A los pies del Angliru he querido reconocer humildemente la épica, el esfuerzo y la emoción del ciclismo. Y se me ha ocurrido hacerlo jugando con la letra P. La P de profesional frente a la P del paseo.
El uno, el ciclismo profesional es el ciclismo del pedal y la pedalada, del pulmón y la pechada, de las piernas y las pelotas.El otro es el ciclismo del paseo y el paseillo, del pedalín y el patinete, de las piernas de pacotilla, un ciclismo de pelotillas, no de pelotas.
El uno es el ciclismo del pelotón y las peripecias, de peones y persecuciones, de percances y pesadillas, de perseguidores y persistencia, de privaciones y penurias, de pretiles y peligros; es el ciclismo de los peajes, pero no de peajes de pagar, sino de dolor y sufrimiento.El otro es de paisaje y pasatiempo, de periplos y pendoneo, de perifollo y peripuestos, de pic-nic, de políticos.
El uno es ciclismo de pedigrí; el otro, de pose.El uno es de pasión y pelea; el otro de pasodoble y pitorreo.El uno es sin pausa, el otro, de Pascuas a Ramos.
El uno es un ciclismo de película, de podio y pedestal, de patrones y de patrias, de premios y prestigio, de ser primero, de público y popularidad, de polémicas y polemistas, de periodistas, como Pedro González, asturiano ilustre a quien recordamos.El otro ciclismo es privado, de pasatiempo de placidez, placentero y perezoso.
El uno, el de verdad, es un ciclismo de preparadores y de práctica, de planes y picardía, de planos y perfiles, de prólogos y promedios, de predicciones, pronósticos y promesas, de puntuaciones, de perder y no perder.Es el ciclismo de los puertos y las pendientes, de pasar montañas y peñas, picos y promontorios puñeteros.Es el ciclismo poderoso y potente, el que exige pundonor y pujanza, potencia y plenitud, poder y prodigio, el que produce pavor y piedad, el del pavés de la París-Roubaix, el que da pena y provoca plegarias, en el que no se siente nada-ni el pompis ni el pene-, el que te deja como una piltrafa.El otro es una pátina, es de pega.
Se me acaban las pes y tendría que echar mano de los nombres propios.Así tendría que recordar París y los Pirineos, con las gestas que se produjeron en ellos.Todas protagonizadas por un pelotón de esforzados de la ruta.¡Qué bella y qué auténtica figura literaria es esa de los esforzados de la ruta sobre la que se ha construido una imagen casi mítica del enorme desgaste humano que entraña este deporte!.Probablemente, como se ha dicho muchas veces, y así cree la mayoría, el deporte mas duro.
También es el más limpio y honesto.Desde que a finales del siglo XIX, se inició la competición en el ciclismo, no han conocido casos de manipulación o corrupción en este deporte, cosa que no se puede decir desgraciadamente de otros.
Se trata de llegar el primero.De aguantar y de sufrir al máximo.De prepararse con una exigencia y un rigor implacables, todos los días del año.De endurecer los músculos a máximas tensiones para pedalerar fácil y ligero, aunque estés en una subida o en un falso llano o sople el viento de cara.Se trata de montar cinco o seis horas diarias para competir después en cualquier terreno y en cualquier condición.Mojado y con frío, bajando puertos mas rápidos que las motos o pegados al asfalto con los tubulares al rojo, subiendo unas rampas imposibles y condenadamente largas.Es tan extremadamente duro este deporte que no puede ser mas que limpio y honesto.
La televisión lo ha elevado a las alturas de la belleza. La belleza de una disputa contemplada instantáneamente en varios puntos de la ruta.La televisión nos coloca como a dioses con el don de la ubicación en el cielo y en la tierra, en la cabeza y en la cola, en la cima y en las rampas, con los que suben, con los que bajan, con los escapados y con los perseguidores, con los que ganan y los que no, cuando sufren y cuando se divierten, al principio y al final.
La televisión, esa especie de Gran Hermano de la carretera, ha permitido que las ganancias de estos esforzados de la ruta sean mejoradas.Pero también están tensando y extremando las condiciones de la disputa. El morbo del espectáculo quiere más aún.Todo al límite.Sin comprender que la naturaleza humana tiene límites.
Y el Angliru está en esa frontera. Entre lo imposible para los mortales y lo posible solo para los dioses.Una cima de película para el ciclismo.Un circuito de lujo para el espectáculo, como lo son Monaco o Monza para la F-1.Una ruta de pelea obligada porque siempre es decisiva.Sus rampas marcan la diferencia a la fuerza.Un paraje de gestas. Decir Angliru es decir ciclismo.Es decir Asturias.Es hablar de la imagen representativa y mas genuina de este deporte: la montaña.El Angliru es la montaña por excelencia.El espectáculo en estado puro.El máximo esfuerzo.La máxima dificultad.El límite humano del ciclismo.
La voz de Asturias, 25 Noviembre 2002