A mi juicio, IU no sólo está legitimando esta iniciativa sino que, en la práctica, la está haciendo viable y la está apoyando de manera decisiva.
La está legitimando porque su presencia en el Gobierno vasco y su aprobación en los numerosos actos jurídicos y políticos en los que IU ha participado le hacen promotor y protagonista principal de su impulso y de la estrategia para su tramitación y aprobación. Éste es, sin duda, el precio que IU paga a su participación institucional, otorgando un baño de pluralidad ideológica y hasta constitucional a la iniciativa. Todos sabemos que este barniz 'no nacionalista' apoyando su plan era muy importante para el lehendakari y por eso se empeñó en incorporar a IU al Gobierno compensándole con una consejería de fuerte contenido social. Pero ¿a qué precio para IU? Al precio de tragar con un doble fraude: proponer una reforma constitucional disfrazada de reforma estatutaria para vulnerar así las normas constitucionales previstas para su propia reforma y pretender reformar el Estatuto 'imponiendo' a las Cortes Generales lo que hipotéticamente haya aprobado un referéndum vasco convocado unilateralmente. Es decir, al precio de que un partido eminentemente constitucional, cuyo protagonismo en la transición a la democracia y en la aprobación consensuada de la Constitución fue fundamental, se salte ahora a la torera aquel consenso y se sume a la estrategia de quienes nunca la aceptaron o a la de quienes siempre la combatieron.
Al precio de tragar con un proyecto de eminente contenido nacionalista. El plan Ibarretxe es el proyecto nacionalista de toda la vida, sostenido en las más rancias esencias sabinianas de un pueblo vasco preexistente desde los albores de los tiempos en su larga marcha hacia la soberanía independentista. IU se suma así a la concepción irredenta y milenarista del nacionalismo más reaccionario y más ajeno y contrario a su ideología de izquierdas.
Al precio de legitimar las evidentes pretensiones impositivas del ideario nacionalista a la mitad de los vascos que no lo somos. Incluso al precio de tener que asumir las tentaciones excluyentes y las preocupantes intenciones de algunos de sus socios para establecer la nacionalidad de adhesión y los derechos de ciudadanía, limitados en función de la identidad vasca o española, de los vascos. ¿Cómo puede soportar el electorado vasco de IU las declaraciones etnicistas de algunos dirigentes de sus socios del PNV y las muy concretas pretensiones de EA de establecer derechos políticos distintos a la pluralidad identitaria de los vascos?
Poco importa que para negar tan graves acusaciones Madrazo, y sus compañeros de la IU vasca, nos aseguren que su proyecto es otro y que ya han presentado una enmienda de totalidad al plan, porque todos sabemos que es una simple maniobra de distracción con la que ocultar sus altas responsabilidades en su apoyo a la estrategia nacionalista. Es puro testimonialismo. Se propone una república federal de libre adhesión sabiendo de sobra que ni hay república, ni es federal, porque si lo fuese no habría libre adhesión. Es un estrambote ridículo con el que disimula su legitimación a una estrategia dirigida y encauzada a un único propósito: un plan soberanista hacia la independencia de Euskadi que el nacionalismo ha configurado como objetivo político, primero en Lizarra y luego en este desgraciado plan. Ésta es la realidad del plan y su estrategia de atracción del voto nacionalista radical de la ilegalizada Batasuna. Que IU participe de esta operación sólo puede entenderse porque, al igual que PNV-EA, quiere pescar en las revueltas aguas del electorado de la izquierda abertzale. Pero, ¿cuántos votos merecen tantas renuncias?
Tanto en aquel pacto con ETA como en este plan había un mismo fundamento: consolidar una mayoría nacionalista que dirigiera el proceso y pilotara la nave hacia la soberanía. Por eso se puso fin al pacto de Ajuria Enea y a los gobiernos de coalición con el PSE y, para eso, el alto estado mayor nacionalista necesitaba un nuevo socio 'no nacionalista' que vistiera su camiseta y les diera la pátina de pluralidad con la que suavizar su proyecto. IU ha cubierto este flanco y está jugando un papel político inimaginable para con su trayectoria, para con su ideología y para con muchos de sus votantes.
Pero no sólo legitima y vehiculiza el plan, sino que su apoyo es decisivo porque inclina la balanza de las mayorías políticas en su favor. La reciente encuesta de Isabel de Bergareche publicada en EL CORREO demostraba que la población está al 51%-49% y si IU no estuviera tan comprometida en su aprobación y apoyo, seguramente estaríamos hablando en otros términos cuantitativos y serían otras las expectativas de unos y otros. Lo mismo cabe decir de su juego parlamentario sumando sus tres escaños a la coalición PNV-EA y en muchas ocasiones a la mayoría nacionalista que incluye a Batasuna.
IU sustenta su apuesta política en bellas palabras, cargadas de retórica en este caso: el diálogo, el respeto a todas las ideas, el derecho a la consulta, etcétera, y naturalmente discrepa a fondo del PP y del Gobierno Aznar. No seré yo quien cuestione sus convicciones y principios. No pretendo que se sume a ningún bloque ni participe de estrategias antinacionalistas o de corte represivo, que le resultan odiosas. Mi reproche es que ha tomado partido de una manera tajante y total, junto al nacionalismo vasco, justo cuando éste ha dado el giro político más radical de su historia. Mi censura es que con su apoyo, avala y promueve el éxito de una operación política profundamente injusta e impositiva para quienes no somos nacionalistas, rigurosamente anticonstitucional, impregnada de tensiones identitarias y absolutamente fracturadora da la sociedad vasca. Mi extrañeza se convierte en incomprensión al comprobar con qué tranquilidad participa IU de la voladura consciente del único marco de entendimiento y vertebración que tenemos los vascos entre nosotros y para con España. Mi queja es que defienda un diálogo falso y desigual sin comprender a las víctimas del terrorismo ni a quienes sufrimos la falta de libertad. Y todo esto resulta incomprensible para una gran parte del electorado de IU en toda España, dificulta el entendimiento de la izquierda y nos duele a quienes queremos sumar fuerzas de reforma y de transformación desde el progreso y la izquierda.
Con todo respeto os lo digo, compañeros de IU.
EL Diario Vasco, 13/12/2003