6 de junio de 2012

La Fiscalidad del futuro


Hablar de fiscalidad y, más aún, renovar los sistemas fiscales occidentales, resulta obligado en los tiempos que corren. Las deudas soberanas de muchísimos países desarrollados se acrecientan gravemente hasta el riesgo de default, por la acumulación de déficits estructurales en nuestras cuentas públicas. Dicho más vulgarmente, porque somos muchos los países que hemos consolidado un gasto público muy superior a nuestros ingresos fiscales. El caso de España es paradigmático porque, hemos pasado de una deuda del Estado del 37% del PIB en el 2007, a cerca del 80% en el 2012, sin contar 4 ó 5 puntos de PIB - ojala no sean más- que nos va a costar el saneamiento financiero.

Pero no solo. El debate fiscal se ha extendido también por la creciente internacionalización del dinero y por la creciente evasión fiscal hacia espacios fiscales opacos. Además, la crisis financiera internacional ha reabierto el debate sobre la fiscalidad internacional que hace más de 25 años puso de moda el Premio Nobel estadounidense,Tobin.

El debate fiscal ha llegado y ha venido para quedarse. Ocupará muchas páginas y muchos años y no ha estado mal en ese sentido el debate del Parlamento Vasco al respecto ya que, a esos efectos, somos casi como un Estado más.
Si se analiza el sistema fiscal español, se observan  cuatro características muy evidentes. Primera: se trata de un sistema construido hace 30 años, parcheado según coyunturas y necesitado de una revisión integral profunda. Segunda, se ha perdido progresividad en la recaudación por el crecimiento de la imposición indirecta y, porque la mayoría de la carga fiscal recae ya sobre las Rentas del Trabajo  frente a las rentas del capital o, a los beneficios empresariales (el 87% de los ingresos es la suma de las rentas del trabajo y del consumo). Tercera: nuestro sistema de ingresos es demasiado sensible con los ciclos económicos y demasiado dependiente de algunos sectores económicos concretos. En particular la construcción, que, representando un 10% del PIB, proporcionaba unos ingresos fiscales cercanos al 20%.  Cuarto, España sigue manteniendo un diferencial con la presión media europea de entre 4 y 8 puntos. Es decir, tenemos un pequeño margen para subir nuestra presión fiscal y acercarnos a la media de la U.E.

Por todo esto, proponer reformas fiscales es imprescindible. La crisis nos ha devuelto la oportunidad de este debate que, hasta hace pocos años, era electoralmente impopular para todos los Partidos, especialmente para la izquierda, que es quien ha defendido siempre la necesidad de los ingresos y la justicia de su progresividad.

¿Cuáles son las líneas de las reformas que debemos abordar?

En primer lugar, combatir el fraude fiscal. En el ámbito internacional esto implica luchar contra los paraísos fiscales y por la desaparición de los espacios fiscales opacos. La evasión y la elusión fiscal (en especial a través del uso de los paraísos fiscales), suponen un flujo anual que el Banco Mundial estima entre 1 billón y 1,5 billones de dólares. Una cantidad que equivale al PIB de España y que no está financiando las políticas públicas.

El segundo objetivo debe ser la progresiva armonización de los impuestos, especialmente el de sociedades en ámbitos supranacionales y el establecimiento de una tasa a las transacciones financieras internacionales. Esa tasa permitiría combatir a los instrumentos financieros más especulativos y permitiría recaudar una cantidad cercana a los 300.000 millones de Euros anuales para dedicarlos a desafíos globales como el hambre, o el cambio climático.

En España y, desde luego también en el País Vasco, la mejora de los ingresos y de su progresividad requerirán también algunas reformas. Entre ellas serán imprescindibles correcciones en los impuestos sobre las rentas del capital y sobre los beneficios empresariales. Las rentas del capital deben acercarse al tipo medio del impuesto de las rentas del trabajo y, en el impuesto de sociedades, tenemos que asegurar un tipo medio real, muy  por encima del 10 ó 15% con el que se está gravando los beneficios de las grandes empresas en la actualidad. También será necesario crear un gravamen para los grandes patrimonios, entendiendo que éstos lo son cuando se supera el millón de Euros, sin contar la vivienda habitual.

Deberá incorporarse de manera mucho más severa a nuestro sistema fiscal, una nueva fiscalidad que ayude a desincentivar los comportamientos con externalidades negativas: las emisiones de CO2, el tabaco, los alcoholes, el transporte más contaminante, etc., en la perspectiva de ayudar a una progresiva reducción de los costes extra laborales para abaratar la contratación de empleo. Dicho de manera más sencilla, nos falta empleo y nos sobran emisiones y la fiscalidad debe ayudar a ese reequilibrio.

Por último, una suave reimplantación del Impuesto de Sucesiones, exceptuando la vivienda familiar, deberá contemplarse, armonizándola para el conjunto de las Comunidades Autónomas. No debemos olvidar que en la cultura fiscal del Siglo XX, las herencias se consideraban “rentas no ganadas”, reproductoras de desigualdad y, en muchos casos, generadoras de una cultura improductiva.