25 de septiembre de 2025

UE-CELAC: Una cumbre importante

Las expectativas de la cumbre que se celebrará los próximos 8 a 10 de noviembre en Santa Marta( Colombia) entre la Celac y la Unión Europea, no son destacables. El conjunto de circunstancias que la hacen imprevisible son conocidas .Por empezar por las logísticas, la coincidencia con la cumbre de Belém (Brasil) de la COP-30 de Naciones Unidas, sobre el Cambio Climático, parecía, en principio, una inteligente coincidencia, pero puede no serlo tanto. Las circunstancias políticas en el país anfitrión no son demasiado estables. En este momento- todavía es muy pronto-, hay una gran incertidumbre sobre el número de Presidentes y Jefes de Gobierno de ambos lados del Atlántico que acudirán. Estamos en el típico momento en el que las agendas de los dirigentes políticos ultiman compromisos y los asumen en función de las asistencias recíprocas.

Tampoco ayudan las notables diferencias políticas entre los países de la región. No es preciso señalarlas,
ni acentuarlas, pero es sabido que algunos presidentes latinoamericanos ni quieren, ni pueden coincidir. Podría decirse que también en Europa hay grandes tensiones políticas entre países, pero la diferencia es que habitualmente se encuentran y dialogan en el órgano supranacional común que es la Unión Europea.

Sin duda, la debilidad organizativa de CELAC y la falta de integración del conjunto de la región es un obstáculo objetivo para que la asociación estratégica entre Europa y América Latina y el Caribe sea más profunda y para que algunos planes conjuntos se concreten y se materialicen. Hay cierta decepción, por ejemplo, sobre el desarrollo de la agenda global Gateway, anunciada con gran solemnidad en julio de 2023, en la anterior cumbre. Este sentimiento se percibe en sectores empresariales europeos que reclaman a la Unión Europea una arquitectura financiera de apoyo para avanzar en inversiones en América Latina vitales para su conectividad ( eléctrica, digital y espacial). Hacia esos temas avanza la organización de una Business Fórum que se celebrará paralelamente a la cumbre y que está organizando con grandes perspectivas la Comunidad Andina de Finanzas CAF.

No será fácil que la declaración política de la cumbre produzca grandes novedades. Las diferencias políticas entre nuestros respectivos países sobre los grandes -y graves- acontecimientos de la escena internacional ,dificultarán pronunciamientos rotundos de la asociación UE-CELAC. Son preferibles algunos descartes de países que no suscriban la declaración ( ocurrió así con Nicaragua en Bruselas en 2023), antes que farragosos y retóricos párrafos que no dicen nada.

Con todo y a pesar de estas dificultades, la cumbre es importante y su simple celebración ya es un éxito que debemos empujar.

Es importante que Europa y América Latina y el Caribe actualicen y reafirmen su asociación en un mundo cada vez más hostil a nuestros mutuos intereses. Cuando se está imponiendo un mundo desordenado y multipolar en el que la ley de la fuerza ha desbancado al derecho y a la cooperación. Cuando algunos pretenden establecer una especie de delineación imperial del planeta, en base a su poderío militar. Cuando se destruyen las alianzas comerciales y políticas. Cuándo todo esto y mucho más, transforma nuestro entorno geopolítico, América Latina y el Caribe y la Unión Europea deben trasladar a la comunidad internacional su vocación común de construir el mundo sobre otras bases y sobre otros principios.

Es importante que América Latina y el Caribe den pasos para consolidar su comunidad integrada frente a la agresividad recibida desde el norte por los EEUU. Cuando las políticas de Trump humillan a la población inmigrante latinoamericana, lesionan sus economías con las tarifas, agreden a sus sistemas políticos y judiciales en función de sus legítimas decisiones y amenazan su soberanías, América Latina y el Caribe abre sus radares estratégicos y ratifica sus convergencias democráticas ,geopolíticas y hasta humanitarias con Europa.

Es importante porque frente a las tarifas y las concepciones cutres y egoístas de las balanzas comerciales, Mercosur firmará su gran acuerdo con Europa y México la modernización del suyo, en clara muestra de su apuesta por el comercio libre de gravámenes y por las inversiones respectivas reguladas.

Es importante porque Europa es un país amigo de América Latina y el Caribe y quiere aumentar su presencia económica y política en la región. Quiere hacerlo superando la vieja concepción extractivista y desea cooperar transfiriendo tecnología, talento y capacidades para que América Latina supere sus viejos problemas de productividad .Quiere hacerlo desde una concepción coincidente con América Latina en la sostenibilidad y en la transición energética necesarias para combatir el cambio climático. Quiere hacerlo trasladando su modelo de calidad y protección laboral en defensa del trabajo decente.

Es, finalmente, importante porque no hay alternativa. Lo vimos cuando estas cumbres estuvieron suspendidas entre 2016 y 2023. Entonces no hubo nada y esto no nos lo podemos permitir en los momentos actuales. Por eso, esta cumbre es como los cumpleaños: a cierta edad molestan pero es peor la alternativa. Su simple celebración es un éxito. Deseamos que también lo sean sus contenidos y nos alegra saber que ya está prevista la celebración de la siguiente cumbre en Bruselas dentro de dos años, en 2027.


Publicado en El País edición América.25/9/2025

7 de septiembre de 2025

Hubo un tiempo

 Hubo un tiempo en el que los países dialogaban en foros internacionales para combatir riesgos para la humanidad y establecían así grandes acuerdos multilaterales para evitarlos. Ordenar la pesca y salvar los océanos, luchar contra el cambio climático, son algunos ejemplos.

Hubo un tiempo en el que Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad tenían capacidad para aprobar o prohibir intervenciones militares en determinados países .No eran posibles las viejas guerras en medio de Europa, ni los genocidios televisados.

Hubo un tiempo en el que las agencias de las Naciones Unidas regulaban y gestionaban aspectos fundamentales de las actividades humanas: el comercio (OMC), la Salud (OMS) y otras.

Hubo un tiempo en el que la comunidad internacional creó un poderoso y universal procedimiento (ODS), para alcanzar objetivos en materias de comunes aspiraciones: erradicar la pobreza, avanzar en la igualdad, asegurar la sostenibilidad del desarrollo, etcétera, fijando 17 grandes metas en una agenda universal 2030 para el desarrollo sostenible.

Hubo un tiempo en el que las principales potencias nucleares establecían acuerdos y compromisos de desarme nuclear y control mutuo de ese armamento, letal para la humanidad.

Hubo un tiempo en el que los derechos humanos, un código universal de respeto y dignidad del ser humano, se desarrollaban y se aplicaban progresivamente en el mundo entero, como una especie de suelo básico, de moral mínima, aplicable a toda actividad política y económica en todos los lugares de la Tierra.

Hubo un tiempo en el que el derecho internacional, sus reglas y las instituciones que lo aplicaban, eran respetados y aplicados rigurosamente en las contiendas internacionales. Los conflictos territoriales o de otra índole entre vecinos se resolvían apelando a tribunales trasnacionales o con la mediación de organismos internacionales.

Hubo un tiempo en el que el comercio internacional avanzaba hacia grandes acuerdos entre países y bloques económicos, sometidos a arbitrajes y normas internacionales que garantizaban los derechos y los intereses de las partes y facilitaban el comercio sin peajes normativos ni aranceles, para hacer libre e igual el comercio internacional.

Hubo un tiempo en el que la cooperación internacional de los países desarrollados con los países que no lo estaban era una obligación moral e histórica, asumida por las opiniones públicas y legalmente soportada por los presupuestos nacionales de los países ricos, en una progresión –nunca alcanzada– de lograr el 0,7% del PIB de cada país.

Hubo un tiempo en el que las necesidades militares de Defensa se reducían en función de un clima general de paz, consecuencia de la desaparición de las amenazas bélicas, que acentuaba la conciencia general de que la guerra ya no sería posible en el horizonte de nuestras vidas.

Hubo un tiempo en el que las democracias se extendían por el mundo, hasta el punto de creer que era el único régimen político posible y que tarde o temprano, todos los países –incluso China o Rusia– acabarían asumiendo las reivindicaciones ciudadanas de la libertad y sus consecuencias.

Hubo un tiempo en que las aspiraciones políticas de la mayoría estaban vertebradas en torno a proyectos políticos y partidos que articulaban un debate y una deliberación pública ordenada y constructiva. El Estado del Bienestar era el eje de esa dialéctica y los valores y las reglas de la misma regían para todos.

Ese tiempo y ese mundo han desaparecido o están camino de ello. No hace tanto de ese tiempo. De hecho, ese era el mundo de ayer. De ayer mismo.
Esta descripción, un poco simplificada quizás, pero real como la vida misma, evoca aquellas memorias inolvidables (‘El mundo de ayer’, 1942), en las que el genial Stefan Zweig describía con pluma brillante la vida apacible y despreocupada de Viena y buena parte de Europa a finales del siglo XIX y principios del XX, antes de las dos grandes guerras y la llegada del nazismo.

 La evocación es más literaria que real, porque las diferencias políticas, sociales y económicas con aquella época son enormes, pero viene a cuento como elemento reactivo frente al desastre. Porque, como entonces, nos invade una especie de impotencia ideológica ante lo que algunos consideran tendencias irremediables y se percibe un abatimiento universal ante un mundo en decadencia inevitable. Como si la aparición de estos nuevos ‘hombres fuertes’, estos nuevos líderes imperialistas, estuviera modelando un mundo salvaje e inapelable. Por eso es necesaria esta descripción provocativa, para convocar a todos a la recuperación de unos valores y unos principios sobre los que construir un mundo habitable y en paz, con justicia, libertad y dignidad humana. En definitiva, para construir nuestro propio futuro.


Publicado para El Correo, 7-9-2025

 

26 de agosto de 2025

"La libertad, ¿para qué?": para ser libres.

Hay una vieja anécdota que ilustra bien el compromiso del socialismo español con la democracia y la libertad.

En el fragor del debate ideológico surgido en todos los partidos de la izquierda europea por el triunfo de la revolución soviética, una delegación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se entrevistó con Lenin en 1920 y, en el curso de la conversación, Fernando de los Ríos le preguntó cuándo recuperarían la libertad los ciudadanos rusos.

"La libertad, ¿para qué?", fue la respuesta del líder comunista, lo que provocó el rechazo del PSOE a entrar en la Tercera Internacional y motivó la escisión y creación del Partido Comunista de España (PCE).

Fernando de los Ríos adornó la narración de este diálogo con una respuesta que nos marcó para siempre: "¿Para qué?, la libertad para ser libres".

La ecuación entre la izquierda política y la democracia y libertad no ha sido pacífica. Demasiado tiempo, en demasiados sitios, hubo una izquierda que consideraba la democracia solo un medio para llegar a una sociedad más justa.

Demasiadas experiencias políticas han sacrificado la libertad en el altar de la igualdad. En este proceso, una pretenciosa 'democracia real' se sobreponía a una denostada 'democracia formal'.

Hubo un tiempo en que esa concepción instrumental de la democracia al servicio de un ideal igualitario tuvo su explicación en el contexto geopolítico de la Guerra Fría, y/o en los países en los que se luchaba por la dignidad humana y la justicia contra tiranías que negaban, a sangre y fuego, los más elementales derechos humanos.

Era el siglo XX y el muro cayó. Los golpes militares desaparecieron afortunadamente. El mito de Lenin se derrumbó y la crueldad del gulag y Stalin no admiten ya dudas.

Sin embargo, las tentaciones autocráticas y antidemocráticas tienen demasiada presencia en ciertas izquierdas latinoamericanas.

Todavía quedan tres regímenes políticos en América Latina que se proclaman de izquierdas y oprimen, a su vez, a sus pueblos negándoles la libertad y la democracia, y se perpetúan en el poder mediante la represión. No hace falta citarlos.

También deben preocuparnos las tentaciones populistas de algunas propuestas, que se envuelven en la llamada 'democracia directa', y, sin embargo, pueden atacar las bases del Estado de derecho.

Puentear a las cámaras legislativas cuando estas rechazan los proyectos de ley del Ejecutivo, y amenazar con la convocatoria de un referéndum para que la ciudadanía apruebe o no esos proyectos, es una de ellas.

Quien tiene la legitimidad para aprobar las leyes es el Legislativo, no el pueblo. Este ya eligió a sus representantes para esa función, y apelar a él para puentear a las cámaras es destruir una de las más importantes reglas del Estado de derecho: la separación de poderes y, en este caso, las funciones del Legislativo.

Elegir a los jueces en elecciones supuestamente democráticas, con un nivel de participación inferior al 15% del censo, en listas elaboradas o patrocinadas por los partidos políticos, es otra peligrosa tendencia populista que lesiona y puede destruir otro de los pilares del Estado de derecho: la independencia del poder judicial.

La justicia emana del pueblo, sí, pero se constituye en poder arbitral de las contiendas, legitimada por la independencia de cada uno de los jueces que dictan las sentencias, libres de cualquier presión o dependencia política o social.

La dependencia electoral no hace a los jueces más independientes, sino menos porque son elegidos por una minoría ciudadana sobre propuestas partidarias.

Sabemos bien que las fronteras entre los poderes son difusas y conflictivas. Conocemos los problemas que sufren los presidentes elegidos por el pueblo, quienes a su vez no disponen de mayorías parlamentarias.

Cierto es que hay jueces conservadores, y que a veces hay abusos inquisitoriales y cierta politización de la justicia.

En todas las democracias hay poderes mediáticos polarizantes al servicio de proyectos partidarios.

Hay ciertas manipulaciones y falseamientos tecnológicos de la verdad. Hay muchas fuerzas que conspiran contra la democracia y muchas imperfecciones en este sistema político.

Sabemos todo esto, pero nosotros, la izquierda política, debemos ser, precisamente por eso, los principales defensores de sus reglas y principios.

No tenemos otro instrumento de acción política transformadora. No hay socialismo sin libertad. No hay igualdad social sin democracia. La democracia no es un medio, es un fin. No hay una 'democracia real' sin 'una democracia formal'.

La democracia es imperfecta, lo sabemos, pero si en ella no hay libertad, ni derechos, ni ciudadanía, ni elecciones libres, ni igualdad ante la ley, ni Estado de derecho, ni derechos humanos, ni dignidad humana…

Esas aspiraciones son la esencia de los proyectos socialdemócratas; en mi opinión, la mejor fusión de libertad e igualdad.

La izquierda no puede sostenerse en las dictaduras y la represión de su pueblo. Eso es la autocracia y el totalitarismo.

No hay nada que justifique la represión y la persecución de la gente. Nunca habrá una razón suficiente para falsear la voluntad del pueblo en elecciones fraudulentas.

Desgraciadamente, muchas amenazas a la democracia provienen de proyectos extremistas y populistas situados en la derecha política.

Pero, en América Latina, la izquierda, más que en otros sitios, necesita sobreponerse a esas experiencias totalitarias y acreditar su compromiso con la libertad y la democracia como santo y seña de su proyecto político. Ahí estará también la mayoría de sus pueblos.

Publicado en El Español, 26/08/2025