16 de septiembre de 2014

Partido de país

El congreso que celebra el socialismo vasco los próximos 20 y 21 de septiembre no tiene como principal objetivo formalizar la sustitución de Patxi López por Idoia Mendia, por importante y significativo que sea –y lo es– que por primera vez una mujer dirija la centenaria organización obrera del país. Más allá del simbolismo del cambio y de la potencialidad que desarrolle la nueva líder, el socialismo vasco debate su estrategia y su futuro en un escenario difícil.

Soy de los que creen que el Gobierno de Patxi López no tuvo el respaldo electoral que merecieron sus muy notables logros. El fin de ETA por sí solo, ya mereció mejor premio a un protagonismo incuestionable de los principales dirigentes de aquel Gobierno. Pero junto a él, la gestión sanitaria de Osakidetza, la apuesta modernizadora de la escuela y la universidad vascas, el fuerte impulso a las infraestructuras de la alta velocidad, la política industrial, etc. acreditaron una gestión solvente y eficaz de la cosa pública, en un país en el que la mitología nacionalista había establecido el principio de que sólo el PNV podía gobernar Euskadi. El primer Gobierno vasco del PSE-EE fue un buen gobierno y sus consejeros mostraron un dignísimo proceder y un excelente nivel.

Pero, como en otros momentos de nuestra historia, el efecto PSOE nos dejó en 2012 en una cuota electoral baja (16 diputados), muy alejados de las opciones de gobierno. Tampoco las municipales de 2011 nos fueron bien. Por primera vez en mucho tiempo, los socialistas vascos estamos fuera del Gobierno en las tres capitales, en las tres diputaciones y en el Gobierno vasco.

Las expectativas sociológico-electorales son adversas. La socialdemocracia que representamos sufre una larga crisis de adaptación a las limitaciones y contradicciones que nos imponen la globalización económica, los mercados financieros y la superación del Estado-nación como espacio posible de la redistribución social. En España, a su vez, los efectos de la crisis han ido produciendo una desafección creciente con la política y un enfado general con los partidos de gobierno, más acusado en el descontento de los votantes de la izquierda. En ese contexto fluido e incierto irrumpen nuevas fuerzas políticas y populismos de todo signo, mientras el panorama de las encuestas hace tambalear nuestros suelos.

Son tiempos difíciles para un partido que, sin embargo, sigue teniendo funciones claras en el futuro del País Vasco. Misiones que pocos pueden hacer o que nadie puede hacer mejor. Por ejemplo, ninguna otra fuerza política puede liderar la defensa del modelo autonómico y constitucional con el mismo énfasis y convicción. Nadie mejor que el PSEEE para garantizar una convivencia basada en la igualdad de derechos, libertades y obligaciones de la ciudadanía vasca, que es esencialmente plural, más allá de sentimientos identitarios o de singularidades culturales. El PSE-EE ha sido por todo esto una fuerza clave del statu quo político actual de Euskadi. Por cierto, nunca tuvimos tanto autogobierno ni disfrutamos de una condición económica tan ventajosa como la que hemos alcanzado con el concierto y con el actual cupo.

Hemos sido claves en todos los momentos históricos de la Euskadi actual, y me atrevo a decir que sólo el PSE-EE puede asegurar que no haya saltos al vacío, aventuras raras o fugas independentistas por parte del nacionalismo vasco. En caso de plantearse una opción de esa naturaleza, el PSE rompería los acuerdos básicos, para evitar la consumación de una fractura territorial y social que abocaría a Euskadi al desastre.

La historia democrática de Euskadi no se puede explicar sin el papel de rótula y de equilibrio desempeñado por el socialismo vasco, que ha sido un pilar básico en la defensa de las instituciones básicas de nuestra convivencia; Estatuto, Concierto, lengua, autogobierno, cultura han ido unidos en nuestros pactos con el PNV desde hace más de treinta años, con modernidad, industria, infraestructuras, empleo y bienestar. Siempre hemos sido un partido de país y para el país. Clave en su convivencia, respetuosos de sus instituciones, fundamentales en las coaliciones de gobierno, generosos en pactos para la gobernación en momentos difíciles, como ahora mismo.

La defensa del modelo social de bienestar es otra de nuestras marcas distintivas. La defensa de una fiscalidad progresiva, de un empleo de calidad, de unos servicios sociales dignos y de una educación y sanidad excelentes nos han caracterizado en todos los puestos, en todos los ayuntamientos y en todos los gobiernos, especialmente en el de Patxi López.

El congreso no cuestionará el acuerdo presupuestario con el Gobierno Urkullu, pero me atrevo a pronosticar que endurecerá sus exigencias de cumplimiento de los compromisos que el PNV se resiste a implementar. Especialmente en materia de empleo y en la exigencia de una fiscalidad progresiva. Bien haría el PNV en tomarse más en serio estos acuerdos si quiere ver renovada la mayoría para el presupuesto de 2015. Y bien harán Urkullu y Ortuzar en tratar a Idoia Mendia con la consideración que corresponde a un socio preferente. De lo contrario habrá sorpresas.

¿Qué harán los socialistas en todo caso a lo largo de este congreso? Lo primero, renovarse a fondo. Con Idoia viene otro equipo, me atrevo a decir que otra generación y otros referentes. Otra mujer dirigiendo el socialismo alavés y un cambio profundo también en Bizkaia. Renovar equipos, cargarse de nuevos proyectos e ilusiones, modernizar la base ideológica junto al PSOE de Pedro Sánchez, abrirse a estos nuevos tiempos de redes sociales, de más transparencia, de regeneración política y ética, de renovación de la democracia y relegitimación de la política.

Los retos no son fáciles. Lo único seguro es que en tiempos tan dinámicos, tan fluidos, en momentos de múltiples crisis que cambian los escenarios sociopolíticos abruptamente, el PSE-EE tiene mucho que decir y que ofrecer a esta Euskadi incierta y preocupada que es hoy nuestro país.

Publicado en El Correo, 16/09/2014