Exministro de la Presidencia del gobierno de España y exvicelehendakari del gobierno vasco, entre otros cargos ocupados en su dilatada trayectoria política, Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948) preside ahora la delegación socialista española en el Parlamento Europeo. Y ha vuelto a ser llamado, en esta ocasión por la gestora de Ferraz, para redefinir el proyecto del PSOE.
Forma parte del equipo de trabajo encargado de revisar y actualizar el proyecto y la estrategia del PSOE, sobre la base de las conclusiones de la conferencia política que usted mismo coordinó en el 2013. ¿Cuáles son las prioridades, los principales asuntos a revisar?
Se trata de construir una izquierda moderna para una sociedad más justa en una democracia más fuerte. Este sería el titular del proyecto que estamos intentando construir. Eso se articulará en torno a tres grandes relatos o ponencias. Una ponencia orgánica, que trata de definir qué partido queremos ser, qué partido tenemos, cuáles son nuestros problemas de conexión social, cuáles son los mecanismos de conexión en la fase deliberativa, decisoria, cómo atraemos talento y juventud, cómo nos abrimos a la sociedad, el modelo de partido. Luego hay un debate necesario sobre la ponencia política que describe a un partido que tiene que tener un proyecto para la España del 2020 en el marco de su regeneración democrática, de su problema territorial, de sus perfiles frente al funcionamiento de los grandes servicios públicos. Tenemos que describir al partido en el marco de una legislatura en la que somos líderes de una oposición que dobla el brazo del Gobierno a veces, y le obliga por tanto a rectificar, y que pacta con él también. Y hay una tercera ponencia económica y social que describe el futuro de un país cuyo reto sigue siendo ser competitivo en la globalización, pero que tiene que abordar gravísimos problemas de desajuste social, su cohesión social, por la desigualdad, el empobrecimiento de las clases medias y la devaluación de su mercado sociolaboral.
¿Habrá propuestas nuevas respecto a las del 2013?
El proyecto político tiene que ajustarse a una nueva realidad. Ha nacido otra izquierda, que convive con nosotros, somos oposición en una legislatura compleja, España tiene grandes problemas que necesitan grandes pactos. Esto tiene que configurar una estrategia política, de qué partido somos y qué partido queremos ser para la España que deseamos. Y eso implica novedades, claro. Especialmente en el área económica y social tenemos que recuperar confianza en la gestión económica. No se puede ser alternativa a la derecha desde la izquierda sin que la izquierda genere confianza en la gestión del crecimiento. Y tenemos que ser capaces al mismo tiempo de ofrecer soluciones a problemas estructurales graves, hay un desajuste permanente de ingreso y gasto que no puede ser eterno. Hay que reducir algunos costes que nos hacen poco competitivos, ya sea en transportes, en coste energético, inversión en I+D. Todo esto es clave para una izquierda que pretende obtener la mayoría. Porque seremos un partido de mayoría o no seremos un partido útil. Y todo eso es condición necesaria para un proyecto sostenible de recuperación de la cohesión social. En ese terreno, la conferencia política quedó muy lejos de obtener propuestas concretas que sí tenemos que ser capaces de configurar ahora.
La declaración de Granada, también del 2013, fija la posición del PSOE y del PSC en el debate territorial, con la propuesta de una reforma de la Constitución en clave federal. ¿Este documento no se tocará? ¿Tres años después sigue siendo la mejor solución, en su opinión, pese a que el proceso soberanista en Catalunya ha seguido avanzando?
Estamos tan convencidos de que este camino es el único, desde nuestro punto de vista, que no lo vamos a tocar. Nuestra voluntad es mantener el documento de Granada tal como está y que sea ratificado solemnemente por el Congreso. PSC y PSOE estamos unidos en torno a este proyecto, vamos a mantenernos en él y no vamos a retocarlo.
El Gobierno y el PSOE siguen no obstante apelando a la “prudencia” ante una reforma de la Constitución, como se pudo comprobar en la última celebración del 6 de diciembre. ¿Cuál es el principal impedimento para abrir este debate? ¿Quizá la demanda de Podemos de someter a un referéndum popular cualquier cambio en la Carta Magna?
Me preocupa mucho que Podemos tenga una mirada tan crítica sobre el pacto reconciliatorio y sobre la Constitución española. Eso me parece muy peligroso porque significa olvidar los mimbres culturales de un país que sigue necesitando de ese espíritu de pacto. Inclusive de un reconocimiento orgulloso de que lo que hicimos fue útil, y lo sigue siendo, para que en ese marco quepamos todos. Esa actitud destructiva del pacto reconciliatorio y de la Constitución española me parece muy desacertada, y espero que Podemos pueda cambiar, porque queremos contar con ellos lógicamente. La revisión de la Constitución, sin embargo, se explica no solamente en el ámbito territorial sino también en otros muchos. Pero no será nada fácil si no se recupera un espíritu semejante al que tuvieron los constituyentes en aquellos años, y España está muy lejos de ese sentimiento, desgraciadamente. El Gobierno tiene que ser capaz de instalar esa cultura, y tiene que hacerlo con una generosidad grande para suscitar un clima, un ambiente, una atmósfera favorable a esa revisión del pacto. El riesgo de que no haya acuerdo lo tienen todos, no sólo el Gobierno. Aquí el Gobierno monopoliza los temores, sin comprender que el fracaso en la negociación de un acuerdo se cargará en las espaldas de todos, también de las comunidades, los nacionalistas o las izquierdas que sean incapaces de alcanzar un marco sin comprender que una Constitución es un pacto de renuncias. Las renuncias de parte son las que hacen posible el acuerdo de todos. Me parece mucho más peligroso la pasividad que ha mantenido el PP durante cuatro años y que espero que no permanezca, que el intento, por difícil que sea. Creo que hay espíritu de cambio, y que el PP y el Gobierno van a facilitar que abordemos este trabajo aunque sea en una fase técnica inicialmente. Hay que empezar cuanto antes.
Futuro del PSOE:
"No podemos subirnos a la montaña para ser los líderes del no, porque seremos un partido testimonial”
La propuesta de creación de una subcomisión en el Congreso para empezar a debatir sobre esta cuestión no se presentará, al menos por parte del PSOE, hasta el próximo período de sesiones de las Cortes, en septiembre. ¿Cree realmente que esta legislatura será la de la reforma de la Constitución?
Debiera serlo. El reto secesionista de Catalunya es histórico, y requiere una respuesta a la altura de los tiempos. Lo podemos vencer sólo con política, con pacto. Haciendo fuerte el catalanismo no separatista. Y eso sólo se puede hacer con un proyecto generoso, e implica una reforma de la Constitución que a su vez esté basada en un pacto con Catalunya. No sólo, pero también, porque la Constitución no puede fracasar en Catalunya. Esta es una condición que hace precisamente que la responsabilidad recaiga en todos, porque si en las Cortes abrimos el espacio a este debate y tendemos la mano, alguien del nacionalismo catalán tendrá que cogerla, o asumirá la responsabilidad de que su unilateralidad lleva al barranco a Catalunya. Colocar la pelota en el tejado del nacionalismo catalán es importante cuando efectivamente desde España abramos una reforma de la Constitución que permita un nuevo Estatuto en Catalunya y que permita que el derecho a decidir de los catalanes se manifieste realmente sobre el nuevo Estatuto que surge de esa Constitución. Eso es decidir juntos. Y eso es decidir en la legalidad. Y eso es decidir sobre concretas condiciones de vida, de ser Catalunya y estar en España y no sobre una supuesta consulta en la que se manifiestan deseos. No, no, no, el refrendo tiene que ser refrendatario, plebiscitario, para que el pueblo decida sobre lo que es, sobre condiciones, no sobre deseos.
¿El acuerdo entre el PNV y los socialistas vascos puede ser un buen ejemplo a seguir?
Sí. Catalunya puede mirarse en el País Vasco actualmente, porque socialistas y nacionalistas vascos están dando un ejemplo de concebir su nacionalismo, que no es el mío, en el siglo XXI. Como bien dice Urkullu, el nacionalismo que tiene una concepción decimonónica de la soberanía está condenado al fracaso. Y en el nacionalismo independentista de Catalunya hay una concepción decimonónica, que no tiene que ver con el mundo que tenemos. El ciudadano no se levanta cada mañana mirándose al espejo para saber si es independiente, tiene que saber que realmente su estatus como catalán le permite combatir el fraude fiscal o el comercio internacional, ese sí establece condiciones de vida. La gran reflexión que una parte del nacionalismo tendrá que hacer es de qué manera da respuesta a su sentimiento identitario en el siglo XXI, en el que las grandes decisiones no las toman supuestas soberanías de pequeños países, la decisión sobre dónde se instalan las sedes centrales de las empresas, dónde se establecen las líneas de comercio entre las grandes empresas, las decisiones sobre cuál es la cadena de valor de las grandes multinacionales, dónde se instalan las tecnológicas, cuál es su fiscalidad. Todo esto que afecta a los ciudadanos cuando por la mañana se miran en el espejo, no es independencia. No, lo siento. Tenemos que ser capaces de encontrar el acomodo adecuado a un sentimiento que respeto, que es un sentimiento de comunidad de Catalunya, con manifestaciones lingüísticas incuestionables, pero tenemos que hacerlo mirando al siglo XXI. El gran reto del nacionalismo es ser capaces de encontrar el ser Catalunya en España y la manera en que relacionamos la identidad catalana en España y en el mundo.
La relación entre el PSOE y el PSC está también en revisión. ¿Cree que la mejor solución será que el PSC no tenga voto en ningún órgano decisorio del PSOE, como ocurre a la inversa? ¿Por ejemplo que el PSC no tenga voto en la elección del secretario general del PSOE?
Soy partidario de que sigamos lo más unidos que podamos. Es verdad que el estatuto del PSC con el PSOE tiene algunos desajustes. Pero yo en general prefiero que los socialistas catalanes participen en el PSOE como los demás. Cuanto más unidos estemos, mejor, porque tenemos un reto tan importante que tenemos que ser capaces el PSC y el PSOE de expresar en Catalunya y en toda España un proyecto razonable. Es muy difícil, porque la negociación de este proyecto es muy complicada. Pero PSC y PSOE somos una fuerza capital para que esto sea posible, sin nosotros no veo arreglo.
Reflexión interna
Seremos un partido de mayoría o no seremos un partido útil”
¿El reconocimiento de Catalunya como una nación nunca estará en el planteamiento del PSOE?
En el Estatuto que hicimos encontramos una formulación que la Constitución española tiene que admitir, que es la declaración en el preámbulo de un reconocimiento que Catalunya hace de sí misma. El Parlament de Catalunya ha declarado que Catalunya es una nación. Punto. Es una manifestación de Catalunya. A mí me vale.
¿Cree que las conclusiones a las que llegue este nuevo equipo de trabajo se deben plasmar en una nueva conferencia política o llevarlas directamente al futuro congreso del PSOE?
Es una decisión de la gestora, me parece instrumental. Lo que decidan me parece bien. Mi criterio es hacer tres ponencias, aprobadas en un comité federal, como texto base de discurso, en el entorno de la Semana Santa, y un fuerte debate interno en el seno del partido durante dos meses. Congreso, en el entorno de junio. Soy más partidario de hacer las cosas bien que rápido. Y con esto lo digo todo.
También el presidente de la gestora, Javier Fernández, ha anunciado que propondrá celebrar el congreso del PSOE antes del próximo verano, quizá en junio. ¿Pero cree que el PSOE puede aguantar tanto tiempo sin un líder?
Junio es una fecha razonable. Coincido con lo que dice Javier Fernández en torno a la fecha del congreso. Es que antes no se pueden elaborar los proyectos, salvo que a la gente no le importe el proyecto. Hay que elegir un líder en concordancia con el proyecto del partido que queremos ser, un partido fiable, serio, que conecte con nuestro ADN histórico en España de ser un partido ligado a las grandes transformaciones, un partido reformista, solvente. Ese es el proyecto, y el líder tiene que engarzar con eso. Las prisas no son buenas consejeras en este momento, porque además, por qué no reconocerlo, determinadas heridas que ha creado el proceso en los últimos meses hay que cicatrizar, no abrir.
¿Cuál es su apuesta en el debate del liderazgo del PSOE? ¿Ha llegado el momento de Susana Díaz, se acabó definitivamente el tiempo de Pedro Sánchez o ve conveniente una tercera vía, que pueda evitar una lucha fratricida, en la que algunos dirigentes sitúan a Patxi López?
Primero, veo difícil sostener un liderazgo futuro sobre un líder que se marchó. Y después de un año tan dramático como el que hemos vivido en el 2016. No veo que eso pueda ser el futuro. Segundo: no sé si somos conscientes de que gobernar el PSOE no puede hacerse contra Andalucía, lo cual no quiere decir que me esté manifestando por nadie, puesto que Susana Díaz todavía no ha dicho una palabra de lo que va a hacer. Es conveniente introducir el argumento de que el acuerdo orgánico es imprescindible, previamente a la elección del líder. Yo quiero un acuerdo amplio, de muchas federaciones, inclusive, a poder ser, sobre un solo candidato. Esa me parece una formulación que sostiene la unidad del partido, que cierra heridas y que conforma un partido con ganas de remontada. Es decir, un partido unido. Si eso fuera posible hacerlo, sería lo mejor.
Reforma federal
Podemos vencer el reto secesionista de Catalunya sólo con política y pacto”
¿Apuesta por tanto por la candidatura única?
Me parecería lo mejor. Si las grandes federaciones del partido pactaran sobre un solo candidato, me parece mejor, porque el partido está necesitado de esa inyección de unidad, que puede ser pactada orgánicamente por los líderes territoriales y por los gobiernos socialistas de las comunidades autónomas. Algunos compañeros se olvidan de esto. Cuando el PSOE pacta el techo de gasto, pacta porque necesita tener un horizonte financiero para las comunidades que gobierna. Eso explica nuestra posición. Nosotros no podemos subirnos a la montaña para ser los líderes del no, porque seremos un partido testimonial. Nosotros no queremos ser la mayoría de una izquierda fragmentada, queremos ser el partido alternativo a la derecha. Y eso nos obliga a hacer una apuesta en este momento por la unidad interna del partido, por cerrar estos meses que han pasado, remodelar muy bien su proyecto y encontrar un liderazgo sólido y presentarnos al país como un partido fiable, que pueda ser alternancia a la derecha española. Este es el sentido de lo que queremos ser: un partido de mayorías, con vocación de mayoría, no que rivaliza con otra izquierda para acabar con dos izquierdas pequeñas.
Publicado para la Vanguardia, 11/12/2016