16 de junio de 2018

Entrevista para El Correo, 16/06/2018





Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948) ha sido uno de los principales protagonistas de la historia política de Euskadi durante los últimos 40 años. Sus recuerdos son los de una comunidad marcada por el azote del terrorismo, por el dolor y por la derrota final de ETA. Un relato que quien fuera vicelehendakari, líder del PSE y uno de los impulsores de los gobiernos de coalición con José Antonio Ardanza ha plasmado en un volumen en el que reflexiona sobre el pasado y el presente, y en el que recopila artículos publicados durante todos estos años. Pero ‘Memoria de Euskadi. El relato de la paz’ (Catarata) es mucho más que eso. Es también un aldabonazo en el interior de una sociedad que permitió que la barbarie avanzara. «Mi memoria es un reproche severo a mis conciudadanos. Asumimos los asesinatos como una consecuencia natural del conflicto. Nos colocamos en una cobarde e injusta equidistancia. Nos faltó caridad, compasión, solidaridad...»
 
–Esas palabras aparecen en su trabajo. Es un análisis muy duro.

 – Nuestra historia pasada tiene épocas muy distintas. Pero hasta el Pacto de Ajuria Enea la sociedad vasca estuvo literalmente acobardada y moralmente en pecado si usáramos un término judeo-cristiano. Se colocó al lado de los verdugos y no de las víctimas. Justificaba los asesinatos cuando decía ‘este es un policía, un guardia civil, un chivato...’. Y si no encontrábamos justificación decíamos lo de algo habrá hecho. Y esa sociedad merece todos los reproches. Nuestra mirada histórica al pasado tiene que ser consciente de esa realidad.

-Pero no siempre ha sido así.
 
– Es verdad que luego la sociedad vasca estuvo al frente de esa condena al terrorismo. Por ejemplo, cuando nos manifestábamos frente a los ‘batasunos’ frente a frente. El gran cambio fue el fin de la violencia en 2011. Ahora es un país mucho más asentado. Me siento muy satisfecho de una Euskadi que está mucho mejor.

– ¿Cómo ve la evolución de la izquierda abertzale?

– La izquierda abertzale convivió durante casi 50 años con esa estrategia. Pero también reconozco, y todo hay que decirlo, que jugó un papel importante para exigir a ETA el cese de la violencia. Pero es evidente que todavía le queda mucho camino por recorrer. Me gustaría una ruptura mayor con el pasado.

– ¿Y cree que lo van a hacer?

– No lo sé. Muchas veces me pregunto cómo habría sido nuestra vida si en 1978 no hubiesen cometido el inmenso error de pensar que la democracia que estábamos construyendo era de cartón piedra. Cuando decidieron matar a todos aquellos que estábamos construyendo emocionadamente la libertad. Si miramos para atrás, está claro que todo aquello fue patético.

– ¿Y si miramos hacia adelante?

– Quiero hacerlo con optimismo.

– ¿Y hay mimbres para hacerlo?

– Siempre he defendido que la elaboración de un nuevo Estatuto era una oportunidad extraordinaria para configurar una especie de Constitución vasca en el que estemos todos, incluida la izquierda abertzale. Para mí sigue siendo la aspiración más extraordinaria.

– ¿Lo ve ahora factible?

– Lo que estoy viendo con mucha preocupación es la tentación del PNV de forjar un frente nacionalista con EH Bildu contra todos los demás. Creo que se está equivocando gravemente, como hizo en Estella cuando cambió de lado. El futuro solo se puede construir sobre la pluralidad y el progreso solo es consecuencia de la estabilidad. Me preocupan los movimientos que está teniendo el PNV hacia una deriva independentista que no le pertenece y que le va a pasar factura electoral. O al menos eso creo.

– ¿Cree que esa apuesta por redactar un Preámbulo soberanista esconde una estrategia de fondo o solo es táctica?

– Puede ser táctica, pero el PNV no puede seguir poniendo una vela a Dios y otra al diablo todos los días.

– Pero Urkullu y el propio Ortuzar insisten en que la apuesta es un acuerdo transversal que acoja a todas las sensibilidades políticas de este país.

– Pero no se puede mantener la ambivalencia entre el independentismo y el pragmatismo porque ya no estamos en ese juego. Eso no puede ser. El PNV tiene un papel fundamental para construir ese escenario del que hablaba antes. Está bien querer incorporar a la izquierda abertzale, pero no puede hacerlo dejando al margen a las otras expresiones políticas.

-¿Ve difícil el consenso?

-El Estatuto es un pacto anterior, es pacto vasco. Y lo que estamos percibiendo es la fractura vasca con la tentación independentista plasmada en un Estatuto de ruptura. El pacto interior es lo importante, y es verdad que eso lo dice de forma habitual Urkullu, pero el problema es que al final van por otro lado. La tentación identitaria extrema nos va a romper.

Cataluña en el espejo.

¿Teme que la deriva acabe en un escenario similar al catalán?

-En Cataluña los partidos dejaron el control en un asamblearismo loco.

Y eso, a día de hoy, no pasa en Euskadi. Pero hay que tener cuidado. Si el PNV le deja hacer a Egibar un nuevo Estatuto con EH Bildu marginando al PSE, a Podemos y al PP, a una confederalidad que nadie entiende, pues entonces los vascos deberán ubicar al PNV donde se merece.

¿Entiende el apoyo del PNV a la cadena Gure Esku Dago?

Me parece mal. Es lo mismo que digo del Estatuto. El famoso derecho a decidir es un eufemismo de la autodeterminación para la independencia. El PNV tendría que ser mas congruente a la hora de explicar que nadie tiene derecho a decidirlo todo. Si tuviéramos derecho a decidir todo, yo me pregunto, por qué los jubilados vascos no hacen una cadena en las tres capitales vascas y proponen que decidamos subir las pensiones con el cupo mil euros al mes como mínino. El PNV está jugando en ese terreno peligrosamente a pesar de la experiencia catalana.

¿Y tiene el PSE capacidad para modular el mensaje más radical de los nacionalistas?

-Los socialistas siempre hemos sido pieza clave del pactismo plural del País Vasco. A veces ha sido premiado y otras no tanto. Somos la pieza del engranaje que articula la maquinaria de la pluralidad. Pero también tenemos nuestros principios, y cuando el PNV se sale del carril, rompemos

«Le reconozco a Sánchez una audacia extraordinaria»

– ¿Se imaginaba a Pedro Sánchez en La Moncloa?

– Sinceramente no. No creía que fuese ocurrir. Pero la suerte ha acompañado al valor. Y le reconozco a Pedro Sánchez una audacia extraordinaria.

– En toda su trayectoria política, ¿había visto algo parecido a lo vivido estas dos semanas?

– No, tan brusco y vertiginoso por supuesto que no. Extraigo una lección muy importante de lo que ha pasado. La ciudadanía ha percibido que la corrupción tiene sanción. El sistema político español ha dado una lección extraordinaria de funcionamiento institucional. Ha recuperado enteros en la política europea.

 – ¿Qué le parece el Gobierno de Sánchez?

– Muy bien. Ha tenido un impacto público extraordinario.

– A pesar de la dimisión de Màxim Huerta.

– Sí. También le pasó a Emmanuel Macron. La dimisión era el fruto del contexto que vivimos. No podía ser de otra manera. La ejemplaridad es condición para la representación pública.

– ¿Va a durar mucho el viento a favor de Sánchez?

– Estos quinces días hemos vivido una burbuja. A partir de ahora las cosas se van a poner muy difíciles. Pero también tengo la sensación de que a la oposición no le va a resultar fácil negar el pan y la sal a un Gobierno que ha nacido con mucho crédito. Va a tener un año de recorrido como mínimo. Calculo que se va a testar en las elecciones de mayo de 2019. Digo testar, no que se vayan a hacer coincidir las elecciones. Y a partir de ahí se verá si se puede agotar la legislatura. Lo que veo es muy difícil que haya grandes consensos sobre los temas importantes del país.


Publicado en El Correo, 16/06/2016
Foto: Manu Cecilio.