"La caída del muro -la apertura más bien-, aquel 9 de noviembre de 1989, es uno de esos acontecimientos que llegó inesperadamente. Nadie había anticipado ni cuándo, ni cómo ,iba a desmoronarse, no solo el muro, sino con él ,el imperio soviético, creado a raíz de la revolución rusa de 1917 y de la derrota del nazismo en 1945.Es mas, el hecho mismo de la desaparición brusca de todo ese entramado político ,no entraba en los cálculos de casi nadie en aquellos momentos."
De manera que el mundo ya se había hecho impredecible en aquellas fechas y muchas de las cosas que estaban ocurriendo llegaron sin que los analistas o las cancillerías, las hubieran anticipado y sin que nadie, absolutamente nadie, pudiera determinar sus enormes consecuencias. El mundo, además de imprevisible, empezaba a ser por ello incierto, además de inmediato e interconectado, haciendo que todos los acontecimientos que ocurrían en cualquier rincón del planeta, provocara efectos inmediatos en el resto, en un mundo concatenado.
Ocurrió así. Simplemente una tarde de aquel mes de noviembre de hace 35 años, una puerta se abrió y el mundo cambió. Alemania se unificó y se refundó en muy poco tiempo.
El Este de Europa se democratizó en procesos paralelos a su desvinculación de la URSS Acabó la guerra fría y el conflicto ideológico que ella encerraba. El mundo dejó de ser bipolar y el dominio americano se hizo abrumador. Profundas y dolorosas transformaciones se iniciaron en todas las economías ex-soviéticas. La Unión Europea acogió a los nuevos países “liberados” y los integró en la UE a principios de siglo .Y, finalmente ,la geopolítica de la OTAN y de la Unión Europea ,entró en fase evolutiva a través de unos acuerdos con Rusia que parecían territoriales y armamentísticos y que en el fondo no lo fueron y acabaron creando una guerra en Ucrania y una profunda sima con el agresor.
Todo eso ya es sabido. Interesa mucho más, creo yo, preguntarse por qué, lo que parecía un futuro feliz, se ha convertido en un mundo incendiado .Porque ,si recapitulamos, a finales del siglo pasado con la caida del muro y el fin de la guerra fría, parecía que el futuro estaría dominado por la paz ,por la extensión de la democracia, por los tratados de contención y control de armas nucleares y por el crecimiento económico de una globalización que integraba en el trabajo formal a cientos de millones de personas, hasta entonces marginadas y empobrecidas e impulsada por una revolución tecnológica que comenzaba a ser la gran revolución industrial del siglo XX y del XXI.
Los atentados de las Torres Gemelas en 2001 abrieron las puertas del infierno. Fueron el principio de una larga lista de atentados terroristas con un trasfondo religioso integrista que escondía además ,una contienda civilizatoria contra las democracias occidentales. Al terrorismo le siguió una crisis financiera que hizo temblar las bases del sistema capitalista global. Estados Unidos y sobre todo Europa, sufrieron entre 2008 y 2012 la mayor crisis económica de sus últimos cincuenta años.
Fueron años de policrisis. Terrorismo, depresión económica, crisis social y fenómenos migratorios ,fueron la base de la aparición de una suerte de nacionalismos populistas y la emergencia de los llamados “hombres fuertes”, hacia la autocracia. Recordemos: Brexit, Hungría, Turquía, Rusia, India, Brasil,....Las democracias sufrían por la tentación autoritaria y el abuso de poder de regímenes formalmente democráticos que, sin embargo, estaban destruyendo los principios liberales de la democracia y eliminando los contrapoderes que balancean ese régimen político.
Luego vino la pandemia ,con su larga lista de dramáticas consecuencias, humanas y socioeconómicas. Finalmente, llegó la guerra a Europa, con la invasión de Rusia a Ucrania y todos los parámetros del derecho internacional y los delicados equilibrios que sostenían el puzzle identitario del Este europeo saltaron por los aires .Ahí estamos ,en plena guerra en Europa y temiendo que el nuevo imperialismo de Putin nos someta a escenarios bélicos que creíamos olvidados para siempre.
¿Qué hemos hecho mal para llegar a este desastre? ¿Que no hemos hecho y debimos hacer?. Son muchas las respuestas a estas inquietantes preguntas y son distintas según sea la óptica que elijamos para ello. Sin embargo, en mi opinión, hay tres reflexiones obligadas.
La primera es la que tiene que ver con la globalización económica de estos últimos 25 años, que ha sido claramente desordenada y poco reflexiva sobre sus consecuencias. Una deslocalización enloquecida en busca de bajos costes laborales y al mismo tiempo millones de trabajadores sufriendo esa competencia sobrevenida. Con la implosión de la burbuja inmobiliaria y con la crisis bancaria y financiera posterior, el contrato social de Occidente se debilitó por la desprotección de sus clases medias y el crecimiento de la desigualdad.
Nuestras democracias sufrieron así un coste de credibilidad, por la desconfianza que generan los gobiernos ineficaces frente a estas batallas cruciales para la mayoría de los ciudadanos. En la crisis democrática influyen, claro está , otros muchos factores , pero en el abanico de nuestras medidas rehabilitadoras , la recuperación de la seguridad económica y la igualdad de oportunidades , están en lugares preferentes.
En segundo lugar, Occidente ha fracasado en su política hacia el mundo en desarrollo, que ahora llamamos el Sur global, especialmente hacia el mundo árabe .Las guerras en Kubait, Irak, Siria ,el norte de África (que quemó las expectativas de lo que ingenua y prematuramente llamamos primavera árabe), Oriente Medio, que estalló después y el conflicto árabe israelí de estos últimos años, golpearon y golpean, desgraciadamente todavía ,el corazón mismo de esa contienda ,entre integrismo musulmán y democracia, entre Sur global y Occidente.
La política migratoria europea es un buen ejemplo de ese fracaso. El rechazo y el odio hacia el islam que se desprende de los movimientos ultras antimigratorios en Europa, nos enemista con muchos e importantes países del mundo. La política europea en esta materia es verdaderamente suicida porque entre el año 2025 y el 2050 Europa perderá aproximadamente 50 millones de personas en edad de trabajar y necesitaremos una inmigración que nos negamos a aceptar. La imagen de Europa rechazando los migrantes africanos o asiáticos ,que mueren en el Mediterráneo, o expulsándolos a campos de refugiados subcontratados en África o en otros países, generará un odio histórico hacia nosotros.
Nuestro alineamiento con Estados Unidos, en muchas ocasiones y en muchos de los conflictos internacionales de los últimos años, nos sitúa en un frente que no siempre nos representa .Nuestra división interna en el conflicto palestino nos convierte en irrelevantes en el conflicto árabe- israeli. Peor aun , mas allá de la conciencia moral expresada por el Alto Representante europeo contra los crímenes de Israel en su guerra en Gaza, Cisjordania y Líbano, Europa esta siendo percibida como una potencia mas cercana a las posiciones israelitas que a las árabes .
Por último, Borrell dijo en el año 2019 que Europa tenía que aprender el lenguaje del poder. En la misma línea, yo creo que Europa tiene que hacerse mayor y convertirse en un agente internacional que defienda sus códigos democráticos y civilizatorios, sus valores morales, su multilateralismo ordenado y de paz en el mundo, su apuesta por un comercio internacional regulado, con más fuerza y eficacia. Europa tiene que liderar el fortalecimiento de las instituciones multilaterales y las organizaciones de Naciones Unidas. Establecer sus relaciones con China, con Oriente Medio, con Turquía, con India, con otros grandes actores, en base a sus propios intereses. Europa tiene que ser autónoma en su sistema defensivo, en sus relaciones con su vecindad, en su seguridad económica y energética, en su autonomía estratégica y en la defensa de los compromisos internacionales para un planeta sostenible. Todo eso requiere una Europa más fuerte ,más unida y consciente de su papel en el mundo.
Publicado en La Hora digital, 11/11/2024