27 de enero de 2016

Luxemburgo y Holanda: Presidencias de turno de una Europa en crisis.

Coincidiendo con el final de la Presidencia luxemburguesa del Consejo de la Unión Europea (UE), es tiempo de realizar una reflexión crítica sobre los logros y los fracasos del proyecto europeo en el último semestre y sobre los retos que tiene por delante la actual Presidencia holandesa.

Luxemburgo, uno de los países más pequeños de la UE pero con más experiencia en las funciones europeas (bajo su mandato se concluyó en 1985 el Acta Única Europea y se impulsó en 1991 la Conferencia Intergubernamental sobre la Unión Económica y Monetaria) comenzó su andadura al frente de la presidencia semestral del Consejo en julio del año pasado, en un difícil contexto político europeo marcado por la crisis griega, las presiones migratorias y las amenazas terroristas. 

Es evidente que proporcionar soluciones en seis meses a estos problemas es una tarea imposible, pero si algo ha caracterizado a la Presidencia Luxemburguesa ha sido su apuesta por acciones comunes frente a una tentación de ostracismo nacional que cobra dimensiones preocupantes en Europa.

¿Cuál es el balance de esta Presidencia? En materia migratoria, a los incidentes de tráfico de personas en el Mediterráneo y las denuncias de abandono en alta mar de destartaladas embarcaciones se unió la grave crisis humanitaria de los refugiados sirios. La respuesta europea a la llegada de más de 120.000 solicitantes de asilo y el reparto de responsabilidades entre los Estados miembros fueron decepcionantes y tardías. No obstante, los esfuerzos de la Presidencia por coordinar el reparto de refugiados desembocaron en un acuerdo intergubernamental el pasado mes de septiembre que sirvió como primera medida conjunta de calado para la reubicación y reasentamiento de los refugiados. Pero el rechazo de varios Estados al acuerdo (Hungría, República Checa, Eslovaquia y Rumanía más la abstención de Finlandia) y la adopción final de las cifras con una base voluntaria y no bajo un sistema de cuotas pusieron de manifiesto la falta de compromiso político de los Estados en un asunto que pone a prueba la solidaridad europea. La Presidencia luxemburguesa ha impulsado además la creación de los "hotspots" (centros de identificación), una mayor cooperación con los países emisores y una mejor coordinación entre los países a lo largo de la ruta de los Balcanes.

En relación a la amenaza del terrorismo yihadista, los tristes acontecimientos acontecidos en París 2015 han evidenciado las carencias en el intercambio de información y la falta de coordinación entre los servicios secretos y las fuerzas policiales de los Estados y la necesidad de avanzar de forma conjunta para vencer esta amenaza. La Presidencia Luxemburguesa ha logrado finalizar las discusiones en torno a la Directiva europea sobre el registro de nombres de los pasajeros (PNR) y ha arrancado compromisos en favor de un aumento de la cooperación en el ámbito de la lucha contra el tráfico de armas de fuego y la financiación del terrorismo.

En el área económica, el crecimiento y el empleo han continuado siendo las principales prioridades junto con el refuerzo de una gobernanza económica y monetaria más coordinada y fuerte. La Presidencia luxemburguesa arrancó ensombrecida por la amenaza del Grexit pero tras su superación los esfuerzos se concentraron en la adopción de la Directiva sobre las resoluciones fiscales transfronterizas -destinada a mejorar la transparencia en relación con los acuerdos tributarios formulados por los Estados miembros a empresas-, la ejecución del plan de acción en materia de inversión de la UE y la creación de una Unión de Mercados de Capitales. Lamentablemente, otras cuestiones han quedado en el tintero. En particular, tras el acuerdo del Consejo sobre la extensión del sistema de intercambio automático de información a los pactos tributarios, que rebajó la propuesta de mínimos de la Comisión y alejó la posibilidad de emprender reformas ambiciosas para acabar con el fraude y la elusión fiscales. 

Pero los trabajos de la Presidencia luxemburguesa han abarcado otras muchas cuestiones y son subrayables los éxitos en materia de coordinación de la posición europea en la conferencia sobre el cambio climático en París; la adopción del acuerdo interinstitucional "Legislar mejor" entre la Comisión, el Parlamento y el Consejo destinado a mejorar la calidad y los resultados de la legislación europea; y los acuerdos en relación a dos componentes importantes del cuarto paquete ferroviario; etc. Por ello, la Presidencia luxemburguesa merece ser calificada con un meritorio notable.

Ahora le toca a la Presidencia holandesa recoger el testigo del buen hacer de los luxemburgueses y avanzar en aquellas cuestiones que todavía están pendientes. Primero, el establecimiento de una nueva política de retorno y readmisión, el fortalecimiento de las fronteras exteriores de la Unión y la puesta en práctica de la reubicación de los refugiados. Segundo, el refuerzo de la unión monetaria y la estabilidad de la zona euro, la profundización del Mercado de Capitales y la mejor coordinación de las políticas económicas. Tercero, el refuerzo de las oportunidades del mercado único (digital y de servicios). Cuarto, la aplicación de los compromisos de la conferencia sobre el clima de París. Y por último, la gestión de las negociaciones con el Reino Unido de cara al referéndum sobre la permanencia en la UE que Cameron, previsiblemente, convocará para el segundo semestre de 2016. 

En definitiva, los retos a los que se enfrentan la nueva Presidencia semestral y, por ende, el proyecto europeo continúan siendo los mismos temas que los dirigentes europeos llevan meses discutiendo con escasos avances debido a la preocupante supremacía de la intergubermentalidad y las resistencias de los Estados a ceder soberanía. 

Pese a que todo indica que la respuesta a esta crisis es más Europa y no menos, queda mucho camino por recorrer. Luxemburgo ha contribuido a ello, esperemos que Holanda continúe por la misma senda.

Publicado para El Huffington Post. 27/01/2016

17 de enero de 2016

¿Hay una buena nueva en la nueva izquierda?

La emergencia de dos nuevos partidos en el abanico parlamentario y más concretamente, la aparición de un nuevo partido de izquierda (Podemos) tiene algunos efectos beneficiosos innegables y otros no tanto. 
El primero y más importante es la incorporación a la política democrática y al esquema institucional de la democracia representativa de gran parte del desafecto y de la indignación ciudadanos surgidos con la crisis. Una sola figura lo refleja bien: los concentrados en la Puerta del Sol en los años 2010 y 2011, los que protestaban contra los desahucios en los escraches, los que dejaron de creer en los partidos y en la democracia misma, los que…, hoy están en el Congreso de los Diputados. Personalmente encuentro formidable esa evolución, sobre todo viendo hacia qué opciones giran esos descontentos en países muy próximos. 

El segundo cambio que agradecemos es la presión regeneradora que aportan quienes tomaron como bandera la lucha contra la corrupción y la austeridad; y aportan también un conjunto de condiciones personales en el ejercicio de la política, ajenas a los vicios inerciales y humanos de un sistema necesitado de una sacudida moral. Queda para otra ocasión el debate sobre algunas demagogias y gestos, contrarios a la eficiencia de la gestión pública y a la defensa de las instituciones, que demasiado a menudo muestran algunos de los nuevos protagonistas políticos. Pero es bastante comprensible esta tentación oportunista de quienes quieren desplazar a ‘los de antes’ con la legítima intención de ponerse en su lugar. En todo caso, la competencia nos hará mejores. 

Es más discutible si la superación del bipartidismo por un arco parlamentario más plural es beneficiosa en sí misma para la democracia española. Desde luego, ese fue el deseo de los electores al establecer un puzzle parlamentario de amplio espectro ideológico y territorial aunque de muy difícil combinación para la construcción de mayorías de gobierno. El tiempo nos dirá hasta qué punto perdura ese nuevo abanico, pero hoy sabemos que ese esquema multipartido ofrece al elector más opciones y desplaza a los nacionalistas como única opción de alianzas, aunque dificulta objetivamente la estabilidad gubernativa. Pero junto a estas novedades positivas que señalo, una observación muy primaria del proyecto político de Podemos nos ofrece dos notas preocupantes para ser izquierda y para ser nueva. 

La primera es su compromiso con los nacionalismos periféricos en base a la autodeterminación. Porque el llamado ‘derecho a decidir’ que exhiben como una conquista democrática es solo un eufemismo de un proceso que empieza en un referéndum para la independencia y no termina hasta que ésta se materializa. Un derecho que se supone intrínseco a todas las nacionalidades españolas (Cataluña, Euskadi, Galicia, Baleares, Canarias.... ¿Y por qué no regiones?) y que acaba con la desmembración absoluta del Estado. La idea de votar deseos colectivos, sin conocer las consecuencias ni las condiciones, no es más democrático sino más primario y antipolítico que hacerlo después de que los representantes políticos negociemos los problemas, acordemos las soluciones y las presentemos a los ciudadanos para su aprobación o rechazo. En definitiva, el derecho a decidir no es antes, sino después. Los problemas de la política territorial española no se resuelven con referendos previos, sino posteriores a la labor que nos corresponde como representantes de los ciudadanos en las reformas constitucionales necesarias para seguir conviviendo. 

La asunción por parte de Podemos del ideario nacionalista de la autodeterminación y su propia composición parlamentaria en base a cuatro grupos que votarán distinto según los intereses territoriales en juego, le incapacitan para ser un partido de mayoría de las izquierdas en España. 

La segunda nota preocupante de esa nueva izquierda es precisamente la ausencia de novedades propositivas en el terreno de las ideas progresistas. Quienes sabemos bien lo difícil de gobernar frente a lo fácil de predicar, no podemos dejar de desconfiar de tanta promesa vaga, de tanto desconocimiento técnico, de tanta vaciedad ideológica hasta llegar a la conclusión de que la nueva izquierda no alumbra una buena nueva. Para comprobarlo basta mirar a Grecia. ¿Cuál fue el balance de Tsipras en una negociación con la UE cargada de frustraciones y falsas promesas? ¿Un referéndum triunfante una semana antes de aceptar lo contrario a lo votado? 

Respeto sus intenciones. Me consta su buena fe. Tiendo a pensar que coincidimos en objetivos y aspiraciones. Pero una izquierda de verdad, moderna, adaptada a los límites de una moneda común, consciente de la competencia de la globalización, capaz de aprovechar la revolución tecnológica para el crecimiento y la cohesión social, en definitiva una izquierda del siglo XXI no puede nacer sin definirse en una gobernanza económica global y con las contradicciones y limitaciones que impone la cruda realidad. 

Sabemos que quieren asaltar los cielos, aunque en el fondo lo que les mueve es conquistar Ferraz. Esperemos que no nos lleven al infierno.

Publicado en El Correo, 17/1/2016

15 de enero de 2016

Intervención AFCO 14/1/2016


Intercambio de puntos de vista con Nicolas SCHMIT, ministro luxemburgués de Trabajo, Empleo y Economía Social y Solidaria, sobre el balance de la Presidencia luxemburguesa.

 

14 de enero de 2016

Intervenciones AFCO 14/01/206

Reunión mañana 14/01/2016

La renegociación de la relación constitucional del Reino Unido con la Unión Europea.
Referendum Reino Unido.



   



 Intercambio de puntos de vista con Bert KOENDERS, presidente en ejercicio del Consejo de la  Unión Europea, ministro neerlandés de Asuntos Exteriores.



 

4 de enero de 2016

2015: Crisis y avances europeos.

La Europa de 2015 es una Europa en crisis, que a pesar de ello, avanza en su conformación institucional y en la superación de los momentos tan graves que está sufriendo. Este parece ser el sino de nuestra Unión. Avanzar a pesar de todo, superar crisis diversas aprovechando esas ventanas de oportunidad que surgen de ellas. Recordando a Galileo, bien podríamos decir eppur si muove.

Empezamos el año con una nueva Comisión Europea, llamada a gobernar la Unión por cinco años, con un marco institucional renovado. Nuevo Presidente, Junker, luxemburgués, social-cristiano, europeísta, un político de largo recorrido en las instituciones comunitarias, nacido en el corazón de la idea europea. Junto a él, el nuevo Presidente del Parlamento Europeo, alemán, también nacido en ese amplio territorio que separa las cuatro naciones centrales: Alemania, Francia, Bélgica y Luxemburgo, y que habla como él las tres lenguas básicas del entramado institucional: alemán, francés e inglés. Ambos europeístas convencidos, herederos de los Padres Fundadores y empeñados en devolver fuerza al alma comunitaria de la Unión frente al intergubermentalismo rampante.

Nueva legislatura europea, nuevos líderes, nuevos impulsos basados en una entente cordiale (que no pacto) entre las dos grandes familias políticas europeas: EPP (210 diputados) y S&D (191 diputados) con el acompañamiento puntual de liberales (70 diputados) y apoyos más esporádicos de verdes y conservadores.

¿Cuál es el balance de este inicio de legislatura? Yo diría que muy desigual y bastante preocupante. Empezando por la constatación trágica de que el terrorismo yihadista ataca a Europa, llevándonos a un escenario de guerra internacional y de problemas de seguridad interior, absolutamente desconocido para los europeos desde la II Guerra Mundial. Frente a esta emergencia, todo se ha alterado, desde el Pacto de Estabilidad a la coordinación policial europea; desde la inmigración a la Política de Seguridad y Defensa, incluyendo la apelación a la solidaridad del resto de países europeos que ha hecho Francia, con base en el art. 42.7 del Tratado, nunca utilizado hasta la fecha. Quedan muchas dudas sobre el futuro de esta lucha, que será larga y que afectará a muy diferentes planos de la construcción europea, pero una cosa me parece evidente: sólo fortaleciendo la Unión seremos capaces de vencer esta amenaza. Por tanto, primera conclusión: el fin del terrorismo yihadista reclamará más y mejor Europa y no más naciones europeas desunidas y descoordinadas.

Europa sigue avanzando en la gobernanza económica

El segundo gran tema del año ha sido, una vez más, la gestión de la crisis económica, la gestión monetaria y la amenaza del Grexit. La legislatura comenzó con esos buenos propósitos: reformar poco a poco la política económica de la Unión a través de introducir flexibilidad en el cómputo del Pacto de Estabilidad para reducir la austeridad, impulsar la inversión pública en términos más keynesianos y mejorar la liquidez bancaria, con la ayuda del Banco Central Europeo. Sin duda, el Plan Junker, un compromiso que el grupo socialista arrancó en la investidura del Presidente de la Comisión, es una herramienta oportuna, pero no es suficiente en la medida que se pretende apalancar inversión privada con pocas expectativas de rentabilidad bajo este entorno macro. Asimismo, la revisión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento ofrece opciones nuevas a los países deficitarios para abordar sendas de consolidación más suaves, pero el reto está en el comportamiento de los países con más espacio fiscal. Y la construcción de un presupuesto de la eurozona, tal y como se define en el informe de los cinco presidentes sobre el futuro de la eurozona, se fía más allá de 2017.

Europa, a pesar de la crisis griega, que finalmente evitó el Grexit, sigue avanzando en una gobernanza económica y monetaria más coordinada y fuerte. La unión bancaria y el informe Taxe a raíz del escándalo Luxleaks, que exige una coordinación informativa entre los países europeos, incluidos algunos pequeños avances en la armonización del impuesto de sociedades, muestran esa orientación europeísta en la política económica. Sin embargo, desgraciadamente, la insistencia en la austeridad está devaluando peligrosamente el marco socio-laboral y retrasando gravemente la recuperación, el crecimiento y la creación de empleo.

Tampoco es brillante el resultado de la crisis migratoria. Nuestra reacción fue tardía, descoordinada, insuficiente. Sólo algunos países han asumido a unos cuantos miles de refugiados, pero los muros han vuelto a nuestras fronteras y las fotos de nuestro rechazo quedarán para la historia. La paradoja europea es que necesitamos veinte millones de inmigrantes para que en el 2030 mantengamos nuestra relación actual entre activos y pasivos de la Seguridad Social, y sin embargo no somos capaces de ordenar e integrar a un millón de ellos en la crisis migratoria más grave de los últimos cincuenta años.
Más integración europea
Es curioso, pero analizados cada uno de estos tres grandes temas de la vida europea durante el año 2015, la conclusión es clara: todo impulsa hacia una mayor integración europea. En el ámbito de la seguridad, por ejemplo, la creación de unidades europeas de información y análisis contraterrorista resulta de una urgencia apremiante. No hay justificación para que Europa lleve más de diez años sufriendo ataques terroristas con el mismo origen y causa y no hayamos puesto en común nuestras policías y nuestros servicios de información, para evitar unos atentados planificados y ejecutados por encima de nuestras fronteras.

En el campo de la fiscalidad, después de conocidas las informaciones que permitían a las empresas multinacionales planificar sus pagos fiscales aprovechándose de acuerdos nacionales, tipos de sociedades más bajos, paraísos fiscales, etc., el Parlamento y la Comisión han iniciado una tarea en busca de una mayor coordinación en la información entre Estados miembros, para evitar la competencia desleal interna. Igualmente estamos reclamando la progresiva armonización fiscal y el establecimiento de normas comunes en la base imponible en el impuesto de sociedades y de los Estados miembros. Todo ello, ¿Qué significa? ¿Menos Europa o más Europa? Es evidente que la tendencia lógica de estas demandas exige más integración.

El caso de la gobernanza económica de la Unión Monetaria es todavía, si cabe, más evidente. La carta de los cinco presidentes - así llamada porque la firman los cinco presidentes de las instituciones europeas- marca un camino de integración económica hacia la unión bancaria, el mecanismo financiero de estabilidad, la convergencia macroeconómica de los países, etc., básica por otra parte, no sólo para dar eficiencia a la gestión económica del euro, sino incluso para aumentar la fundamentación democrática de esas políticas.

Sin embargo -he aquí la paradoja- la mayoría de los acontecimientos que han tenido lugar estos meses muestran un preocupante crecimiento de la intergubermentalidad (el peso del Consejo y de los Estados sobre las otras instituciones) y una tentación nacionalista más que notable, en la mayoría de los países. Prueba de ello es la fuerte presencia nacionalista antieuropea en el Parlamento (UKIP británico, Frente Nacional francés, euroescépticos de distinta inclinación política, extremas derechas, etc.) y las enormes resistencias de los Estados a ceder soberanía o, lo que es peor, a recuperarla (es evidente en el caso de Schengen).

Europa sigue trabajando día a día

Pero quizás la mejor expresión de estas tendencias nos la proporciona el Reino Unido, que amenaza con un referéndum sobre la permanencia o salida de Europa y para evitar el mal mayor, nos exige la renegociación de los Tratados y de las políticas sociales de la Unión en la línea más antagónica a la construcción europea: una moneda común, una misma política social, una construcción cada vez más estrecha... Si queremos que el Reino Unido se quede, tenemos que debilitar la Unión. Ese es el reto que nos propone Cameron, consciente de que perder su referéndum sería una catástrofe para su país, pero también para Europa.

Esta es la otra mirada que también nos ofrece Europa. La que sigue trabajando día a día, resolviendo poco a poco sus problemas y sus crisis. También conviene reivindicar esa Europa que, a pesar de todo, evitó la guerra en Ucrania, evita los muertos en el Mediterráneo con su flota, salva al euro, evita el Grexit... Eso es también Europa. una poderosa maquinaria que está ahora enfrascada en crear la Agenda Digital, cuyo objetivo es crear un Mercado Único Digital para Europa; que avanza hacia la Unión Energética; que negocia acuerdos con Cuba y Mercosur; que busca un Marco Comercial Común con los EEUU (TTIP), o que lidera la lucha del mundo contra el cambio climático (el COP-21 de París).

Europa sufre, pero avanza. Eppur si muove.

Publicado en The Economy Journal