7 de noviembre de 2025

La ofensiva reaccionaria.

Hay un corpus doctrinal, una ideología que vertebra todos los episodios y cambios que creíamos esporádicos y reversibles. ¿Cuáles son los rasgos de esa ofensiva que bien podemos llamar neoreaccionaria?

No se trata solo de Trump. No te consueles pensando que dentro de tres años se irá definitivamente y esta ola será solo un mal recuerdo. El telón de fondo de todo lo que está sucediendo en el ámbito geopolítico e ideológico, en los valores que presiden nuestra convivencia y en la crisis democrática que sufren nuestros estados de derecho, es más profundo y serio que lo que imaginábamos hace solo unos meses.

Hay un corpus doctrinal, una ideología que vertebra todos los episodios y cambios que creíamos esporádicos y reversibles. ¿Cuáles son los rasgos de esa ofensiva que bien podemos llamar neoreaccionaria?

El nacionalismo

Todos los populismos son nacionalistas. «El futuro es de los patriotas, no de los globalistas», dijo hace ya algunos años Donald Trump. Late en el fondo de sus corazones un sentimiento nacional, una recuperación de las glorias y hazañas, reales o inventadas, para alimentar ese orgullo identitario, ese sentimiento de pertenencia, ese pretendido supremacismo. «America First» es el eslogan que materializan, día sí día también, todas las políticas norteamericanas, que permea, como el agua, hacia otras latitudes y circunstancias. Es una idea pequeña y arcaica del mundo, que les constriñe en las coordenadas sentimentales de lo propio y conocido, al tiempo que generan rechazo a lo ajeno y a los ajenos, apropiándose, claro, de símbolos comunes y manipulando la historia para regodearse en el pasado.

El rechazo al multilateralismo, al Derecho internacional y a la gobernanza democrática del mundo

También aquí Estados Unidos ejemplifica y lidera este impulso a la fuerza, a la acción unilateral, al desprecio a las instituciones internacionales, al rechazo de los acuerdos multilaterales, construyendo así un mundo pilotado por nuevos imperios militares, económicos o tecnológicos. La congelación de organismos multilaterales como la Organización Mundial de Comercio (OMC), la Organizacion Mundial de la Salud (OMS) y el papel secundario y totalmente dependiente de Naciones Unidas y sus agencias son solo una parte de ese nuevo «desorden». La violación constante del derecho internacional por acciones de fuerza que afectan a la soberanía o a los derechos humanos se acepta ya como hechos consumados naturales de quien posee los medios tecnológicos o militares para ello.

Asusta pensar en un mundo regido por esos medios y por una multipolaridad desordenada, sobre todo al comprobar que grandes causas humanas (la cooperación, la paz, los derechos humanos, las migraciones, las regulaciones éticas de la digitalización y tantas otras) están pendientes de acuerdos multilaterales como lo fueron el acuerdo de París contra el cambio climático o la agenda 2030 para el desarrollo sostenible.

El rechazo a los inmigrantes

Vivimos en una paradoja insoportable: necesitamos inmigración, pero no la queremos. Nuestros hogares, nuestras fábricas, nuestros huertos, necesitan inmigrantes, pero una parte de nuestras opiniones públicas expresan crecientes rechazos a los extranjeros. Tenemos un mundo abierto en la información y en la comunicación: todos vemos todo y todos viajamos a cualquier punto del globo, pero a ellos, a los inmigrantes, les cerramos las fronteras. Incluso la ola neoliberal que se abrió al mundo y a la globalización productiva a finales del siglo pasado pretende ahora cerrar sus espacios productivos a una movilidad humana que era consustancial a aquella apertura que ellos mismos provocaron. La ofensiva reaccionaria se alimenta de estos temores, de este rechazo egoísta y paradójico de nuestras sociedades, alimentando, a veces conscientemente, otras veces indirectamente, actitudes de odio y racismo hacia otras etnias o religiones y construyendo sobre ellos el principal vector de un extraordinario apoyo electoral.

El rechazo a una Europa más integrada

Este es un rasgo propio, no importado de Estados Unidos. Un 26% de los partidos representados en el Parlamento Europeo responde a una idea profunda que ve la integración europea, es decir, el avance hacia una mayor unidad estratégica y política de la Unión, como un peligro para su identidad nacional, y rechaza el camino que demandan nuestro mercado interior, nuestra autonomía estratégica, nuestra defensa y nuestro papel en el mundo.

Es una contradicción insalvable con los intereses europeos, hasta el punto de que en algunos países donde esos sentimientos antieuropeos son más fuertes están elaborando planes para refundar la Unión como una simple unión intergubernamental en la que se deberían «renacionalizar competencias y recortar poderes de las instituciones comunitarias». Esas pretensiones son literal y directamente antagónicas a los informes Draghi y Letta, a los esfuerzos por agilizar la toma de decisiones eliminando la unanimidad, a la imprescindible creación de una defensa y una industria militar europeas, en definitiva a la construcción de la Europa federal que necesitamos. Desgraciadamente, la Europa nacionalista gobierna en Italia, Hungría y Eslovaquia, participa en los gobiernos de Finlandia, Suecia, Países Bajos y quizás pronto Chequia y amenaza hacerlo en Francia y Polonia. Este es el verdadero dilema europeo.

El rearme religioso del Estado sobre bases y códigos morales tradicionales del cristianismo

El laicismo, la aconfesionalidad del Estado, la secularización de las instituciones fue avanzando a lo largo del siglo XX en todo el mundo occidental. Pero la presencia de oraciones o pastores-sacerdotes en reuniones de gobierno y otras simbologías de cristianismo han ido apareciendo en los espacios públicos, en el seno del conflicto de civilizaciones con el que el gobierno de Estados Unidos reaccionó al atentado de las Torres Gemelas.

Hoy se expresan unidas a una concepción antigua y conservadora de algunas de las grandes controversias morales surgidas del feminismo, de los derechos de la mujer, de la concepción familiar y de la libertad en general. El código moral de los nuevos líderes antiwoke se opone al aborto, reivindica una concepción cerrada de la familia y del matrimonio, cuestiona el papel de la mujer en la vida social y limita la libertad sexual persiguiendo y penalizando las identidades personales de esa naturaleza.
La restricción de las libertades

En el fondo de esta ola persiste el viejo miedo a la libertad que caracterizó a muchos movimientos conservadores. Tres vectores explican este rasgo:

a. Las restricciones a las libertades públicas y a los derechos personales frente a la seguridad como tótem indiscutible. Por ejemplo, El Salvador, o el despliegue del Ejército en las calles de algunas ciudades americanas o las prohibiciones legales de múltiples expresiones liberales en Europa. El mundo está lleno de autocracias que limitan y persiguen las libertades de expresión, manifestación y reunión.

b. Las medidas legales contra usos y costumbres, casi siempre consecuencia de creencias religiosas distintas de las nacionales. Este es un tema delicado y confuso, pero basta simplemente señalarlo como referencia negadora de la libertad de los diferentes.

c. La preocupante interpretación que se está produciendo en tribunales internacionales restringiendo el valor y el imperio de los Derechos Humanos como base inapelable y universal de la dignidad humana.

El negacionismo del cambio climático y de las políticas para evitarlo o reducir sus efectos

El abandono de los acuerdos de París por parte de Estados Unidos y las resistencias empresariales a los compromisos medioambientales de reducción de emisiones de CO2 están disparando el negacionismo climático. Unas veces rechazando las evidencias científicas al respecto. Otras, tratando de atenuar o diluir sus consecuencias.

La admiración por los «hombres fuertes»

Muchos de los que abandonan su fe en la democracia y defienden abiertamente las autocracias admiran la verticalidad decisoria, la capacidad negociadora, la autoridad incontestable de los nuevos líderes del mundo. Hay una creciente admiración por estos «hombres fuertes», que acompañan su poder de estructuras jerarquizadas y autoritarias. En la nueva ola reaccionaria se acompaña esta admiración con argumentos que pretenden explicar la necesidad de estos nuevos «monarcas» o «CEOs», en un mundo inmediato y concatenado que exige esta autoridad jerárquica frente a las complejidades y lentitudes de la democracia misma.

El liderazgo en esta teoría de los oligarcas tecnológicos americanos, dueños, por otra parte, de las más influyentes y poderosas empresas del mundo, hace de esta amenaza el mayor peligro a las democracias y a los Estados de Derecho. Peligro que se agrava dadas sus coincidencias y convergencias con los ideólogos del Kremlin en su ofensiva antieuropea. La popularidad de muchos de los líderes iliberales actuales en todo el planeta responde a esta concepción utilitaria y supuestamente eficaz de su gestión jerárquica y autoritaria.

Publicado en revista Ethic, 7/11/2025

5 de noviembre de 2025

México y la Unión Europea: una sólida alianza

México y la Unión Europea están a punto de ratificar la modernización del acuerdo global que suscribimos en el 2000 y que durante estos últimos veinticinco años ha multiplicado por tres el
volumen de intercambio comercial entre las dos regiones.

El viejo acuerdo-todavía en vigor- no solo ha generado este crecimiento comercial, sino también
un notable incremento de las inversiones europeas en México (más de 200.000 millones de stock de capital), en inversión directa, hasta convertir a la Unión Europea en el segundo mayor inversor extranjero en México, naturalmente después de los Estados Unidos.

Con motivo de la renovación de este acuerdo y en el contexto de los procesos de ratificación del nuevo (cuyas negociaciones acabaron en enero de este año), la Fundación Euroamérica y la Comisión Europea organizamos los pasados 16 y 17 de octubre un gran foro empresarial en Ciudad de México con tres temas centrales: la sostenibilidad, la inversión y la cooperación.

México y la Unión Europea coinciden en fortalecer una alianza que ha proporcionado unas bases económicas y políticas muy sólidas. Cerca de 20.000 empresas europeas producen en México. Casi un puente aéreo conecta a través de treinta vuelos diarios México con Europa y en los últimos cinco años están creciendo las inversiones mexicanas en Europa porque sus grandes compañías miran, cada vez más de cerca, un mercado único de casi 500 millones de personas de alto capacidad de consumo.

No es solo la economía. México y Europa miran con preocupación el mundo hostil a la cooperación, al diálogo y al comercio libre que se está configurando y coinciden en la necesidad de trabajar juntos hacia un mundo ordenado y en paz, que enfrente las causas humanas desde el multilateralismo, que necesita de organizaciones internacionales fuertes, regidas por el Derecho y la cooperación y no por la fuerza y la agresión. Un mundo que se construya sobre los valores de la dignidad humana (DDHH), la sostenibilidad y la democracia.

En ese sentido, tanto México como la Unión Europea, reiteran que su asociación, además de comercial y económica, es también política y de cooperación. Así lo destacaron en el foro los diferentes representantes del gobierno mexicano. Así lo hizo, por ejemplo, la subsecretaría del Ministerio de Asuntos Exteriores, Teresa Mercado, quien aprovechó para anunciarnos su eseo de aprobar el acuerdo con Europa en febrero del año 2026. Mensajes semejantes respecto al ámbito internacional hicieron los representantes del Senado mexicano y los secretarios de Sanidad, Medio Ambiente y Energía del Gobierno, David Kershenobich, Alicia Bárcena y Luz Elena González, respectivamente. Esta última expuso los importantes retos de México en materia de agua, medio ambiente y sostenibilidad.


El Plan México

El foro sirvió también para que diferentes representantes del Gobierno mexicano expusieran las líneas básicas del Plan México, un ambicioso proyecto de inversiones públicas para la modernización del país, tanto infraestructuras físicas como tecnológicas y de inclusión social,la gran duda sobre este plan radica en las estrecheces presupuestarias del Gobierno, una senda de crecimiento económico tenue, demasiadas incertidumbres comerciales y gastos presupuestarios ineludibles, reducen considerablemente sus márgenes fiscales.

La Unión Europea, por su parte, a través de sus representantes más cualificados, entre los que se encontraba el comisario Jozef Síkela y varios representantes de empresas multinacionales radicadas en México, expusieron también sus planes de inversión y de cooperación con el país.

Todo ello, en el marco de un acuerdo México-Unión Europea que entrará en vigor, sin duda, el año que viene y que avanza en niveles fundamentales para el futuro de esta sólida alianza, como son:


  • La eliminación de aranceles a casi todas las importaciones europeas y mexicanas, lo que ampliará la competitividad y diversidad de productos en los respectivos mercados...
  • La reducción de barreras técnicas y la simplificación de trámites que agilizarán el flujo de bienes y servicios.
  • La apertura a inversiones sostenibles y de alto valor agregado, enfocadas en la innovación, la energía limpia y la digitalización.
  • La posibilidad para las empresas de participar en los concursos y en las compras públicas de todos los niveles administrativos.

En la conversación sobre todos estos temas, planeaba, claro está, la situación que atraviesa México a la espera de las negociaciones que, sobre estos mismos temas, se mantienen con Estados Unidos. Una actitud de prudencia y respeto presidió en todo momento nuestros debates, conscientes de la necesidad de no interferir en ese delicado portafolio.

Pero, ello no impedía que mexicanos y europeos mostrásemos nuestra satisfacción por los excelentes resultados que muestran estos 25 años de colaboración económica y comercial y por las importantes expectativas que nos ofrece la actualización y modernización de ese mismo acuerdo y que todos esperamos entre en vigor en la primavera del próximo 2026.

Publicado en El País, edición América.5-11-2025

8 de octubre de 2025

Algo se mueve en la fiscalidad.


La famosa tasa Zucman, que pretende establecer un gravamen a los más ricos, ha sustituido a la vieja tasa Tobin, que buscaba gravar los movimientos financieros y que nunca llegó a cuajar. Desgraciadamente, añado. Francia está hoy atravesada por esta propuesta que el Partido Socialista exigía como condición de gobernabilidad al breve Ejecutivo de Sébastien Lecornu. «Hundirá la economía», dicen los empresarios. «Se marcharán las grandes fortunas», amenazan los más famosos adinerados del país. Los asesores fiscales alertan sobre «la enorme preocupación» de sus clientes.

Francia, como siempre, está en el corazón de los grandes debates. Pero no es solo Francia. Alemania, con un Gobierno cristianodemócrata, en coalición con los socialistas, también debate sobre la necesidad de reformar el impuesto de sucesiones, extraordinariamente generoso con las empresas familiares al comprobar que una exención de casi el 100% a esas transmisiones, destinada a favorecer la continuidad de la actividad económica de las compañías, se utiliza cada vez más para que los herederos inviertan en el extranjero. También allí se discute ante el Tribunal Constitucional sobre las desigualdades que generaría un impuesto de sucesiones regulado por los 'lander' y sobre la tendencia a su eliminación como consecuencia de la competencia fiscal entre territorios. Como ha ocurrido en España, por cierto, que casi ha eliminado esta tasa para los familiares directos. ¿No sería justo restaurarla para altos patrimonios?

La tasa Zucman pretende gravar con el 2% las fortunas que superan los cien millones de euros, sin ninguna exoneración que la desnaturalice. Se calcula que son 1.800 las personas que disponen de un valor patrimonial superior a esa cifra en Francia. ¿Cuál es el contexto de ese debate? En los últimos treinta años la riqueza de los más opulentos ha crecido mucho más que la renta media. Esto lo han acreditado economistas universalmente reconocidos (Piketty, Stiglitz, entre otros) y lo demuestran fehacientemente las diferencias de ganancias del capital sobre las rentas del trabajo.

Un segundo dato es que la fiscalidad de los patrimonios y de los beneficios empresariales tiene tal grado de 'cláusulas de escape' y 'nichos de exoneración' que sus ingresos totales se reducen en todos los Estados. Crecen, por el contrario, las aportaciones del consumo y de la renta y bajan las de sociedades y rentas de capital en casi todo el mundo. Todo ello ocurre en un marco financiero lleno de dificultades para nuestros Estados del bienestar .

La demografía y el envejecimiento, la transición climática y el aumento en los gastos de defensa presionan al alza unos presupuestos con déficits persistentes y alta deuda pública acumulada. Los márgenes para la inversión y el gasto se estrechan, y reducir el gasto social resulta imposible en sociedades que sienten la reaparición de las desigualdades como la base sobre la que se asientan otras muchas quejas que el populismo iliberal aprovecha muy bien. Francia es el paradigma de esta descripción.

No es casual por todo ello que más del 80% de los franceses respalden esta medida del impuesto a los ricos y estoy seguro de que apoyos sociales semejantes se darían en todos los países comunitarios, desde luego también en el nuestro. El corolario de la tasa Zucman es la necesidad de su extensión al resto de Europa. Del resto del mundo, mejor no hablar en el contexto trumpiano que malvivimos. Pero tampoco es un debate nuevo, porque una tasa parecida ya existía en diez países hace una década, aunque hoy solo sean tres los que la mantienen: España, Suiza y Noruega. Brasil, que presidió el G20 en 2024, incluyó en la resolución un texto bienintencionado: «Vamos a intentar cooperar para asegurar que los individuos más ricos paguen impuestos de manera efectiva».

El debate está abierto también en Reino Unido y Alemania, y me pregunto por qué no abrirlo en los mismos términos en nuestro país, ya que el actual impuesto a las fortunas en España solo grava la parte del patrimonio que no haya sido fiscalizado por el impuesto autonómico, lo que ha provocado que muchas grandes riquezas españolas tributen en su comunidad autónoma para beneficiarse de las numerosas bonificaciones de las que goza ese impuesto en muchas de ellas. Resultado: el ingreso estatal por ese impuesto quedó reducido a una cantidad mínima en 2024.

El debate es y debe ser universal, porque es uno de esos asuntos capaces de articular la sociedad y de ofrecer esperanzas a la política noble, por encima del anecdotario frívolo que invade nuestras redes sociales. Me parece uno de esos temas que retratan las posiciones ideológicas de cada partido y de los líderes y que permite desenmascarar a los populismos que nos rodean con quejas y protestas contra el sistema, que son, a su vez, precursores de destrucción de la cohesión social y de la democracia misma.

Publicado en El Correo, 8-10-2025