sanitario, prestaciones sociales a los desamparados, etcétera.
La segunda gran reacción europea fue la articulación de tres sistemas financieros complementarios: El MEDE, que dispuso de hasta 240.000 millones de euros sin condicionalidad en préstamos, el Sure con hasta 100.000 millones de euros para abordar el desempleo europeo y el Banco Europeo de Inversiones (BEI) que abrió líneas de crédito de hasta 200.000 millones de euros para empresas europeas.
Pero quedaba lo principal. Un plan de reconstrucción europeo, un sistema global de ayudas que permitiera recuperar economías bloqueadas por la pandemia y que reequilibrara la capacidad fiscal de los estados para hacer frente a los efectos de la pandemia. La iniciativa franco-alemana, tomando como base algunas propuestas hechas por España e Italia ha sido recogido por la Comisión en un proyecto denominada " Next generation Europe" por valor de 750.000 Millones de euros, en un ambicioso programa, lleno de afortunadas novedades. Veamos cuáles son estas.
Primera.
El fondo será financiado por una emisión financiera de la Comisión a los mercados, que mutualizada así su endeudamiento en nombre de Europa. Es la primera vez que la Comisión hace algo semejante en Cantidad y Calidad (mutualizada) de la emisión.
Segunda.
El soporte presupuestario de la Comisión son nuevos “ingresos propios” derivados de figuras impositivas europeas (veremos si son de recaudación nacional o europea) Emisiones de CO2;Un arancel a importaciones europeas de países sin control de emisiones llamado "compensación en frontera" ;impuestos al uso de plásticos; tasas digitales, etcétera, se suman así a la cesta impositiva y fortalecen el concepto que Monti ya recomendó en su famoso informe sobre los “Ingresos Propios” (owner resources)
Tercera.
El formidable aporte que representan los 750.000 millones de euros permiten desbloquear y presumiblemente, aprobar, el nuevo MFP (Marco Financiero Plurianual) para el periodo 2021-2027.La reducción de ingresos por la marcha del Reino Unido hacía casi imposible aprobar este marco fundamental para el funcionamiento de la Unión. El incremento suplementario de las partidas del Plan, permitirá compensar reducciones previstas de la PAC (Política Agraria Común), mantener objetivos de Cambio Climático, I+D+I, Defensa, Agenda Digital, etcétera.
Cuarta.
Se trata de un plan asimétrico. Recibirán más ayuda (Italia y España, por ejemplo) quienes más hayan sufrido la pandemia. Es anti-cíclico, porque combate el parón de oferta y demanda de las economías, con una inyección pública que estimula la economía (al revés de lo que ocurrió en la crisis del euro). Es contundente. Su dimensión es muy estimable. Puede significar en torno a 15 puntos del PIB para España o Italia.
Quinta.
Es un plan solidario, en clave Federal. Se ha dicho que se trata de "un momento Hamiltoniano " en la construcción de la Unión. Sería necesario señalar algunas precisiones respecto a aquel paso federal de los EEUU, pero sin duda se le parece, aunque aquí no mutualizamos deudas pasadas sino emisiones futuras. Pero, en la historia reciente de la Unión Europea, han habido varios momentos Hamiltonianos en la integración europea. La Unión Monetaria lo fue, el MEDE, la unión Bancaria, los Fondos de Cohesión… Pero este plan es el inicio del Pilar Fiscal que faltaba en la Unión Monetaria, el germen del Tesoro Europeo y quizás también el de la creación de una Hacienda General europea. Es federalizante porque establece que el “soberano europeo” contribuye a sus gastos y porque la solidaridad que entraña es la manifestación de la unidad Europea
Segunda.
El soporte presupuestario de la Comisión son nuevos “ingresos propios” derivados de figuras impositivas europeas (veremos si son de recaudación nacional o europea) Emisiones de CO2;Un arancel a importaciones europeas de países sin control de emisiones llamado "compensación en frontera" ;impuestos al uso de plásticos; tasas digitales, etcétera, se suman así a la cesta impositiva y fortalecen el concepto que Monti ya recomendó en su famoso informe sobre los “Ingresos Propios” (owner resources)
Tercera.
El formidable aporte que representan los 750.000 millones de euros permiten desbloquear y presumiblemente, aprobar, el nuevo MFP (Marco Financiero Plurianual) para el periodo 2021-2027.La reducción de ingresos por la marcha del Reino Unido hacía casi imposible aprobar este marco fundamental para el funcionamiento de la Unión. El incremento suplementario de las partidas del Plan, permitirá compensar reducciones previstas de la PAC (Política Agraria Común), mantener objetivos de Cambio Climático, I+D+I, Defensa, Agenda Digital, etcétera.
Cuarta.
Se trata de un plan asimétrico. Recibirán más ayuda (Italia y España, por ejemplo) quienes más hayan sufrido la pandemia. Es anti-cíclico, porque combate el parón de oferta y demanda de las economías, con una inyección pública que estimula la economía (al revés de lo que ocurrió en la crisis del euro). Es contundente. Su dimensión es muy estimable. Puede significar en torno a 15 puntos del PIB para España o Italia.
Quinta.
Es un plan solidario, en clave Federal. Se ha dicho que se trata de "un momento Hamiltoniano " en la construcción de la Unión. Sería necesario señalar algunas precisiones respecto a aquel paso federal de los EEUU, pero sin duda se le parece, aunque aquí no mutualizamos deudas pasadas sino emisiones futuras. Pero, en la historia reciente de la Unión Europea, han habido varios momentos Hamiltonianos en la integración europea. La Unión Monetaria lo fue, el MEDE, la unión Bancaria, los Fondos de Cohesión… Pero este plan es el inicio del Pilar Fiscal que faltaba en la Unión Monetaria, el germen del Tesoro Europeo y quizás también el de la creación de una Hacienda General europea. Es federalizante porque establece que el “soberano europeo” contribuye a sus gastos y porque la solidaridad que entraña es la manifestación de la unidad Europea
El plan está pendiente de aprobación por el Consejo Europeo. En la primera reunión, virtual, el pasado viernes 19 de Junio, se iniciaron las discusiones entre los líderes nacionales . Las negociaciones seguirán las próximas semanas y no serán fáciles porque conviene recordar que es necesaria la unanimidad. Luego se necesita la aprobación del Parlamento Europeo y más tarde de todos los parlamentos nacionales. Habrá dificultades para la aprobación por parte de los países del Norte (a sí mismos llamados “países frugales”), en particular Holanda. Se prevén negociaciones duras y quizás algunas reformas en la cuantía, en las condiciones de las ayudas, en la contribución paralela de los Estados Miembros y en la proporción ante préstamos y créditos. Pero hay dos circunstancias políticas que impulsan su aprobación y que merecen ser destacadas.
La primera es que esté apoyado por una amplia mayoría de países y que el eje franco - alemán lo impulsa. Alemania, en particular, está jugando un papel que merece destacarse. La Sra. Merkel lo ha liderado en pleno debate interno sobre la sentencia del Tribunal Constitucional cuestionando el papel del Banco Central Europeo en la compra de deuda de los Estados Miembros. Lo ha hecho siguiendo el espíritu de Helmut Kohl de hacer una Alemania Europea y no imponer una Europa alemana. Su presidencia el segundo semestre de este año adquiere así una singular importancia para la implementación del plan y para la aprobación del MFP.
Por último, a destacar la unidad y consenso de la gran mayoría de los grupos políticos del Parlamento Europeo en torno a este Plan. Los cuatro grupos mayoritarios, popular, socialistas, liberales y verdes, acompañan el espíritu de esta Europa qué funciona y que responde, unitariamente, a las consecuencias de la pandemia.
Se ha dicho muchas veces que la Unión Europea avanza a golpe de crisis. Que, de cada piedra en el proceso de construcción de la Unión, hacemos camino. Lo dijo Monnet y la experiencia nos demuestra el acierto de aquel pronóstico. Pues bien, la respuesta europea a la crisis del COVID-19 es una muestra más de ese viejo axioma. Quizás se trate, si el Consejo lo aprueba definitivamente, de uno de los grandes pasos de la integración de la Unión. Un paso gigantesco.