1 de abril de 2017

Disolución, memoria y perdón.

Hace ya más de cinco años que ETA abandonó la violencia. En los primeros días de abril entregarán las ramas. ¿Qué falta? Que disuelvan la banda. Es a partir de ese hecho que la democracia puede ser generosa y aplicar la ley penitenciaria con flexibilidad y con el sentido de reinserción que late en nuestro sistema punitivo.

Hay una fuerte corriente de pensamiento (y no sé si también de sentimiento) en la derecha española que rechaza cualquier gesto de humanidad con los etarras y que incluso niega lo evidente: la derrota de ETA. A unos les mueve la venganza y a otros el sectarismo de no querer reconocer que ETA fue derrotada en la etapa de Rubalcaba y Zapatero aunque fuera la democracia en su conjunto (sociedad, policía, leyes, etc.) quien la venció realmente. Algunos hasta piden al Gobierno español que no nos niegue la “foto de la derrota”. Yo no sé muy bien qué foto es esa ni qué necesidad hay de inmortalizar lo que todos sabemos: que ETA terminó hace cinco años y que vivimos en paz desde aquel venturoso 20 de octubre de 2011.

Los vascos sí lo sabemos. Quienes allí viven lo saben bien. Pero quedan cosas por hacer. La primera es hacer irreversible la paz con la disolución de la banda después de su desarme. La segunda es acercar a los presos a cárceles próximas al País Vasco. Ya no hay razones ni políticas, ni policiales ni siquiera legales para mantener la dispersión. 

La tercera es construir un relato de lo sucedido basado en la verdad. Las víctimas deben ser el eje de esa memoria y los testigos de una realidad incontrovertible. No puede haber equidistancias ni contextos justificativos de su terrorismo. 

En ese contexto, la flexibilidad en la aplicación de la ley penitenciaria, humaniza y facilita una reinserción necesaria. La generosidad es la virtud del vencedor. La democracia española puede ser generosa porque ha derrotado a la violencia. La generosidad y la inteligencia en este asunto nos ayudarán a superar con bien esta trágica página de nuestra historia. No se trata de eximir de la culpa ni de acortar las condenas, sino de aplicar la justicia con generosidad. La ley lo permite y no por ello deja de ser justicia. 

Publicado en Vida Nueva, 1 abril 2017
Ramón Jáuregui Atondo.
Eurodiputado