16 de mayo de 2012

Inevitable pero inconveniente

     El anuncio del fin del Pacto PSE-PP que dio lugar al gobierno de Patxi López, no ha sorprendido a nadie. Quizás resultara extraña la forma -poco solemne- y el medio, -una radio local- para tan importante decisión. También ha resultado anómalo que fuera tan terminante, tan rotundo y resolutivo y que el PP lo asumiera unilateralmente. En estos casos suele producirse un tira y afloja de pulsos previos para echar al otro la culpa de la ruptura. Aquí no, Basagoiti se lanzó a la radio una mañana y dijo, “se acabó”. Floriano le secundó y la propia Lehendakaritza, lo confirmó.Parecía como un desenlace previsto. No digo pactado, no, eso no, pero dio la sensación de que todo responde a un guión previamente escrito. Como si todos los actos de la obra fueran perfectamente previsibles.

Varias circunstancias explican lo ocurrido, a mi parecer. Quizás la primera sea recordar que los grandes objetivos que dieron lugar a esta coalición (anómala por su antagonismo estatal e ideológico), se han cumplido con éxito. Hacer posible un gobierno vasco sin el PNV, es decir, “desnacionalizar” las instituciones de la Autonomía. Instalar la “normalidad” de una mayoría constitucionalista en el Parlamento Vasco. Hacerle frente a la subcultura de la violencia y al matonismo batasuno, con la ley y la ertzaintza. Vencer a ETA y traer la paz. Serenar el debate identitario y acabar con Lizarra y sus antidemocráticos objetivos. Todo eso, la esencia de lo que motivó aquel acuerdo entre populares y socialistas vascos, se ha logrado y hoy la pregunta de los vascos ya no es ¿Cuándo y cómo saldremos de esta espiral?, sino, ¿Cómo consolidamos la paz y construimos el progreso.

La segunda razón toca precisamente la llamada fase Post-ETA. Aquí, objetivamente han surgido diferencias entre los dos partidos vascos. Tiendo a creer que, si, este tema se decidiera exclusivamente en Euskadi, los dos partidos habrían podido entenderse. Pero, al PP que gobierna España le han saltado todas las alarmas con la airada reacción de las víctimas y con la evidente censura mediática que le han hecho los periódicos de la derecha, a su tímido Plan de Presos. Este es un asunto delicado.

El Lehendakari se mueve desde la convicción de que hay que hacer gestos (reversibles y prudentes) en materia de presos y el PP no parece dispuesto a mover ficha, o bien porque no lo creen conveniente, o bien porque lo creen pero no se atreven a hacerlo por las razones antes dichas y por las propias desavenencias internas que eso le origina. Es este uno de esos temas en los que el PP sufre con su propia medicina, porque se pasó tanto en la oposición y utilizó de manera tan sectaria y oportunista este tema, que ahora no puede rebobinar sin graves desavenencias de su entorno político, mediático y humano.

La tercera razón ha surgido a raíz del nuevo gobierno español. Rajoy y su partido han observado que sus políticas tienen un desgaste electoral muy grande, quizás inesperado en tan poco tiempo (las encuestas y los resultados de Andalucía y Asturias, lo acreditan) y no quieren que el gobierno vasco sea otra plataforma de crítica política que se suma a la oposición del PSOE y al desgaste natural que produce la impopularidad de sus medidas.A todo ello se ha sumado la articulación por parte del Lehendakari de un discurso alternativo que, el Gobierno Vasco enarbola con el atractivo título de “modelo vasco”, lo que ponía, más en evidencia todavía, la crítica de oposición que el gobierno vasco le hacía al PP de Rajoy. Se dice que ha habido un cierto oportunismo en esta estrategia pero, no me negarán ustedes, que al Lehendakari le han servido en bandeja de plata esta posibilidad, cuando se han ido acumulando recortes en pensiones, sanidad y educación con decretos leyes invasores del autogobierno, teniendo como tenemos en Euskadi un marco económico financiero muchísimo más saneado y solvente que el resto de las Comunidades Autónomas.


Por último, hay cálculos electorales. Al PSE no le disgusta desprenderse de una alianza política con sus adversarios naturales y enfrentar una contienda electoral centrada en los recortes sociales y “el modelo vasco socialdemócrata”. La bandera de la defensa del autogobierno recurriendo al Tribunal Constitucional las invasiones competenciales del Gobierno Central, refuerzan un perfil vasquista, que han cultivado desde el protagonismo institucional del gobierno vasco y con su apuesta por la paz. El PP también prefiere desprenderse de una alianza a la que no le dispensan futuro ni los sondeos ni los enfrentamientos a los que parecen condenados ambos partidos en el ámbito estatal. Basagoiti y los suyos han abierto el campo de sus alianzas y miran probablemente al PNV, con la intención de tejer con ellos una entente que les permita controlar la política vasca, de parecida forma a la que ejercen sobre el gobierno nacionalista de Cataluña.


En ese escenario, unos han decidido romper y otros han aceptado la ruptura. Todo parece bastante lógico. Si no fuera porque esta forma de terminar este pacto contamina su evaluación. Un aroma de fracaso se extiende inoportuna e injustamente, sobre una tarea que mereció y merece más elogio. Y, francamente, lo hecho ha sido tan importante, que no se merecía esa sensación, ni ese final.