24 de junio de 2025

Iberoamérica en democracia: el valor del diálogo y el consenso.

La democracia atraviesa una crisis global. Como bien alertó Moisés Naím, tres caballos de Troya la amenazan: la posverdad, que se deriva de las redes sociales que han banalizado la conversación pública y de la tecnología que puede manipular, confundir y engañar, convirtiendo en verosímil la mentira; el populismo, que recoge múltiples descontentos ofreciendo falsas soluciones a las múltiples quejas de los ciudadanos; y la polarización, surgida de los dos fenómenos anteriores—aunque no solo— y que destruye los consensos y la centralidad, y convierte la política en un campo de trincheras enfrentadas.

A estos desafíos se suman otros de orden global: conflictos armados, tensiones geopolíticas crecientes y la pérdida de peso de las organizaciones internacionales, además de la creciente importancia geopolítica de nuevos actores económicos, tecnológicos y comerciales, cuyos intereses particulares suelen imponerse sobre las políticas públicas orientadas al bienestar común. Todo ello ha generado una peligrosa desconexión entre las instituciones democráticas y las expectativas ciudadanas.

En Iberoamérica, estos retos se sienten con mayor intensidad. Las democracias de la región son, si cabe, más vulnerables por problemas estructurales como la corrupción, la inseguridad, las desigualdades persistentes, la economía sumergida y la debilidad institucional, entre otras. Es en nuestra región donde el discurso y la pedagogía democrática tienen mayores necesidades porque nos atraviesan paradojas preocupantes: la mayoría social en América Latina quiere vivir en democracia, pero la confianza en sus instituciones se debilita día a día.

Reclamamos elecciones libres y justas para elegir a nuestros representantes, pero se cuestiona la calidad de la representación. Creemos en la democracia y en el Estado de derecho, pero hay demasiadas vulneraciones desde el poder a sus reglas y principios y no se respetan los mecanismos de equilibrio y control. Todos queremos la más amplia libertad, pero muchas personas están dispuestas a sacrificarla a cambio de seguridad. Una reciente encuesta ya nos advierte que uno de cada cuatro jóvenes españoles menores de 26 años considera que, «en algunas circunstancias», el autoritarismo puede ser preferible a la democracia, y eso es algo que nos debe alarmar.

En un momento en que las democracias atraviesan tensiones crecientes y los espacios de diálogo se ven amenazados, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) ha lanzado Iberoamérica en Democracia, una iniciativa apoyada por un comité editorial de expertos y voces diversas, para reflexionar sobre los desafíos democráticos en la región. A través de artículos, encuentros, foros y mesas de trabajo, el proyecto busca generar diálogo sobre temas clave como la separación de poderes, los procesos electorales y el papel de la educación, la cultura y la ciencia en sociedades más justas. Con esta propuesta, la OEI apuesta por renovar la confianza en la democracia desde el intercambio de ideas, la participación intergeneracional, y la publicación de textos de calidad.

A esta iniciativa se suma desde hoy EL PAÍS América creando un espacio para promover la reflexión serena, el análisis riguroso y el compromiso con los valores democráticos. Bajo el título Iberoamérica en Democracia, esta serie de artículos, que se publicará cada quince días, reunirá a autores y autoras de referencia en el mundo iberoamericano: voces con experiencia, pensamiento propio y una defensa activa de la libertad, los derechos humanos, la educación y la institucionalidad. El objetivo es claro: contribuir a una conversación pública más sólida, plural y constructiva.

Este proyecto nace del encuentro natural entre dos instituciones que comparten principios: una organización con una trayectoria consolidada en educación, cultura y derechos fundamentales y un medio comprometido con el periodismo libre, el pensamiento crítico y el debate con altura. Desde la OEI y EL PAÍS América, entendemos que cuidar la democracia también implica crear espacios donde se pueda pensar en profundidad, disentir con respeto y construir ideas con vocación de bien común.

Iberoamérica en democracia es un intento de hacer fuertes los valores y los principios de la democracia y los derechos humanos, como el único suelo digno de convivencia de nuestras sociedades. Porque no hay otra forma de vivir en libertad. Porque no queremos dictaduras y autocracias (bastante sufrimos con ellas en el pasado y demasiadas quedan todavía). Porque creemos en la convivencia con derechos y deberes. Porque queremos vivir en paz y progresando. Porque, aun conscientes de sus imperfecciones, de sus fallos y de sus ineficiencias, creemos que la democracia es el mejor régimen político para garantizar libertad, derechos iguales, justicia y ciudadanía.

Iberoamérica en democracia es una página abierta a las colaboraciones del pensamiento y la reflexión democrática iberoamericana (sin adjetivos), para llegar al público iberoamericano a través de la palabra. Es una iniciativa apartidista, abierta, plural y de la sociedad civil para esas personas comprometidas con la Democracia y los derechos humanos. Iberoamérica en democracia no es nada más, pero tampoco nada menos. Hay muchas adversidades, pero a nosotros, como a Blas de Otero, el poeta social: “Nos queda la palabra”.

Publicado conjuntamente con  Mariano Jabonero Blanco, En el Pais, edición América.

15 de junio de 2025

Pactos de Estado

Todo lo que acontece en nuestra política nacional responde a dos caballos de Troya de la democracia: la polarización y la posverdad. Puede parecer, por eso, absurdo hablar hoy de pactos de Estado en la actual política española. Sin embargo, es necesario, aunque la polarización esté arrasando los espacios centrales de la política e impidiendo construir acuerdos imprescindibles de gobernanza.

Hubo un tiempo en el que nadie discutía sobre la necesidad de preservar determinados espacios de la política nacional a resguardo de la dialéctica gobierno-oposición. En política internacional se trataba de proyectar al exterior una sola posición, con objeto de que nuestros interlocutores internacionales supieran a qué atenerse y, por supuesto, para hacer más fuerte nuestra posición exterior. Algo parecido ocurría con la política de defensa, que afectaba a elementos nucleares de la soberanía nacional y reclamaba proyectos de largo plazo que superaban los períodos legislativos. También la política territorial se desarrolló en los primeros decenios de la democracia sobre la base de acuerdos explícitos entre los dos grandes partidos. La lucha contra el terrorismo produjo acuerdos básicos entre los dos grandes partidos que -salvo excepciones que mejor no citamos- guiaron la extraordinaria victoria de la democracia contra la violencia.

Hay materias en las que España ha obtenido éxitos notables que han sido consecuencia de políticas sustentadas en acuerdos tácitos o expresos entre sus fuerzas políticas o entre el Gobierno central y las comunidades autónomas. La formación profesional, siguiendo por cierto, el modelo vasco, es actualmente uno de esos grandes logros como país. El Pacto de Toledo y el sistema de pensiones de la Seguridad Social es otro. Podríamos añadir el desarrollo de nuestra red de carreteras, ferrocarriles y telecomunicaciones como una de las mejores del mundo, y otros.

Hoy, todo esto parece utópico. Nuestro giro en el Sáhara con Marruecos, en mi opinión inteligente y valiente, no tiene el aval del PP y nadie sabe si un gobierno diferente alterará una posición que hoy mantienen las principales potencias europeas y mundiales. El papel del Ejecutivo en Oriente Próximo y en América Latina es objeto de constante lucha partidaria tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. El último y lamentable caso ha sido en Europa, en el tema de los idiomas regionales, hasta el punto de poner a nuestros socios europeos en delicadas y difíciles situaciones por recibir mensajes contradictorios del Gobierno y de la oposición.

El debate sobre la defensa europea ha penetrado nuestro particular patio nacional en uno de los momentos más dramáticos de la Unión. Merecemos un debate serio y profundo sobre las legítimas y diferentes opiniones que este tema suscita y sobre las evidentes consecuencias presupuestarias que conlleva. Los alemanes, por ejemplo, lo han tenido, hasta el punto de proceder a una reforma puntual de su Constitución mediante un amplio acuerdo de populares, socialistas y verdes. España deberá tomar decisiones que superan a la actual mayoría gubernamental y el actual periodo de sesiones.

Hay temas que están reclamando pactos de Estado porque no hay otra forma de abordarlos, en un Estado compuesto como el nuestro, si no es mediante acuerdos que comprometan el entramado administrativo y legislativo del Estado autonómico. Dos ejemplos destacan sobre otros: la vivienda y la inmigración.

No por casualidad, el PNV y el PSE han solemnizado su acuerdo en materia de vivienda en una reforma legislativa, recientemente presentada, sabedores de que su eficacia se multiplica al contar con la mayoría de los ayuntamientos vascos en los que ellos gobiernan. Pues bien, de igual forma, un acuerdo que integre al Gobierno central, a las comunidades autónomas y a los ayuntamientos es primordial en España para enfrentar el mayor problema social del momento para nuestros jóvenes. Lo mismo podríamos decir del tema migratorio. Resulta patético observar que no somos capaces de distribuir a 5.000 menores que han llegado a una sola comunidad y que tenemos que repartir no solo por justicia para con esa comunidad, sino por exigencia moral con los cuidados y la educación de esos menores.

Podríamos seguir con otros temas básicos: financiación autonómica, sistema energético... Sería demasiado simple decir que la legislatura está marcada por una coalición dispar y que la oposición no quiere ayudar porque desde su inicio busca derribarla. Pero, admitidas la respectivas estrategias, la pregunta es pertinente: ¿No caben pactos de Estado que no alteren los legítimos intereses políticos de unos y otros? Al Gobierno le corresponde proponerlos, a la oposición negociarlos y aceptarlos y a la opinión pública, exigirlos y premiarlos.

Publicado en EL Correo, 15 junio 2025