12 de enero de 2015

Fanatismo y violencia: Mezcla explosiva.



Con Sergio Gutierrez y Eider Gardiazabal


“Los caricaturistas, al igual que los artistas o los intelectuales, son como esos canarios que se bajan a las minas para advertir de una fuga de grisú; si cantan, es que todo va bien, si mueren, hay que temerse lo peor”. La frase no es mía, sino de Laurant Raphaël, el redactor jefe del diario belga Le Vif, pero resume muy gráficamente una grave preocupación que surge a raíz del execrable atentado contra el semanario parisino Charlie Hebdo. Es la preocupación por la libertad, que tanto esfuerzo, tanta sangre y tanta lucha ha costado conseguir en las sociedades democráticas avanzadas.

Los asesinos de las 17 personas que murieron la semana pasada en Francia no sólo pretendían acabar con las vidas de seres humanos inocentes y aterrorizarnos a todos, que también. Su objetivo principal, su verdadera meta, era acabar con el derecho consagrado por las constituciones europeas a creer o no en una fe u otra, y a escribirlo o dibujarlo o simplemente a vivir conforme a esos principios. Acabar con el derecho a ser quien uno es, y a expresar a través de la palabra, el humor, el arte o la política los propios pensamientos, las convicciones, las críticas, la discrepancia, los sentimientos.

No lo podemos permitir. Por eso todos somos Charlie Hebdo. La mejor manera de mostrar nuestra solidaridad con las familias y amigos de las víctimas es decir que no nos van a callar, que no nos vamos a dejar llevar ni por el miedo ni por el odio, como lo hicieron ayer millones de personas en la manifestación de París y en otras ciudades europeas.

Soy vasco. He vivido amenazado por la violencia terrorista durante décadas. He visto caer amigos a manos de esa violencia. Pero al final en España la razón y la democracia triunfaron sobre la barbarie y el terror. Sé muy bien de qué estoy hablando.

Ojalá hoy las voces de Charlie Hebdo y las del resto de víctimas de estos espantosos crímenes siguieran vivas, cantando a plena voz su mensaje. Sirvan nuestra indignación y nuestra repulsa para mantenernos firmes en la reivindicación de lo que ellos representaban: la libertad.