24 de enero de 2020

Lo que no se dijo.

"Es falso defender que la democracia son los votos, no las leyes, o que la autodeterminación es un derecho como se sostuvo en el debate de investidura."

Y debió decirse, añado. Porque el debate de investidura fue y debe ser la gran oportunidad de compartir con la ciudadanía las líneas maestras del Gobierno y de escuchar las posiciones de nuestros representantes en el gran escenario democrático: el Parlamento. Estando como estaba la investidura era un debate difícil para el candidato. No podía fallar y eso le obligó a contenciones y a silencios que, pasados unos días, son fáciles de censurar. El clima creado por una oposición exagerada, por radical e intransigente, está también en el origen de un debate crispado, tenso, antagónico, que mostraba dos bloques irreconciliables en los extremos del tablero político español. Sin duda, lo más grave de lo que está pasando y de lo que desgraciadamente viene. Pues bien, en ese importantísimo debate –especial por sus circunstancias al tratarse de la primera coalición política apoyada en partidos nacionalistas y con toda la derecha a la contra– hubo algunos temas y algunos principios políticos ausentes o peligrosamente tratados. La democracia son los votos, no las leyes. Falso. La democracia es muchas cosas. Desde luego, respeto a la voluntad mayoritaria, pero también lo es el respeto a las minorías en el marco de un sistema de reglas y leyes que la propia democracia construye.

Con demasiada frecuencia se escucha en los grupos que apoyan a este Gobierno que no hay nada superior a la voluntad popular. Falso. Si la voluntad popular violenta las leyes, vulnera la Constitución y se salta las reglas de la convivencia democrática, no es democracia y abre la puerta a la arbitrariedad y al desorden. Imaginen que la mayoría decide no pagar impuestos o romper compromisos internacionales que corresponden a otros ámbitos de soberanía. La voluntad popular mayoritaria puede pretender cambios legales, incluso constitucionales, pero siempre debe hacerlo respetando las reglas y los procedimientos previstos para ello.

La deriva judicial es el origen de los problemas con Cataluña. Falso. El origen podemos remitirlo a mil circunstancias que se han venido produciendo desde hace casi veinte años en la política catalana. Muy probablemente, ningún partido esté exento de responsabilidad. Pero no es el momento de analizar tan largo y conflictivo periodo. Lo que importa decir aquí es que la intervención judicial penal es consecuencia del unilateralismo del Parlament y la Generalitat aprobando leyes e iniciativas abiertamente contrarias a la Constitución y a las leyes. La intervención judicial, por ello, no debe contemplarse tan peyorativamente como se hizo en el debate y, desde luego, no se le puede atribuir ser la causa del problema político actual. Por el contrario, es su consecuencia lógica. El presidente ha aclarado muy bien este extremo en una entrevista en televisión hace unos días.

La autodeterminación es un derecho colectivo. No, no lo es en ningún ordenamiento jurídico moderno. Este principio político quiso aplicarse en 1919 a la redefinición de fronteras a la salida de la Primera Guerra Mundial bajo una ingenua pretensión ilsoniana: «A cada pueblo, una nación. A cada nación, un Estado». Los líos interétnicos producidos en los Balcanes y en la desmembración del viejo imperio austrohúngaro lo desaconsejaron y lo trasladaron a la descolonización africana. Para quien tenga interés histórico, recomiendo la lectura de ‘París 1919’ para ilustrarle sobre las insuperables dificultades con las que se encontraron los negociadores de la paz después de la primera gran guerra con ese ingenuo y perverso principio. En las declaraciones universales modernas solo se reconoce a minorías étnicas oprimidas. Ninguna constitución del mundo reconoce ese supuesto derecho. De manera que la autodeterminación no es un derecho que neguemos, sino una reivindicación política que ellos reclaman, tan legítima como cualquier otra, pero solo eso. No es lo mismo exigir un derecho que reclamar una medida política.

Víctimas y terrorismo. Los discursos sobre terrorismo y víctimas siempre son legítimos. Su forma de ver los acontecimientos actuales siempre debe ser respetada, aunque resulten antagónicas. Lo que faltó decir, a unos y a otros, son dos verdades 24/1/20 8:13 Página 2 de 5 incontrovertidas. La primera: ETA y su violencia solo han causado dolor y tragedia colectiva. Su historia fue un horror y no sirvió absolutamente para nada. Ya es hora de que esto se diga por parte de quienes fueron parte y apoyo de la violencia durante tantos años. La segunda: el terrorismo terminó en 2011 y desde hace casi diez años vivimos en paz y sin tentaciones de vuelta al pasado. Terminamos con ETA y la democracia española venció a la violencia. Ya es hora de que esa victoria no nos divida ni sea puesta en cuestión por nadie. Mucho menos por los demócratas.

La encrucijada española. El debate socioeconómico estuvo centrado en las medidas sociales para superar las consecuencias de una política económica de ajuste, reductora de la protección social y regresiva en cuanto a los derechos laborales. La coalición PSOEPodemos anunció diferentes propuestas para revertir las regresiones sociales de la crisis y eso está bien. Pero nuestros representantes dejaron de lado el debate macroeconómico de España, sus compromisos con el plan de estabilidad europeo y las políticas fiscales en general. Una reflexión sobre nuestra deuda y nuestro déficit es necesaria. Una mayor precisión sobre los nuevos impuestos a las emisiones de carbono y a las empresas digitales o medidas para mejorar los ingresos del impuesto de sociedades o para combatir la desigualdad en el ingreso hubiera resultado igualmente de interés ciudadano. Tampoco se abordó la transición digital y el contexto geopolítico que vivimos en Europa. El mundo se está concentrando tecnológicamente en China y EE UU, se desplaza productiva y comercial mente hacia Asia, convirtiendo al Pacífico en el eje planetario y las guerras monetarias y comerciales pueden acentuar nuestras debilidades demográficas, tecnológicas y defensivas. España no vive aislada de toda esa serie de fenómenos y circunstancias y el mundo no nos espera. Es más, no nos considera salvo que toquemos a su puerta. El debate tecnológico, geopolítico e internacional brilló por su ausencia. Esperemos que el debate presupuestario y la acción misma del Gobierno nos devuelvan a esos parámetros.

Publicado en El Correo, 24/01/2020